jueves, 5 de enero de 2017

Consulta Fattorello en el Multiverso. Sobre la Educación Perdida.

Mario Fattorello
LAS MAESTRAS HISTÉRICAS
En la vida se aprende de muchas maneras y siempre se aprende algo aun sin darnos cuenta. De mi madre aprendí que la directora del colegio nos gritaba desde la altura de sus tacones altos y con su mirada inquisidora detrás de sus lentes puntiagudos, porque era «una maestra italiana muy exigente». Luego, mucho antes de leer a Freud, descubrí que la directora del colegio nos gritaba porque era una solterona histérica. Y hace poco tiempo me convencieron, aunque me costó creerlo, de que no todas las maestras de escuela gritan, ni son histéricas.

UN MONTÓN DE TIEMPO PERDIDO
Fui educado para ser lo que nunca tuve que ser.  Las cosas han cambiado radicalmente desde que iba a la escuela. Mis maestros, profesores y padres murieron y no tengo noticias de que hayan recibido algún trato especial en el más allá por comportarse de la forma que ellos creyeron correcta y que, por supuesto, me enseñaron. Casi no los visito en el cementerio. De niño me prohibían ver películas de terror cuyas escenas solían representarse en lúgubres cementerios, supongo que entenderán (mis padres) que después de haber disfrutado enormemente viendo películas de terror a escondidas y temblando por las sombras que emergían de las lápidas y los mausoleos tanto como por el miedo a ser descubierto trasnochado frente a la tele por ellos (mis padres), supongo, repito, que entenderán (mis padres) que no le encuentre mucho sentido a visitar tumbas en el cementerio.

INFORME SOBRE CIEGOS
Fui criado en un mundo en el que la masturbación era el origen de los ciegos. Nunca le confesé a mis padres ni a nadie antes de hoy, el pánico que sentía cuando veía un ciego con su bastoncillo blanco en la calle. En primer lugar le tenía miedo por pensar que el hombre era tan perverso que podía ser peligroso y de última me daba pánico pensar que por algún motivo desconocido, el destino todavía no se había cobrado mi visión. Es horrible ser un criminal prófugo de la ley, siempre a la espera de ser pillado.

APRENDER A MATAR GENTE
Crecí en un mundo con muy pocas películas de TV y la mayoría eran de guerra. Me enseñaron que la guerra era romántica porque mis padres estuvieron en la guerra. He sacado cuentas que me hacen sospechar que mi padre fue un desertor, claro está que de eso jamás se habló en casa, pero tal vez sean imaginerías mías, simplemente hoy me sentiría más orgulloso de ser hijo de un desertor que de un soldado matagente, insisto, ¡cuánta educación perdida!

LA ENSEÑANZA DE LA ETERNIDAD
Me enseñaron a que las cosas mientras más tiempo duraban eran mejores como cierto tipo de ollas de cocina que mi madre nunca tuvo y que la gente decía que eran eternas, tanta educación sobre la eternidad de las cosas para luego enterarme que la existencia de la humanidad depende de la obsolescencia.

EL TABÚ DEL APRENDIZAJE
En mi educación, la homosexualidad era un mito, y yo particularmente lo creía un mito griego, con lo cual el asunto pasaba de ser una vergüenza social inocente a ser una rareza histórica. Cuando niño jamás vi nada extraño entre Batman y Robín, además ¡De los superhéroes nunca se sospecha nada! Muchos amigos se han reído de mí cuando les cuento que aun habiendo presenciado durante mi adolescencia un concierto de los Queens, hasta mis 20 años ni siquiera tuve la suspicacia de sospechar que Freddy Mercury fuera gay. En mi primera educación los gais no existían. Yo no era homofóbico porque no podía tener miedo a un mito griego. Pero, y aquí viene la incongruencia educativa, yo creía que los secretos debían reservarse para cosas realmente importantes, y nunca terminé de entender por qué se escondía así a la homosexualidad, siendo simplemente una diversidad más del mundo. Para entender este tipo de educación es preciso tener en cuenta que mis padres hablaban de los ángeles de forma concreta y real mientras que en relación a la homosexualidad eran agnósticos. La verdad es que entonces comencé a pensar mucho en los absurdos como eso de que fuera delito que dos hombres se amaran pero no era delito que muchos hombres se odiaran y se mataran en las guerras. Pero mis padres habían vivido la guerra y lo peor es que los italianos, a pesar de ser reincidentes perdedores de guerras, se sienten orgullosos de ellas, por lo que me estaba prohibido hablar de pacifismo y así terminé aceptando que las guerras eran una «romántica licencia para matar» como la de James Bond.
Mario Fattorello

PROFESORES CURAS
Es rocambolesco estudiar en un colegio de curas. A las ocho de la mañana te enseñan el método científico y a las 10  tienes clases de catecismo. En la misma aula donde te explican la tabla periódica te aseguran la existencia de la consubstanciación a través de la cual se resuelve el asunto de que Dios, Cristo y el Espíritu santo son lo mismo ¡Qué claridad de pensamiento! No recuerdo que alguna vez algún profesor nos haya preguntado «¿Alguien está confundido?».
Seguramente la educación tenga sus momentos graciosos, yo me los debo haber olvidado.

EDUCACIÓN SEXUAL
Pero ahora suavicemos este discurso con algo más ligero. Lo más fácil es aprender sobre sexo, porque uno ya nace sabido, bueno, por lo menos yo. Cuando mi primera «chica de cerca» me preguntó si ya lo había hecho, yo respondí «Uff, estoy cansado de hacerlo», y bueno, al final no se quejó de nada, así que supongo que en realidad lo sabía hacer por naturaleza. En la vida también se aprende que no toda mentira es mentira. Pero más tarde que temprano, para mí, se aprende que no toda verdad es cierta.

EDUCACIÓN PARA LA PERDICIÓN
El título de este escrito es «La educación perdida», queriendo literalmente referirme a la educación que se perdió, que desapareció, que donde estuvo ya no está. El título no pretende ser una queja, como si de haber perdido algo valioso se tratara, pero tampoco es una recriminación, como sugiriendo que hubiere sido mejor no haberla tenido. Aquí no se trata de si fue una buena o mala educación, sólo se trata de su «perdición» ¿Me explico?

LA VERDADERA DIVERSIDAD
Una educación que hubiera querido que nunca se perdiera, es la educación callejera que promovía la diversidad (y esto a pesar de la gran censura de la época). Durante la infancia y bien entrado en la adolescencia cada persona, para mí, era un fenómeno. En el colegio había un cura que no usaba interiores y se acomodaba todo el asunto de lado, llegándole a diez centímetros de la rodilla, le llamaban “Padre manduco”, la cosa era obscena, pero también graciosa y hasta emblemática. Pero lo trascendente es que el cura, a sabiendas de su sobrenombre y supongo que orgulloso del mismo, nunca usaría interiores, ni trataría de disimular el asunto, al contrario, creo que todos pensábamos que lo exageraba. En el mismo colegio había una chica que en clase de deportes usaba unos jeans recortados como super-hot-pants y luego se sentaba en el pasillo en la posición del loto. Sentarme frente a ella fue mi mejor lección de puericultura, pero extrañamente, algunos la tildaban de «puta», para mí era la chica más bella del mundo. Recuerdo un señor que, supongo, habría trabajado mucho bajo el sol porque tenía miles de arrugas en las manos, el cuello y la cara; el señor se llamaba Mario como yo. Era el hombre más alto que yo jamás haya visto, para mí el hombre más alto del mundo. Un fenómeno. Yo pensaba que cuando fuera mayor quería tener tantas arrugas como él ¡Qué valores aquellos! Mujeres barbudas, hombres topo, rusos comegente, anarquistas, carniceros mancos que habían perdido la mano en la moledora de carne, el mundo estaba lleno de diversidades y cada una de ellas tenía su valor por original. Entiéndanme, con una educación así no puede sino resultarme aburrido el actual mundo donde todos tratan de semejarse y en el que los diferentes son execrados hasta obligarlos a ocultarse.
Y así continúa la lista de educaciones perdidas por desuso. Me enseñaron a socializar y ahora vivo en un mundo superpoblado donde estar solo es casi imposible. Por otro lado, un lobo estepario era símbolo de sabiduría y originalidad y ahora es considerado sospechoso de subversivo radical o un desadaptado.
Me enseñaron a ser reservado y ahora hasta Jesucristo tiene Instagram.

Y SEGUIREMOS PERDIÉNDONOS
Y una de las enseñanzas que tuve que perder a voluntad fue la de que los jóvenes debían imitar a los mayores, puesto que ahora son los mayores los que se disfrazan de jóvenes. Sí, antes se hablaba de respetar a los viejos, ahora sólo se aprecia a la juventud y todos los demás son pobres que no pueden pagarse la cirugía plástica. Supongo que en este asunto influenciaron mucho los cómics, los superhéroes de las historietas que, como todos fuimos viendo, nunca envejecieron.
Mario Fattorello
Y ahora estoy aquí, escribiendo este escrito demasiado largo que muy pocos leerán porque los argumentos de más de 140 caracteres están fuera moda. Me pregunto ¿De qué me vale hoy poder recitar de memoria la Divina Comedia?