lunes, 30 de diciembre de 2013

Ciudad Ojeda (2) Sobre el anti-ciudadano del mundo

EL ANTI-CIUDADANO MUNDIAL

En el fondo siempre sospeché que en mi búsqueda del «ciudadano del mundo» encontraría primero su antítesis: el «anti-ciudadano mundial». Este asunto de encontrarse primero con lo opuesto es usual en las búsquedas. Ya me había sucedido, por ejemplo, que al buscar la pareja de mi vida me encontrara primero (y en repetidas ocasiones) con la pareja de la vida de otro.
En el estado Zulia de Venezuela encontré un gentilicio con la capacidad de dar la espalda al mundo. Personas ajenas a los conflictos de la humanidad. Una idiosincrasia de vivir «aparte», que les permite ver el calentamiento global, el pensamiento verde, la conservación ambiental, como intereses ajenos originarios de «otras partes». Este gentilicio ha desarrollado la habilidad de aislarse del interés común como si la humanidad perteneciera a otra especie lejana geográfica y genéticamente. Este egoísta linaje zuliano logra vivir desentendido de los lenguajes universales, no sabe y no le interesa saber sobre capas de ozono, o especies en extinción, o reciclaje de la basura, y por ello viven en islas personales en las que ya no hay iguanas porque las matan en período de reproducción para comerse sus huevos, y donde cualquier suelo es bueno para tirar la lata o el vaso de plástico. 
(En el estado Zulia se acostumbra a comer iguana. La época preferida para cazarlas es el mes de enero porque las iguanas están cargadas de huevos (enhuevadas). Mi amigo Godot se encontró con un lugareño que le comentó que ya no se conseguían iguanas. Godot le preguntó «¿Por qué enero es el mes preferido para cazarlas?» A lo cual el lugareño respondió «en enero las iguanas están enhuevadas. Lo huevos son lo más sabroso». A esto mi amigo Godot responde «¡Qué astutos! ¡Váyase a saber por qué escasean!». El lugareño asiente con resignación ante el comentario de Godot «¡Sí, es un misterio de Dios!».)
Resulta entendible (aunque pueda parecer paradójico) que este tipo de carácter tenga la predisposición a ser demagógico criticando al vecino de la izquierda que le tira la basura en su patio, al tiempo que ellos mismos tiran sus desperdicios al patio del vecino de la derecha. Cada quien se deshace de su inmundicia arrojándosela al otro. Y se gritan «¡Sucio! ¡Cochino!» unos a otros desde la más alta cima de su pocilga.
Pero no se crea que lograr tal aislamiento egoísta sea cosa fácil o gratuita. Tal actitud implica grandes esfuerzos y entre ellos el primero es el de no tener juicio propio sobre cosa alguna de carácter social. Temas como el derecho a la eutanasia, la protección ambiental, la ley de desarme, el aborto, los derechos de los homosexuales, la legalización de la marihuana, Greenpeace, son tabúes que no se tocan y que si llegan a encontrárselos de frente, cada quien estará dispuesto a defender su posición de no tener posición vociferando al viento «ya todo está escrito en la Biblia y si no lo está debería estarlo, en fin, no es mi problema» (esta gente cree en un dios responsable de cuanto pasa, un dios-chivo-expiatorio).
El anti-ciudadano del mundo asegura que los otros (la humanidad) están puestos en el mundo para hacer lo que él no hace. Es por ello que se siente con todo derecho a echar la basura donde le plazca porque «ya habrá alguien que la recoja». El anti-ciudadano del mundo se siente con derecho de comerse cualquier animal por más amenazado de extinción que se encuentre porque piensa «ya deben haber muchos que no se lo comen e impidan que se extingan». El anti-ciudadano del mundo supone que en «alguna otra parte» alguien se encargará de reproducir las iguanas (en probeta) mientras él las mata en su época de reproducción para comerse los huevos. En «alguna otra parte» alguien debe estar limpiando el océano para que siga siendo azul y por ello él puede limpiar el motor de la lancha con gasolina en la playa, o echar al lago de Maracaibo el kerosén con el que limpian las gabarras petroleras, al tiempo que, desde tierra, se echan al mismo lago todas las aguas cloacales, y todo esto sin resquemor alguno de conciencia porque piensan «ya se encargarán los gringos de otra parte de descontaminar la mierda antes de que les llegue al cuello».

Pero no sólo los excrementos del anti-ciudadano del mundo afectan a la humanidad. La falta de empatía (no me cansaré nunca de repetirlo) es el enemigo número uno de la humanidad, no tanto porque el egoísta no se ponga en los zapatos del otro sino porque piensa que el otro sólo existe para servirle de zapatero a él. Y en este gentilicio del que hablo, el ejemplo más resaltante (por devastador) de amenaza al mundo es que siendo un pueblo que vive del petróleo además cree que le hace un favor vendiéndoselo, y, a veces, hasta se jactan de benefactores de la humanidad haciéndose los desentendidos cuando se les quiere hacer ver que la extracción del petróleo les cuesta 12 dólares por barril y lo venden a 100 dólares, o sea, con 833% de ganancia. Los países petroleros como Venezuela son los primeros generadores de pobreza en el mundo. Usureros todos. Pero es imposible que este gentilicio examine su conciencia porque el pobre que muere de frío en invierno por el prohibitivo costo de la calefacción a petróleo, o quien muere de hambre en el mundo por el encarecimiento de la comida debido al gasto energético, ese pobre muere en «otra parte» y no es su problema.
Tal vez sea lo anteriormente dicho la razón por la cual este gentilicio profesa el egoísmo que le transforma en anti-ciudadano del mundo. Tal vez sea su manera de escabullir su responsabilidad criminal. Y ahora que lo pienso, no deja de ser posible que en el fondo estos anti-ciudadanos del mundo escondan el secreto anhelo de abrazarse con el resto de la humanidad y sentirse parte del impulso que mueve la rueda del mundo, es muy posible que por las noches sueñen con ser Nelson Mandela, Gandhi o miembros de Médicos sin frontera, pero al despertar no pueden eludir la necesidad de vestirse de anti-ciudadanos del mundo para deshacerse de su auto-conciencia de criminalidad.
Siendo el «ciudadano del mundo» el prototipo de un ser empático, alegre y feliz; su antítesis «el anti-ciudadano del mundo» no podría sino ser egoísta, triste e infeliz. ¡Si! ¡Ahora estoy seguro! El anti-ciudadano del mundo debe soñar (en secreto) con ser lo que no es.

Mario Fattorello, hacer la cruz

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