(«Ve Nápoles y luego muere»)
Yo creo que la sentencia amerita un ultimo significante que resignifica la frase: «di noia». «Vedi Napoli e poi muori di noia» («Ve Nápoles y luego muere de tedio»).
¿La razón? Nápoles es una ciudad absolutamente ilógica y por lo tanto muy humana, y ser “humano” consiste en buscarle sentido a la vida, y la alegría es inherente a la vida sensata. Nápoles es la alegría encarnada en ciudad, de haberlo permitido la historia, Hemingway habría escrito «Nápoles era una fiesta»; pero razones obvias le otorgaron el privilegio a Paris. Sin embargo queda un premio de consolación y es que la fiesta de Paris ya se acabó, mientras que Nápoles sigue festejando valientemente. Y el “valientemente” no es una errata, no puede ser menos que valiente la juerga constante que los napolitanos mantienen (a pesar de su fervor religioso-mágico y por ende el temor al pecado) a la sombra del Vesubio y a pasos de la Pompeya que les recuerda a cada momento la envidia de los dioses y la ira que en ellos desencadena la alegría humana. Los napolitanos no le temen al castigo volcánico porque con su alegría se sienten a su vez volcanes capaces de retar a las erupciones moralizantes. Y escribiendo esto me viene a la memoria una frase de Saramago en el libro “La balsa de piedra”: «El mundo de la alegría tiene su propio y diferente sol».
De tener el tiempo y la inspiración yo escribiría un ensayo intitulado: “Nápoles es una orgía antropo-geológica”.
A diferencia del norte de Italia, las mujeres napolitanas son muy femeniles y no por ello menos hacendosas, diligentes, sino simplemente más representativas de un rol genérico definido. Sofía Loren no podría haber sido sino romana criada en Nápoles.
Nápoles hace (por comparación) que el resto de Italia parezca tediosa.
Una ciudad hecha de gente
A diferencia de la mayoría de las ciudades italianas, Nápoles no brilla por su pomposidad arquitectónica, sus monumentos colosales o la fastuosidad de su riqueza. Nápoles es su gente, y es que el fervor expresivo del napolitano no deja cabida a nada más, su alma expansiva lo abarca todo con sus exclamaciones deslumbrantes, sus poesías cotidianas llenas de sustancia afectiva, su pasión por el canto arrabalero, la música festiva, el teatro hecho de sangre sudor y lágrimas, el chiste rápido, la lengua exaltada: un napolitano se expresa de tal manera que parece tres personas al mismo tiempo.
Todas las ciudades en que he visto hileras de edificios con la ropa tendida al sol en los balcones me han dejado una impresión de descuido, pobreza de bolsillo y de alma, una desazón ciudadana. En cambio en Nápoles, la ropa tendida al sol en todos los edificios de una calle (y así en la mayoría de las calles) es parte de la cultura y la sensación resultante es la de estar disfrutando de un pintoresco cuadro Naif. Nápoles es una ciudad hecha de gente y su gente está hecha de adjetivos.
Un napolitano me comentó:
«La facilitá d'aproccio fa paura a la persona secca, fredda del norte, che forse é solo tímida, é cosí l'aproccio rappresenta espontaneitá e valentía» («La facilidad de acercamiento da miedo a la persona seca y fría del norte, que tal vez es sólo tímida, así el acercamiento representa espontaneidad y valentía»)
A Napoli non si e stati se non si mangia a Nennella.
(A Nápoles no se ha estado si no se come donde Nennella)
Nennella, ícono de la napoletanitá |
En Nápoles (más que en cualquier parte de Italia) no son los tragos el pretexto de reunión entre amigos sino la comida, y si es buena y barata mejor (a diferencia de los italianos del norte, los napolitanos no se avergüenzan de regatear). Siguiendo con la licencia hemingwayana que me permití en este post, se me ocurre que en Nápoles lo flemático del Harry's Bar de Hemingway se trasmuta en un ambiente de exclamaciones altisonantes, espontaneidad, amistad fácil, «gioia d'esser vivo», toda una explosión de alegría capaz de derretir la roca basáltica (sin miedos a represalias vesuvianas). Y es que hasta en esto la diferencia, entre el “Paris era una fiesta” y el hipotético libro que pudiera haber escrito Hemingway sobre Nápoles, la marca el paso del tiempo: en los Harry's Bar actuales un sórdido whisky cuesta 20 euros mientras en la trattoría Nennella una abundante y suculenta cena para dos con un litro de vino de la casa cuesta lo mismo ¡Cuanta falta le hace a cada lugar del mundo un Nápoles!
¿Recitando? en Nennella |
En la anatomía italiana Milano es el cerebro; Florencia y Bologna, en el tórax, son sus pulmones; y (tal vez un poco desalineados en el mapa) Roma es su indiscutible corazón y Nápoles el hígado del sistema visceral italiano. Innumerables estudios y leyendas han relacionado al hígado con la envidia, y decisivamente Nápoles es el centro italiano de la envidia; aunque está en discusión la dirección de la misma: los italianos del norte dirán que Nápoles los envidia; los napolitanos dicen ser la envidia del mundo. Bueno, en cualquier caso, es natural que todo hígado esté acompañado de la bilis.
Napoli desde la costa, desde el casteldell'ovo |
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