¿QUÉ
SOMOS?
Tenemos una naturaleza moral pero también somos asesinos y hemos creado
convenciones sociales para que ambas cosas coexistan, y así, inventamos las
guerras para asesinar de forma moralmente correcta. Al igual que la
masturbación sirve para descargar la energía sexual mientras no alcance su
cauce normal, asesinamos en videojuegos para calmar los impulsos criminales circunstancialmente
domesticados.
¿QUÉ SOMOS?
Amamos
la libertad propia y tememos la libertad del otro. Inventamos la
propiedad privada y terminamos siendo pertenencia de nuestras pertenencias. Somos dueños de esto y aquello para remarcar al otro lo que no es suyo. Inventamos
países y fronteras para poder descansar de noche sin miedo de amanecer
desnudos. Nos tenemos miedo. Por
miedo nos consideramos todos humanos pero nos diferenciamos en todo lo que
podamos. Etnias, folklores, gustos, ideas, posesiones, moral, dioses, cualquier
cosa es buena para marcar diferencia y distancia de salvaguarda.
Confiamos en Dios y nos consideramos hechos a su imagen y semejanza; pero desconfiamos de nuestros semejantes que también son semejantes a Dios. Inventamos la libertad de expresión y culto al tiempo que creamos un código de lo que no se puede creer o decir. Los norteamericanos han disminuido tanto su persecución a los negros que hasta tienen libertad de ser presidentes, pero es muy improbable que le permitan creer que Dios le haya hecho a su imagen y semejanza. A veces pareciera que el ser humano pudiese considerarse como un ser cambiante pero esto está aún por comprobarse. Aceptar que Dios sea negro sería un paso adelante.
Confiamos en Dios y nos consideramos hechos a su imagen y semejanza; pero desconfiamos de nuestros semejantes que también son semejantes a Dios. Inventamos la libertad de expresión y culto al tiempo que creamos un código de lo que no se puede creer o decir. Los norteamericanos han disminuido tanto su persecución a los negros que hasta tienen libertad de ser presidentes, pero es muy improbable que le permitan creer que Dios le haya hecho a su imagen y semejanza. A veces pareciera que el ser humano pudiese considerarse como un ser cambiante pero esto está aún por comprobarse. Aceptar que Dios sea negro sería un paso adelante.
¿QUÉ SOMOS?
Le
tememos a la locura pero ambicionamos el poder a sabiendas de que el poder
enloquece. Para lidiar con estas dos tendencias contradictorias hemos creado la
política, una organización que intenta administrar la fascinación por el poder
desquiciante. Y hemos inventado la psiquiatría para administrar a los locos sin poder.
¿QUÉ SOMOS?
Inventamos
las prohibiciones a sabiendas que aumentan la tentación, y en este punto no se
aceptan justificaciones porque el asunto está claro desde que puso en aprietos
a Dios, Adán y Eva en el tiempo mítico del árbol del Edén ¿Qué hemos sido siempre?
¿QUÉ SOMOS?
Decimos
que amamos para ser amados. En el mejor de los casos amamos para amarnos.
Inventamos el altruismo para disfrazar el egoísmo. Somos altruistas porque nos
conviene, ayudamos en la esperanza de ser ayudados, y quien opine que no
pretende ayuda a cambio o que espera no necesitar ayuda, está confesando una
alteración narcisista de tal calibre que le inhibe del derecho mismo de opinar
Nos
esforzamos para ser públicos y luego reclamamos nuestra privacidad perdida, no
habiéndola perdido en absoluto (la privacidad), sino vendida a cambio de
publicidad.
Nos enorgullecemos de haber creado y poseer dos privilegios sobrenaturales: la matemática y el arte. De la primera nos enorgullece su exactitud y del segundo su particular imperfección perfecta por única y por lo tanto incomparable e incuestionable. Ambicionamos la perfección, pero, por no tener claro el concepto, nos resguardamos en el arte errático.
Nos enorgullecemos de haber creado y poseer dos privilegios sobrenaturales: la matemática y el arte. De la primera nos enorgullece su exactitud y del segundo su particular imperfección perfecta por única y por lo tanto incomparable e incuestionable. Ambicionamos la perfección, pero, por no tener claro el concepto, nos resguardamos en el arte errático.
Le
damos importancia a lo que nos hace sentir bien al tiempo que el dolor es la
manera por excelencia de darle importancia a algo. Lo que duele nos importa. Lo
que disfrutamos también. Todos queremos ser importantes. Somos importantes por
sufrientes y por gozadores, pero ¿qué es más importante? ¿Es importante lo que
somos? ¿Somos importancia?
¿QUÉ SOMOS?
Luego
está lo que empezamos sin que tenga valor empezarlo, ni continuarlo, sino terminarlo.
Dejarlo de hacer. Trabajamos duro y mucho para que algún día no tengamos que
hacerlo más. Vamos aprisa con la ilusión de poder ir despacio alguna vez. Nos
cansamos para poder descansar. Vamos a conocer la Torre Eiffel para dejar de
desear ir, para decir con alivio ¡ya la conocí!, para que nos deje de joder y
poder dejar de pensar en ella de una vez por todas. Nos sacamos una selfie con
el glaciar Perito Moreno a las espaldas para restarle importancia “ya lo
conocí, ahora puede desaparecer”. De muchachos ansiamos las vacaciones de fin
de curso, y al mes, extrañamos el colegio en el que fantaseábamos dichas
vacaciones.
Luego, más viejos, trabajamos toda la semana para descansar el fin de semana y recuperar fuerzas para seguir trabajando la semana siguiente, y esto se ha repetido tantas veces que ya no sabemos cuál de las dos cosas desempeñamos para lograr la que queremos.
Luego, más viejos, trabajamos toda la semana para descansar el fin de semana y recuperar fuerzas para seguir trabajando la semana siguiente, y esto se ha repetido tantas veces que ya no sabemos cuál de las dos cosas desempeñamos para lograr la que queremos.
En
invierno nos quejamos del frio y en verano del calor, en el otoño de la lluvia
y en primavera del polen, todo esto muy normal por natural, pero la cuestión es
¿hay algo de lo que no podamos quejarnos? Pareciera que no. Tenemos la
particularidad de ser suicidas. Al poder quejarnos de la vida misma ni siquiera
podemos decir que somos seres que quieren vivir.
SOMOS...
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