miércoles, 2 de noviembre de 2011

Consulta Portátil de Psicología en Guayaquil (Sobre psicopatía y regeneración)



Ecuador/Guayaquil/Malecón 2000/ Cerro Santa Ana
 Guayaquil: La Perla del Pacífico.

Llegué al aeropuerto de Guayaquil con un entusiasmo poco común en mí. Había leído sobre el proceso de “Regeneración urbana” que el alcalde de la ciudad había emprendido desde el comienzo de su mandato (Agosto 2000) y que se vendía como ícono latinoamericano de saneamiento urbano. Estaba ansioso de ver de qué se trataba eso de “regenerar una ciudad”, en especial porque en las campañas de divulgación se mencionaba como uno de sus principales objetivos: «elevar la autoestima de la población». ¿A qué investigador de la "ciudadanía mundial" no se le haría la boca agua ante semejante oferta?
La iniciativa regeneradora de la alcaldía de Guayaquil, consiste (en síntesis) en la construcción de nuevos espacios públicos (de los que son íconos emblemáticos el Malecón del Estero Salado y el Malecón 2000), restauración de edificaciones, arreglo de fachadas, eliminación del cableado aéreo, parqueos, farolería, jardinería ornamental, limpieza y descontaminación, mejoras para el tránsito peatonal con amplias aceras, accesos para minusválidos, bancas, tachos de basura, semaforización inteligente, entre otros.
No suelo ser optimista, pero cuando me enteré que el mismo Macri de Buenos Aires había visitado Guayaquil para sacar nuevas ideas para la ciudad porteña (que, para mí, sigue siendo una de las ciudades más felizmente vivibles del mundo), fui a "La Perla del Pacífico" esperanzado de encontrar un fenómeno que me sorprendiera, un icono del cambio, un ejemplo a seguir.

Con GODOT en el Malecón del Salado (o ¿A qué se dedica el guerrero en tiempo de paz?)


Malecón del Salado, patios de comida

En el Malecón del Salado hay una serie de infraestructuras emblemáticas de la "regeneración urbana" de Guayaquil, camineras, quioscos, cafeterías, patios de comida, miradores, espacios contemplativos, jardinerías decorativas rodeadas de mangles que como un todo confluyen en su hito principal: el Puente del Velero.
En el puente peatonal que cuelga sobre las aguas del estero, en una banca de madera y dando la espalda a los manglares para ver la gente pasar, veo sentado a mi amigo Godot. Todo vestido de blanco, de chaqueta, camisa, pantalones, zapatos, sombrero bombín y guantes blancos, parece un mimo o una de esas estatuas vivientes de las Ramblas de Barcelona. Con un escueto saludo me siento su lado y evito mostrar sorpresa cuando veo que, del bolsillo interno de su chaqueta saca dos copas de cristal de Swarovski y dos cervezas Pilsener a punto de congelación. En silencio me pasa una copa, abre las cervezas con un destapador que saca de otro bolsillo, me invita a que me sirva, y brindamos.
Puente peatonal colgante del Salado
Con la mirada perdida en el estero del Salado, Godot inició la conversación diciendo:
― Me identifico con Guayaquil. Salvando las lógicas distancias creo que me parezco a esta ciudad.
― Reconozco que sueles sorprenderme, te he visto metamorfoseado en lo más impensable, pero parecerte a una ciudad…, es una metáfora demasiado compleja para abarcarla.
― Guayaquil y yo nos parecemos en nuestra individualidad y firme independencia. Nos parecemos en que hemos luchado a muerte para defender nuestra originalidad en contra de cualquier alienación. Somos semejantes en nuestra resistencia.
― ¿Resistencia?
― Sí, fíjese que la resistencia nativa expulsó los primeros intentos colonizadores de Pizarro en 1534, y lo hicieron una y otra vez, hasta que, al final, los colonos lograron fundar Guayaquil en 1547, pero le hicieron chupar a los españoles ¡trece años de férrea resistencia!
La ciudad portuaria floreció y, como era de esperar, atrajo corsarios y piratas; y con ellos, saqueos, incendios y peste. Dos siglos de ir y venir, pero Guayaquil volvió a florecer. Después vinieron las batallas por la independencia, que no fueron sólo para librarse de los españoles sino también de los mismos independentistas (Bolívar, San Martín, etc.), que se peleaban por quedarse con Guayaquil (mientras el pueblo pretendía seguir independiente de todos). Al principio, Bolívar logra salirse con la suya anexándola a la Gran Colombia; pero también esa subordinación duró poco y unos ocho años más tarde nace la República del Ecuador a la que se adhiere Guayaquil. Pero la ya estigmática historia de resistencia Guayaquileña no habría de tener descanso. El primer Presidente de Ecuador fue un venezolano de apellido Flores, que después de 15 nefastos años en el poder, en 1945 cambió la constitución para cargarse con el poder absoluto, beneficiarse con la reelección inmediata y aumentar el período de gobierno…, mi querido amigo, por su expresión, parece que tuviera un Déjà vu… ¿Otra cerveza?
― Sí, claro. ― Alcancé a responder, mientras Godot sacaba otras dos cervezas heladas del bolsillo interior de su chaqueta y continuaba su disertación.
― Como le decía, a raíz de este abuso de poder explota una revolución en Guayaquil que termina derrocando la prepotencia presidencial del venezolano. Unos años más tarde tras la renuncia de otro presidente, se formaron varias jefaturas supremas en el país. En Guayaquil el general Guillermo Franco se autoproclamó Jefe Supremo del Guayas y, vuelta a empezar con los conflictos…
En aras de hacerla corta, digamos que más tarde, cuando Guayaquil había sido adherida de nuevo al Ecuador y el gobierno estaba en manos de los conservadores, estalló la revolución liberal en Guayaquil liderada por quién después terminaría siendo el nuevo presidente de Ecuador. Luego, un gran incendio (posiblemente iniciado por los conservadores) destruye la ciudad, y casi al mismo tiempo les cayó encima una epidemia de fiebre amarilla. A pesar de todo, la ciudad volvió a surgir. Pero los estigmas son imborrables, y a mediados de los 20 (1920) sufren una fuerte depresión económica, pero Guayaquil se levanta y cumple con su función de pivote central del comercio de Ecuador enfrentando la depresión mundial de los años 30 y la Segunda Guerra Mundial, los estragos de la guerra peruano-ecuatoriana del 41 (en la que se involucran navalmente), y, al final, (aquí me permito hacer un salto histórico por sobre varias dictaduras y presidentes), hoy en día Guayaquil sigue siendo único y aparte, de la mano de su alcalde Jaime Nebot ha dado que hablar en el mundo entero como bastión de la oposición al gobierno de Rafael Correa, y, sobre todo, por su proyecto de "Regeneración urbana". Con estos antecedentes genéticos, no se puede subestimar la resistencia de este gentilicio.
Buscando a Godot en el Salado
― Entonces, Godot, ¿crees que la regeneración es posible? ¿Piensas que la regeneración de la ciudad pueda regenerar también a la gente de mala voluntad? Me refiero a que Guayaquil tiene los índices más altos de delincuencia del país. Me ha entusiasmado escuchar que como parte de la regeneración se han creado leyes, ordenanzas dirigidas a reeducar la población más resistente al cambio, a quien hace graffitis o mancha las paredes se le multa en efectivo y con trabajo comunitario; quien tira basura se le hace barrer tres cuadras (y te confieso que, aunque defiendo la idea de que el talión es salvaje, me parece genial que apelen a la vergüenza como castigo por un transgresión a las buenas costumbres), en general creo que han hecho un trabajo muy inteligente como esa campaña publicitaria que reza: «Guayaquil eres tú, cuida tu rostro». Pero, me desencantó caminar por las zonas en las que la "regeneración" no ha entrado (que son muchas), y he visto muy exacerbados los mismos problemas que en otras ciudades de Latinoamérica, en todas partes hay tanta gente de mala voluntad.
― Este pueblo tiene historia de épicas resistencias y alto nivel de orgullo, Doc. Y eso no es poco decir. Pero, todo tiene por lo menos dos caras. Dependerá de que lado juegue la resistencia. Recuerde, mi querido amigo, que el reto de la civilización moderna es vencer la resistencia al cambio. Se me ocurre que la incógnita a revelar sería: ¿La resistencia mayor será en defensa del cambio o en contra de él? La historia está llena de virtudes que se transformaron en lo contrario. ― ¿Otra cerveza?

Regeneración urbana y regeneración ciudadana.

Desembocando al Malecón regenerado.
Cuando conocí por primera vez el Malecón 2000 me sobreexcitó. Dos y medio kilómetros de costanera que ofrece a sus visitantes plazoletas con monumentos históricos, museos, jardines, fuentes, miradores, centros comerciales, restaurantes, bares, patios de comida, cines, muelles y embarcaciones para pasear día y noche por el río Guayas. Sin embargo, había algo que me inquietaba: el Malecón estaba encerrado dentro de una gran reja que lo cercaba (separándolo de la ciudad) a todo lo largo. Mi inquietud se transformó en consternación al darme cuenta que sólo cuatro o cinco de sus portones, cercanos a la entrada principal, estaban abiertos, los demás estaban encadenados. Sí, es cierto que en toda el área del Malecón 2000 se respira seguridad, pero a costa de estar encerrados.
Ya era de noche cuando salimos, el clima no estaba de buen humor, hacía un calor aceitoso que ni la brisa del río Guayas lograba refrescar. Al llegar al portón principal le pregunto a un guardia del malecón (no se si era un oficial de policía, pero estaba vestido de uniforme con insignias, cachiporra y todo eso que los distinguen):
― Buenas noches, por favor, ¿me indicaría dónde puedo tomar un taxi seguro? Me han contado tantas historias sobre la inseguridad que prefiero buscar consejo antes de tomar un taxi cualquiera.
El oficial me mira, pone cara pensante, mira hacia la avenida, me vuelve a mirar, luego esgrime un atisbo de sonrisa y dice:
― Bueno, esos que están parados allí hacen de taxis…
Miro hacia donde indica el oficial y veo dos autos, estacionados contra la acera, que le tocan bocina a todo el que pasa para invitarlos a subir, no son amarillos ni tienen insignia alguna que los identifique como taxis. ¡Son taxis piratas!, o sea, sin matricula de transporte público. Ante mi evidente expresión de asombro el guarda añadió:
― Bueno, es que como está la ciudad hoy en día no hay taxi seguro, hasta los amarillos resultan ser ilegales, estos de acá deben ser buenos porque he visto que llevan gente y vuelven. Si fueran delincuentes no volverían al mismo lugar, ¿no le parece?
― ¡Ah, Ok! Si, claro, no volverían. Bueno, hasta luego, seguiremos caminando otro poco, gracias.
¡El policía me estaba incitando a creer más en un taxi pirata que en los amarillos oficiales porque los amarillos a veces eran piratas! Parecía decirme: «¡Si te vas a arriesgar, tírate directo a la fosa de las serpientes!» El hábito no hace al monje. Ese sujeto vestido de guardia, de policía o lo que fuera, ¡es un enemigo público que fomenta la ilegalidad! ¡Un degenerador!
Las ciudades necesitan hacer que sus habitantes sean ciudadanos, y ser ciudadano implica tener conciencia de que «cualquiera que salga perjudicado perjudica a todos». Ser ciudadano es «cuidarnos los unos a los otros».
Al referir lo sucedido a un colega guayaquileño, me preguntó:
― ¿Has notado la gran cantidad de guardias privados que hay en los diferentes edificios de la ciudad?
― Si, la verdad es que he visto muchos. ― Le respondí.
― ¿Y a qué crees que se deba? ― Me preguntó con sarcasmo.
― ¿A la alta tasa delincuencial? ― Repregunté con semblante ingenuo.
― A la torpeza policial. ― Me respondió tajante.
El método de "regeneración urbana" aplicado en Guayaquil es un ejemplo a seguir para crear espacios aptos y dignos que faciliten a los ciudadanos su crecimiento en el constante proceso civilizador; pero, por ahora, en la práctica, todavía es una especie de cerco que intenta separar y proteger a los ciudadanos de buena voluntad de los enemigos de la ciudad: los psicópatas.
El quid de la cuestión es: ¿Quién puede (en la calle) hacer un diagnóstico rápido de psicopatía?
La "regeneración urbana" de Guayaquil es absolutamente hermosa, válida y, por lo que he podido ver, efectiva en primera intención. Pero no basta. El "urbanismo ciudadano" necesita, además, mantenerse en constante pie de guerra contra su más terrible enemigo interno: la psicopatía.

La psicopatía

La manipulación, la demagogia, la falta de conciencia de culpa o remordimiento, la impulsividad, el abuso de poder, la indisciplina e inconstancia que le impiden continuar estudios superiores, el usar a las personas como cosas, ser juez de los demás y considerarse absuelto de toda culpa, la ausencia de empatía y afectividad positiva, el irrespeto a las normas, reglas y leyes son el corolario sintomático de la psicopatía.
La psicopatía es un tipo de personalidad cuyo origen es determinado por una interrupción en el proceso evolutivo mental del niño.
Desde el nacimiento, y durante los primeros cuatro años y medio de vida, todos los seres humanos carecemos de la capacidad de archivar dentro de nuestra mente ideas referentes al código legal (normas, reglas y leyes).
En otras palabras, todos los seres humanos somos psicópatas hasta los cinco años de edad.
Pero, un particular evento que debe suceder entre los cuatro y seis años de edad permite que se forme dentro de la mente infantil un archivo en el que, a partir de ese momento y durante toda la vida, se guardarán las ideas-leyes, cuya función será: filtrar los impulsos de la persona según los criterios morales. Si este archivo no se forma en ese período, no se formará nunca más. Los psicópatas, por una específica carencia sufrida en estas edades, no forman el archivo del código legal y por ello no pueden metabolizar las leyes. El psicópata es esencialmente un sujeto ilegal. Y como la sociedad está basada en un conjunto de normas, reglas y leyes, el psicópata es disocial por condición y antisocial en acción.

La ACM como estructurante del aparato psíquico

En la evolución normal de la personalidad, los seres humanos civilizados, después de haber integrado, alrededor de los cinco años, el archivo del código legal en su mente, articularán luego, alrededor de los 10 años de edad, el principal talento que los diferenciará de los animales: la Auto Conciencia de Muerte (ACM). Somos los únicos animales que vivimos a sabiendas de que vamos a morir.
Los animales viven como inmortales porque no saben que van a morir, y cuando la muerte les llega, pues ni cuenta se dan porque ya no están. Luego, los animales se conforman con la rutina instintiva de comer, beber, escapar del dolor, procrearse y descansar. Al no saberse mortales, nada les apura ni les falta.
La civilización es una consecuencia de nuestra Auto Conciencia de Muerte (ACM). Es nuestra conciencia de finitud lo que nos mueve a buscar algo más a través de los afectos, la empatía, la ciencia, la cultura, y esta búsqueda es la que ha generado lo que llamamos: civilización.
Nuestros estudios demuestran que la estructuración de la Auto Conciencia de Muerte (alrededor de los 10 años de edad) depende de la previa formación del código legal (alrededor de los 5 años de edad), y una de las principales pruebas de ello deriva del estudio de la psicopatía. Los psicópatas, por no tener código legal tampoco acceden a la Auto Conciencia de Muerte (ACM).
La carencia de Auto Conciencia de Muerte (ACM) en el psicópata, le permite vivir creyéndose inmortal y sentir que tiene todo el tiempo del mundo para asechar, en la sombra, la oportunidad de asaltar al otro, al quien ve simplemente como una cosa que le importará sólo en la medida de que le pueda beneficiar, y, por su falta de sentimientos positivos, le tendrán la misma consideración que nosotros podemos tener hacia un vaso de cartón o una colilla de cigarrillo.

Profilaxis

En la escuela de Psiconomía estamos seguros, por haberlo comprobado en la experimentación, de que con dos o tres leyes civiles, podría irse disminuyendo, hasta su eliminación total, la formación de nuevos psicópatas. Desde hace 20 años aplicamos en niños candidatos a ser psicópatas nuestra "ecuación civilizadora" y, en todos los casos en que se siguieron las (simples) pautas marcadas, los niños evolucionaron hacia una personalidad socialmente adaptada; siendo una reconfirmación de la regla aquellos casos en que los padres no cumplieron las pautas y ahora tienen hijos psicópatas.

La psicopatía: Enemigo Nº 1 del ciudadano del mundo

Tachos de basura en Guayaquil.
Debemos avergonzarnos de que en latinoamerica
todavía sea novedad la clasificación de la basura
y el reciclaje.
La zonas regeneradas de Guayaquil son islas en un mar turbulento de altas oleadas psicopáticas que intentan arrasarlas; es más, a medida que estas islas se embellecen, aumenta proporcionalmente la tentación malintencionada. La paradoja del progreso de una ciudad es que, a medida que aumenta en riqueza, también se vuelve más atractiva (y sin las medidas adecuadas, vulnerable) para los psicópatas atraídos como ratones por el queso.
«Elevar la autoestima de la población» no es una medicina que pueda hacer mella en la personalidad psicopática. Los seres humanos en general nacen con la capacidad de estimarse. Pero esta función es necesaria (después de los diez años) en las personas que instauran la Auto Conciencia de Muerte (cosa que no pasa en los psicópatas), para encontrarle sentido la existencia y aferrarse a la vida a pesar de saberse mortales.
Los psicópatas tienen la posibilidad de usar o no esta capacidad de estima, no necesitándola (por no tener ACM), la usarán sólo por el placer que deriva de ella, pero no desarrollarán apego alguno hacia los valores.
Mucho se ha dicho de la falta de afectividad del psicópata; pero la realidad es que sí pueden sentir afecto. Lo que marca la diferencia es que no tienen interés de mantener una relación de amor – valor porque no les afectan las pérdidas. De allí deriva su desapego, la insensibilidad que le permite ver a los demás como cosas. El psicópata explotará los beneficios sensoriales de todas las capacidades que ha heredado aunque vive al margen de la razón de ser de estas capacidades.
El contacto con lo natural
sensibiliza al ciudadano.
En Guayaquil las cartas están echadas. El alcalde apostó al control de zona por zona creando trincheras ubicadas estratégicamente. Es una guerra. La civilización versus la psicopatía. Pero, ¡cuidado con el optimismo! No hay que subestimar al enemigo, los psicópatas son artistas de la manipulación y expertos del disfraz. En las batallas contra la psicopatía siempre seremos el bando débil. ¡Nada es más destructivo que el hombre! ¡Y no hay hombre más destructivo que el psicópata¡ Y poco parecen valer las bellas camineras y los espacios para la contemplación, si el sujeto que transita por ellos es ciego de todo sentimiento positivo. Será por esto que lo más común en el resto del mundo es que se apueste a la regeneración de los antisociales (empresa que a dado escasos resultados ya que los planes de rehabilitación que se han utilizado con los psicópatas parece que sólo logran que el delincuente agudice su astucia y perfeccione su capacidad de manipulación).
Contra los psicópatas actuales sólo hay un camino: legislación apropiada, docta y estricta.
Contra la psicopatía en general hay que evitar que siga propagándose y para ello sólo hay un camino: que instituciones como la ONU, la OMS, la UNESCO, la Red Global de Ciudades, y demás organizaciones con voz y voto en el mundo, escuchen lo que tenemos que decir los estudiosos de la psicopatía para generar una profilaxis universal.

Con GODOT en el Malecón 2000 (o Sobre el salvajismo y la civilización)

Godot me había citado en un café del Malecón 2000 (que en realidad lleva por nombre Malecón Simón Bolívar, pero la gente prefirió llamarlo de otra manera. ¿Será que la negación del nombre proviene de recónditas rencillas genéticas contra el Bolívar que los acopió en la Gran Colombia? ¿Tendrá razón Godot al decir que los genes de este pueblo están estigmatizados con el digno fervor de la independencia y la autonomía?). Al llegar al sitio veo que mi amigo ocupa dos mesas del café con un montón de periódicos latinoamericanos, lo saludé (escuetamente) y me senté sin poder evitar hacer una de esas preguntas que después de hacerlas nos avergüenzan por obvias:
― ¿Leyendo periódicos? ― pregunté.
Godot levantó la mirada sin mover la cabeza, e hizo una mueca cuyo significado traduje como: «supongo que no pretenderá una respuesta». Por suerte llegó la mesonera y aproveché para romper la incomodidad del momento pidiendo un capuchino. Entonces Godot, sin quitar la vista de los periódicos que subrayaba empezó a decir:
― "Asesinó a su concubina y la escondió en el tanque de agua" (en Maracaibo). "Cuarenta y ocho asesinatos el fin de semana (en Caracas)". "Policías involucrados en el tráfico de drogas (en México)". "Desmantelada banda de asaltantes de bancos, se incauta un arsenal de guerra (de nuevo en Venezuela)". ¿Se le puede llamar a esto civilización? ― pregunta mi amigo Godot, mientras sigue hojeando la prensa.
― Uhm…, tú y yo, sentados aquí, tomando un capuchino y leyendo la prensa en este Malecón regenerado, nos vemos bastante civilizados. ― Le respondo con ánimo ligero.
― No me sorprende que usted sea un sociólogo de café, de los que suponen que la civilización es un estado evolutivo que deja atrás para siempre al salvajismo y la barbarie como si fueran estadios que, al superarlos, caducaran, así como el recién nacido no puede volver a entrar al útero. Eso vale para algunos estadios o desarrollos biológicos y no para entelequias como "la civilización" o "la evolución social". La civilización conserva su propia barbarie transformada, a veces a acicalada, otras veces enmascarada, pero barbarie el fin. La civilización es una pretensión que en sí misma de nada sirve si cada uno de sus miembros no sigue un personal y adecuado proceso civilizador. La civilización está llena de psicopatía.
― Si los psicópatas son salvajes y la civilización está llena de ellos, luego, la civilización no es civilizada.
― A eso me refiero cuando digo que la civilización es una pretensión. Es el proyecto que un grupo de personas asume como meta; pero en ningún caso es un hecho, en todo caso es un derecho.
― Por ello no existe civilización sin jurisprudencia, sin poder judicial, sin jueces, sin policías, sin cárceles...
― Va mejorando ¿Recibe clases intensivas?
― Viniendo de usted, lo tomaré como un cumplido.
― Preste oídos a esta noticia del diario Clarín de Buenos Aires fechada el 19 agosto 2010: «Corrió a una mujer que robó una cartera y la mató a golpes. El atacante llamó a la policía y quedó detenido. Tiene 29 años. Oyó los gritos de una mujer a la que otra mujer asaltaba en la calle y salió a correr a la delincuente. Alcanzó a la ladrona y le dio una paliza. La víctima fue internada y murió»
― En buen lío se metió el muchacho. Para impedir un delito terminó cometiendo otro.
― La cuestión es: ¿la acción de perseguir a un maleante que conlleva a la muerte del maleante, es un acto civilizado o una barbarie? ¿Fue heroico o fue un delito lo que hizo el muchacho? ¿Merece un premio o un castigo, una medalla o la cárcel?
― No es correcto tomar en propias manos la ley.
― ¡Fácil decirlo! En especial para aquellos que nunca toman nada en sus propias manos. ¡Síndrome Poncio Pilatos! ¿Y qué con la conciencia del valiente defensor de la asaltada? ¿Qué decir del proceso civilizador personal de ese muchacho de 29 años? ¡Piénselo! De haberse quedado parado ante el asalto, viendo como robaban a la muchacha sin hacer nada, ¿es justo que luego se recrimine a sí mismo por indolente, negligente, inhumano y cobarde? ¿No son la "empatía" y la "solidaridad" características que diferencian a un ser civilizado de un psicópata? Ahí está el problema de la civilización, al igual que diría Goya, «el sueño de la razón produce monstruos», vale decir que «el sueño (o la pretensión) de civilización produce monstruos», y estos monstruos siempre serán inevitables. No habrá posibilidad para que la civilización llegue a ser tal sin hacer un esfuerzo máximo para defender los casos excepcionales. La civilización pretende ser ley, y ya sabemos que la excepción confirma la regla.
― ¿Está tratando de decirme que todos esos asesinatos y delitos de los que hablan los periódicos son monstruos paridos por el proceso civilizador?
― Yo no "trato" de decir nada Doc. Sólo digo lo que digo, el que tenga oídos que oiga y quien tenga razón que entienda. Además le diré que sobre este tema ya Dostoievsky lo dijo todo en "Crimen y castigo": Raskolnikov cree hacer justicia cometiendo un crimen. Pero Dostoievski logra que esta aparente paradoja no sea tal, al distanciar, en la obra, el momento en que Raskolnikov reflexiona sobre el derecho que pueden tener algunos hombres superiores a cometer crímenes en pro del bienestar de la sociedad, del momento en que Raskolnikov es atormentado por el arrepentimiento. Pareciera que Dostoievski quisiese remarcar la evolución psicológica de Raskolnikov. En un principio el héroe se siente un ser extraordinario, superior, con derecho a pensar las leyes en forma rígida y, por sobre todo, creyendo que puede estar por encima del castigo; pero, al sobrevenirle el arrepentimiento, se derrumba la ilusión y toma conciencia de pertenecer al tipo de hombre ordinario que tanto desprecia: un simple mortal.
― Si, claro. Este proceso evolutivo del funcionamiento de las leyes en la mente humana lo hemos definido en nuestra Escuela como parte del desarrollo de la personalidad. Alrededor de los cinco años el niño inaugura su estructura legal mental e irá archivando las primeras leyes básicas, ordinarias y rígidas; estos primeros principios legales los denominamos "Protonomos". Estas proto-leyes siguen inscribiéndose en el niño hasta, más o menos, los 10 años de edad, momento en que se instaura la Auto Conciencia de Muerte (ACM). Antes de los 10 años el niño puede pensar que el castigo es eludible, pero al activarse en él la Auto Conciencia de Muerte el castigo se hace inevitable y fatal (ahora la muerte, como juez, es omnipotente y omnipresente). A partir de ese momento el mandato legal será inexorable y por ello se hace necesaria una mayor elaboración del código legal para permitirse un espacio de acción sin infringir las leyes; así nacen las "excepciones" que no son más que leyes específicas para un tiempo y espacio determinado, para una situación determinada; estas supraleyes las denominamos "Supernomos". En otras palabras, de cinco a diez años el niño aprende la proto-ley: «No matarás». Y después de los diez años el niño aprende la supra-ley (o excepción): «A menos que seas un soldado en el frente de guerra». Dostoievski, con su agudeza científica pareciera querer representar esta evolución del código legal mental a través de las reflexiones de Raskolnikov, pero, además, incluyendo la limitante de que la ética personal no puede contrarrestar la jurisprudencia reinante. En otras palabras, pareciera que cuando Raskolnikov siente la capacidad de poder crear excepciones no tiene en cuenta que éstas también son leyes, y sólo después toma conciencia de la inexorabilidad del castigo mortal (se siente enfermo, se enferma de verdad), y cuando se entrega a la policía (sin necesidad puesto que no había pruebas en su contra y otra persona se había declarado culpable) está melancólico, ofuscado por su Auto Conciencia de Muerte (ACM).
― Por eso me gusta hablar con usted, cuando tiene razón (las pocas veces que la tiene), tiene razón.
― Con lo dicho, Godot, ¿Te atreves a asentar tu opinión sobre la naturaleza humana? ¿Es la naturaleza humana esencialmente buena o mala?
― Los conceptos de bueno o malo pertenecen a la civilización y llevan implícita las virtudes de respeto y colaboración entre los de la misma especie. La naturaleza humana es salvaje y necesita de un largo proceso educativo para civilizarse. ¿Estaba bueno el capuchino?
― Si, exquisito, y la tostada también, gracias. Lindo el "Malecón 2000" de Guayaquil ¿verdad?
― Excepciones Doc, excepciones.
Caminerias

― Si, lo sé. He paseado por las zonas que, por contraste, pudiéramos llamar "degeneradas" y he visto el peligro, la desidia, la psicopatía reinante, el miedo, el desorden. Pero reconoce que la "regeneración urbana" de Guayaquil demostró hace tiempo ya que no era sólo un impulsivo entusiasmo fugaz. Se ha mantenido por años y continúa, lo que aquí sucede merece ser cátedra para Latinoamérica, en especial por haber incluido en el proceso nuevas leyes edificantes que castigan la desidia.
― Esta idea es buena, es cuestión de insistir, insistir e insistir, como diría mi amigo Og Mandino. ¡Larga vida a la Regeneración de Guayaquil!
― Que así sea. ¿Oye, no te queda una de esas cervezas heladas para brindar?
― El bar siempre está abierto Doc, siempre está abierto…

La Guayaquil regenerada: impecable.