sábado, 2 de julio de 2011

Consulta Portátil de Psicología en Lima (2) El convivir

Los colores de Lima

Camino por Miraflores y miro la maravillosa puesta del sol desde el malecón, el mar se oscurece y el cielo se enciende de rojo, naranja y amarillo con sombras ocres donde hay nubes. Pienso: «El Dorado se encuentra en el cielo de Lima al atardecer».
Minutos antes miraba la costa, las olas que se deshacen en espuma al terminar en la playa de tres arenas, la blanca de escarcha de conchas marinas, la gris de polvo volcánico y la parda de tierra de río adentro. El color local de Lima es de todos los colores en su cielo, en su costa, así como en su gentilicio de peruanos de la sierra, peruanos del norte, peruanos del sur, gente de costa, gente de cordillera nevada, gente de selva amazónica, todos juntos, pero no revueltos, pero todos… limeños.

La pérdida de la inocencia

«Sendero Luminoso fue la última terrible lección, los peruanos perdieron la inocencia y saben cuál es el reto».
Así me resumió la conciencia política-social del pueblo del Perú la casera que nos hospedó en Lima, una mujer fenomenal, diligente, agradable, culta y pendiente de ayudarnos y facilitarnos todo, y que, si no nos dedicó aún más tiempo, fue porque tenia claro que primero estaba su hija: una niña que había adoptado en la sierra.
Aquella frase la fui entendiendo luego en la sonrisa dispuesta del que me saludaba en la calle, en la buena voluntad de los policías por ayudarnos a encontrar una dirección, en la cortesía de la gente, en lo trabajadores que son los limeños que, a su vez, son la síntesis de todo el Perú, gente que sabe tratar con los peregrinos porque a su vez han sido (alguna vez) forasteros en Lima, porque los limeños son una hermandad de peruanos que, provenientes de todas las provincias, han venido a buscar su pedazo de "Tierra del Sol" y para ello han aprendido a «convivir» (verbo que merece comillas por significar mucho más de lo que se da por entendido).
La armonía entre personas de diferentes costumbres, la voluntad y capacidad de trabajo cooperativo, el respeto por el otro tal cual es, son características de una sociedad psicológicamente sana. La limeña se me propone como una cultura sana, portadora de esa docta salud asentada sobre la experiencia de la aculturación entre gente del mismo país.

Babel con traducción simultánea

En la Feria de comida en Plaza Italia,
 conviven todos los colores, gustos y sabores del Perú.
Muy otra habría sido mi visión de Lima de no haber nunca escuchado hablar de Ludwig Josef Johann Wittgenstein, el hombre que se atrevió a proponer que la filosofía debía ser terapéutica y cuyo campo de acción sería: desenredar las dificultades de comunicación entre los diferentes y personales lenguajes consecuentes al mundo propio de cada interlocutor. En otras palabras, Wittgenstein fue un filósofo que se atrevió a decir que uno habla y piensa de acuerdo a la vida que le tocó vivir. ¿Otro descubridor del agua tibia? Me gusta pensar que no. Que fue alguien que sintió y experimentó las dificultades que se presentan cuando nos comunicamos entre culturas, entre vecinos, entre pueblos, entre etnias, entre individuos con experiencias personales tan disímiles a las nuestras como para parecer de planetas diferentes. Y me viene a la mente Wittgenstein en Perú porque Lima es la parte angosta de un gran embudo por el que se colaron culturas, sabores y colores diferentes para mezclarse en un curry folklórico donde sólo una homeostasis utópica (que ni Tomás Moro habría podido imaginar) permite la convivencia.
Todo terapeuta debiera evaluar en el psicodiagnóstico de su paciente estos rasgos de vida en comunidad, porque el hombre debe curarse de rencores y atesorar su originalidad sin transformarla en diferencia con los demás…

El embudo étnico

En nuestra búsqueda de materializar el modelo de «Ciudadano del mundo» Lima se presenta como «un lugar interesante que merece toda nuestra atención» (como dijera Darwin de las Galápagos cuando vislumbraba la evolución).
Lima es la Meca de la inmigración interna peruana, la gente pobre de la sierra, de la amazonía, de la costa norte y sur, se volcó a la capital en busca de mejoras, la ciudad creció y creció y sigue creciendo, y la gente de pueblo se unió a la de otros pueblos creando un pueblo de pueblos (esto parece una repetición histórica de origen genético por el antecedente de la cultura Inca, que llegó a colonizar todas las demás culturas respetando y manteniendo la mayoría de sus tradiciones, folklore y hábitos). Y es que en la Lima actual viven juntos pero no revueltos, y este fenómeno multiétnico interno de colaboración entre vecinos de diferentes culturas que se saben peruanos de origen y limeños por convicción (es más, pareciera que el “ser limeño” quisiera decir: ser de muchos orígenes, porque Perú es como una confederación de micro naciones) nos puede enseñar mucho sobre el modelo que buscamos de «Ciudadano del mundo», porque Lima es «un mundo de gente viviendo en un gigantesco pueblo».
En Lima me dio la impresión (que luego comprobé entre los mismos limeños) de que los inmigrantes extranjeros se adecuaron voluntariamente y con gusto a la vorágine multiétnica que esculpe la esencia del limeño, sin sentir que por ello perdían alguna originalidad. Un ejemplo representativo de este fenómeno son los restaurantes chinos denominados "Chifa", fusión gastronómica chino-peruana, con rasgos que la distinguen de las demás culinarias de origen chino. Resulta curioso que los inmigrantes chinos, en general, pasaran por un proceso de inmigración interna dentro del Perú para llegar a Lima. Cuentan que los primeros registros de la actividad "Chifa" datan de los años 1863 y 1874, en las ciudades de Camaná (costa sur peruana) y Huánuco (centro oriental peruano) respectivamente, y para cuando se instalan en Lima a principios de 1900 ya han logrado una fusión cultural que les permite entrar a la capital como otro inmigrante más del interior peruano. En la actualidad se calcula que sólo en la ciudad de Lima existen unos cinco mil "Chifas".
Ser «criollo» en la mayoría del continente americano significa pertenecer a una cultura derivada de varias razas.
Ser «criollo» en Lima es pertenecer a una raza con varias culturas.
Lima tiene esperanzas muy especiales….pero el camino de la esperanza puede ser especialmente sombrío.


Perú y la tentación Utópica

Huaca Pucllana,
linaje vigilante en el centro de Miraflores

Ser un pueblo de pueblos no es tarea fácil, la necesidad de equilibrio es extrema y se necesita mucha organización para lograrlo; y al recorrer la avenida Abancay se siente que el proyecto peruano de unificación social y económica está en la cuerda floja, el caos vial y peatonal y los grandes contrastes presentes en sus pocas cuadras de longitud vaticinan que Perú pudiera pasar por varias desilusiones antes de lograr enrumbarse hacia el bienestar. La clara conciencia política contenida en la frase de mi casera limeña, «Sendero Luminoso fue la última terrible lección, los peruanos perdieron la inocencia y saben cuál es el reto»; se torna vulnerable ante el alto índice de desigualdad que favorece a la tentación del «comunismo utópico» que, a sabiendas de que en río revuelto se pescan peces, teje pacientemente sus redes en espera del momento preciso para aprovecharse del desesperado. Terrible tentación la del camino que conlleva a la «desilusión comunista». ¡Qué cómodo es imaginar que la solución está en hacer borrón y cuenta nueva! ¡Qué terrible y funesta fantasía! ¡Lo poco existente derrumbado por fantasear con el mito del Fénix!
Imagino, o quiero imaginar que un pueblo experimentado y hacendoso como el peruano no otorgará más que un «¡Vade retro Satanás!» a la simplona idea del empezar de cero, a la irreal fantasía del comunismo radical que desde principio del siglo veintiuno ha vuelto a vender acicaladas esperanzas en Latinoamérica.

La lotería comunistoide de Latinoamérica

Los pueblos de baja autoestima terminan fantaseando espejismos comunistoides. Cuando nos damos por vencidos, cuando somos aplastados por la resignación a la propia incapacidad, es fácil caer en la tentación de proyectar la culpa afuera y que se nos ocurra que eliminando la comparación con los que le va mejor se remediarían todos los males, y es que por matemática simple (e ingenua) se puede imaginar que si estuviésemos nivelados a cero ya no habrían números (ni positivos ni negativos). Es defecto mórbido de la matemática psíquica que restar sea más fácil que sumar, y así, al ser todos (hipotéticamente) igualados como sardinas en un cardumen, desaparecería el complejo de inferioridad (las sardinas no se sienten inferiores ante las demás sardinas porque sólo son lo que son: sardinas). El problema del argumento salta a la vista: los humanos no somos sardinas.
En Latinoamérica se venía rifando una utopía, el pensamiento mágico de gente cansada de su propia realidad y con la autoestima por el piso eligió por la lotería y… ganó Venezuela.
Es sabido que la ludopatía aumenta proporcionalmente a la disminución del amor propio, que la venta de loterías crece en épocas de vacas flacas, que la gente apuesta más cuando el premio es mayor; y en este caso el premio era tan inmenso como lo puede ser una utopía, los venezolanos compraron casi todas las fracciones y ganaron el premio gordo: Chávez.
Hoy, Ollanta Humala es presidente del Perú. Corren rumores de su compadrazgo con Chávez y cuando el río suena piedras trae, y en este caso serían rocas, de otrogar amnistía a Abimael Guzmán. A cada pueblo le corresponde recordarle a su presidente que es un empleado del pueblo y no el dueño del país. Mis mejores deseos de que la memoria de lo que fue sendero luminoso logre sobrevivir y haga cátedra, olvidar sería nefasto.