El surf casting…dicen que es una actividad muy relajada…nunca crean todo lo que le dicen.
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El surf casting
El surf casting es una técnica de pesca nueva para mí. No por
el hecho de pescar desde la orilla del mar sino por el método y la expectativa que
comporta este tipo de pesca.
¿Cómo llegué a ella? Pues como se llega a la mayoría de las
cosas: tropezando con ella. Por mucho tiempo me había llamado la atención esas
personas que veía en playas o rompientes con largas cañas esperando que algo le
picara, los había visto por montones en Argentina, muchos en Chile, por todas
partes en Italia y como pandemia en España, y la verdad es que las largas cañas
de pescar que utilizaban se me antojaban como disparatadas extravagancias.
Hasta que la curiosidad determinó que había llegado el día de
investigar de qué se trataba aquello y después de leer algunos artículos y ver
algunas películas en YouTube busqué tiendas online que vendieran el equipo
necesario; pero, cuando se es neófito en un tema hasta la más pequeña decisión,
como elegir entre un tipo de anzuelo u otro, se transforma en una confusión aturdidora.
Y entonces volví a leer, a preguntar, a buscar información de cualquier manera,
hasta que encontré en un sitio web venezolano (
http://www.pescaextremavenezuela.com/ ),
un intercambio de preguntas y respuestas en el que inusualmente el vendedor se
esmeraba en dar detalles sobre el uso de los artículos y la técnica del surf
casting. Supuse que el dueño de la tienda online estaría dispuesto a asesorarme,
así que hice clic en uno de sus artículos y le escribí explicándole mi intención de incursionar en el surf casting y que compraría lo necesario según su asesoramiento. La intuición no me falló. Me
encontré con Carlos Salazar, un
pescador dispuesto y para nada reticente en compartir sus experiencias y
conocimientos.
Una semana de largas conversaciones telefónicas me otorgaron las nociones necesarias para disminuir el miedo ante esta situación nueva de pesca (aclaro que no creo que los seres humanos le temamos a lo desconocido, sólo le tememos a lo conocido, lo que pasa es que sabemos que en las situaciones nuevas corremos peligro por inexperiencia).
Estaba decidido: la semana siguiente iría a probar el nuevo sistema con los equipos sugeridos por el colega.
Llegados a este punto debo aclarar que este post no pretende ser sobre surf casting , este artículo quiere tratar sobre la posición humana ante las situaciones nuevas.
Una semana de largas conversaciones telefónicas me otorgaron las nociones necesarias para disminuir el miedo ante esta situación nueva de pesca (aclaro que no creo que los seres humanos le temamos a lo desconocido, sólo le tememos a lo conocido, lo que pasa es que sabemos que en las situaciones nuevas corremos peligro por inexperiencia).
Estaba decidido: la semana siguiente iría a probar el nuevo sistema con los equipos sugeridos por el colega.
Llegados a este punto debo aclarar que este post no pretende ser sobre surf casting , este artículo quiere tratar sobre la posición humana ante las situaciones nuevas.
Situaciones nuevas:
terribles y fascinantes a la vez.
Tal vez esta ambivalencia se deba a que la inquieta "mente" humana supone que en situaciones nuevas se pueden presentar satisfacciones desconocidas, pero por otro lado el cerebro biológico, más estable, más conservador, prefiere las rutinas conocidas por saber que en ellas gastamos menos energía. Los desacuerdos entre la mente y el cerebro componen el drama de casi todos los capítulos de la novela humana.
Península de Paraguaná como escenario para la "primera vez" en surf casting
Explorando la península de Paraguaná... |
De por sí la planificación misma de la aventura era una
ambición descabellada: buscar sitios apropiados para una técnica de pesca
desconocida era una locura tan optimista que pareciera promesa de campaña
política, y aquí quisiera permitirme divagar un poco sobre esto de la locura de
las experiencias nuevas. Recuerdo que una pitonisa leedora del tarot me contó
que mi carta predestinada era "El Loco" porque, según ella, por ser
Aries mi signo zodiacal y por estar este signo al inicio del zodíaco las
experiencias nuevas iban a formar parte del orden del día durante toda mi vida
(según la pitonisa este sino se repotenciaba por ser Dragón en el zodiaco
chino, no recuerdo porque, pero creo que tenía que ver con que quien cree en
dragones debe estar loco, o algo así). La revelación se me volvió entusiasmo
cuando me explicó que "El Loco" en el tarot representa el principio
de todo: «para que algo exista, antes debe existir la idea previa de él y toda idea,
antes de volverse realidad, será vista como una locura». En fin, lo que quiso
decir es que: «todo invento primero pasa
por locura». Imagino que cuando Marconi comentó la posibilidad de
comunicarse a distancia deben haberlo llamado loco, y con el mismo término
deben haber sido enjuiciados los proyectos de Einstein, Graham Bell, Eiffel,
entre otros. A los que se abandonan a la comodidad de la quietud y el
sedentarismo no les debe gustar para nada los innovadores, no resulta pues sorprendente
que desde su cómoda poltrona los traten de denigrar y desanimar tildándolos de
locos (la locura es un calificativo que suele resultar muy efectivo para
desanimar al otro, ya que por ser tan difícil delimitarla puede confundir y
sugestionar a cualquiera). Pero, volviendo a la aventura de pesca en Paraguaná,
comenzamos explorando las costas de la nuca y el occipucio de la cabeza de la
península hasta la coronilla donde se ubica el cabo San Román, punto más
septentrional de Venezuela. Un médico amigo nos había facilitado las llaves de
su casa que se encontraba a mitad del camino entre el cuello y la coronilla de
la península, en el pueblo de playa "El Supí". Pero la cosa no fue
tan sencilla como arribar a un hotel, al llegar no había electricidad en la
casa y resulta que en cualquier otro país habríamos pensado que tal vez
olvidaran pagar la factura a la compañía eléctrica, pero Venezuela no es
cualquier país, y lo primero que pensamos fue que tal vez hubiera un blackout
en el sector ya que en Venezuela la falta de mantenimiento del sistema
eléctrico hace que los apagones estén al orden del día. Preguntamos por los
alrededores y resultó ser cierta nuestra visión: había un apagón. Decidimos dar
vueltas por el pueblo para hacer las últimas compras necesarias y después de no
encontrar nada de lo que buscábamos regresamos a la casa. Los bombillos
encendieron, pero la heladera no funcionaba, llamamos por teléfono al dueño y se
concluyó que una reciente inundación la habría dañado. Ya se acercaba la noche
y no teníamos dónde quedarnos. Había que buscar casa. La cosa no comenzaba
bien. Sin embargo conseguimos una casa muy cómoda a un precio razonable, el
casero era un individuo muy dispuesto pero que estaba tratando de aliviar con
alcohol la melancolía por su reciente divorcio y además del precio que tuvimos
que pagar por la casa también tuvimos que soportar la verborrea del melancólico
borracho. Ya asentados, el prurito del pescador exigía ir a la costa a probar
el equipo. Y así lo hicimos.
Bajo la luz de una luna creciente a tres días de la luna
llena, comencé a armar el equipo en la orilla frente a un profundo caño que
habíamos detectado en una sucinta exploración que hicimos durante el apagón. Armar
una caña de cuatro metros y medio es una poesía barroca, el viento, como si
fuera un puño invisible, la golpeaba como bolsa de boxeo, pasar el nailon por
los pasahilos es trabajo inhumano hasta para dos personas y hacer nudos en la
oscuridad ridiculiza el refrán de buscar una aguja en un pajar. Pero todo lo
anterior era poco en comparación a lo que vendría. Al terminar de armar la vara
y colocarla en el portacañas (que es un tubo que debe clavarse en la arena para
luego colocar el mango de la caña dentro para que se mantenga perpendicular al
suelo durante el tiempo de espera a que algún pez pique; pero eso de clavar un
tubo en la arena suena fácil si pensamos en que la arena este compuesta sólo de
eso, de arena, y, como era de imaginarse, en mi caso no fue así, encontré
rocas, arrecifes, algas, y cualquier otro objeto que el capricho de un dios fastidioso
colocó allí para que yo no pudiera clavar el dichoso tubo), pero como venía diciendo,
al colocar la vara en el porta cañas sembrado a la buena (o mala) de dios y
estirarme hacia atrás para tratar de aliviar el dolor de espalda que me
atormentaba, sucedió lo que tenía que suceder: el viento tumbó la caña, el
portacañas y mi humor. En ese momento solté mi primer improperio contra dios,
el universo y el surf casting. Pero no pensaba darme por vencido. Quiero
aclarar que he llegado a pensar que esto de insultar al universo o gritar
groserías cuando las cosas no salen bien es una terapia natural y saludable de
la mente, sí, estoy casi seguro que lanzar una maldición ha salvado a más de
una persona de un síncope. Y así, haciéndome el loco para descargar la energía
que de otra manera me hubiera vuelto loco de verdad, levanté la caña y me
dispuse a hacer el primer lance. Traté de recordar los consejos de mi colega
Carlos Salazar y llevando la larga, larguísima, inmensa y pesada vara hacia
atrás me preparé para dar el latigazo que se supone lanzaría la carnada a unos
100 metros costa afuera. ¡Lanzo! ¡Allá vááá…! Y…¡Auch! El anzuelo se había
enganchado en un tronco de la orilla. Pudiera haber roto la caña, pudiera haber
dañado la línea, pero eso no me importaba un carajo porque al mismo tiempo un
¡Crounch! me avisó que me había dislocado el hombro. En este momento, claro
está, me dediqué a lanzar múltiples y variados improperios hacia el universo,
el más allá, el más acá, bueno, hasta el Big Bang llevó lo suyo, y gracias a
ello no hubo síncopes que lamentar aunque no me alivió el dolor del
hombro. Unos minutos más tarde, ya más tranquilo, me consolé con una frase cliché
estúpida pero extrañamente efectiva: «La noche es joven aún».
Mi esposa hacia spinning mientras yo despotricaba |
Una de las cosas que diferencian a un niño de un adulto es
saber decir ¡Basta por hoy! En ese momento fui muy adulto.
Nuestros antepasados cavernícolas enfrentaban cada mañana
como una situación nueva, impredecible, amenazante hasta que se demostrara lo
contrario. El miedo al futuro pudiera ubicarse dentro de las primeras razones
por las que creció nuestra inteligencia (es un hecho que la inteligencia se
desarrolla ante la necesidad, esto pudiera probarse analizando la infancia
turbulenta de los grandes genios, para muestra un botón: Beethoven desarrolló
su inteligencia para evitar el maltrato del padre. Pero tal vez la prueba más
irrefutable esté en los vigilantes de transito venezolanos que se pasan la vida
colocando alcabalas los quince y últimos de mes esperando que pase algún
incauto a quien matraquear ¿Qué necesidad debe soslayar un vigilante de
transito venezolano? Y ¿Quién conoce un oficial de transito inteligente? ¡res iudicata!).
La evolución del hombre en cierta forma es la evolución del
control del futuro. Prever el futuro ha sido nuestra principal estrategia
contra el miedo a las situaciones nuevas. Hasta pudiéramos aseverar que lo que
la gente llama "crecimiento personal" consiste en la preparación para
anticiparse al futuro y tratar de minimizar las situaciones impredecibles,
nuevas, insospechadas.
Así la historia de la humanidad se traduciría en la
sumatoria de intentos para crear constancia en las situaciones, o, mejor dicho,
para crear situaciones que se mantengan constantes. Hoy en día nos da
tranquilidad suponer que mañana nuestro aire acondicionado funcionará y tendremos
una temperatura agradable durante todo el día; suponemos que mañana podremos
ver en la televisión la programación que se encargará de distraernos y
disminuir el estrés concomitante de la vida. Suponemos, suponemos, suponemos; y
mientras más se parezca nuestro mañana a la suposición de ayer más tranquilos y
más orgullosos de nuestra calidad de vida nos sentimos. La calidad de vida
también es traducida muchas veces como la eliminación de situaciones nuevas
temibles.
Pero sólo quien ha enfrentado esas situaciones nuevas ha
encontrado soluciones para mantener el estatus
quo deseable, si Willis H. Carrier no se hubiese propuesto enfrentar el
calor no tendríamos hoy en día el aire acondicionado que mantienen el
termostato en la línea deseada.
El tiempo que pasamos en situaciones estables y controladas
lo llamamos comodidad. Pero he aquí que la comodidad es un arma de doble filo
porque quien se deja abandonar a ella, quien logra evitar toda situación nueva,
no generará ningún cambio. Sin cambios, la comodidad tampoco existiría.
Explorando la Península en bote de pescadores..., un descanso entre surf y surf... |
Primer día de pesca (surf casting)...
Aquella noche sólo dormí cuatro horas, a las 5:30 de la
mañana estábamos preparando el equipo para volver a intentarlo. Habíamos
averiguado que la marea baja dejaba al descubierto kilómetros de arrecifes
formando una explanada de piedra cuyo borde final terminaba en un precipicio de
aguas profundas.
El plan era atravesar caminando el arrecife hasta llegar al borde y desde allí pescar. El tiempo estaría en contra porque al mediodía debíamos regresar antes que la marea volviera a inundar los arrecifes. Debo decir que esta experiencia era ambivalente para mí, en parte me atraía por la pesca, pero sobre todo sentía miedo porque me recordaba una pesadilla que se me repitió cientos de veces en la infancia: quedaba atrapado en un pequeño atolón en medio del mar con el agua que subía y subía y subía para ahogarme…¡espeluznante!
El plan era atravesar caminando el arrecife hasta llegar al borde y desde allí pescar. El tiempo estaría en contra porque al mediodía debíamos regresar antes que la marea volviera a inundar los arrecifes. Debo decir que esta experiencia era ambivalente para mí, en parte me atraía por la pesca, pero sobre todo sentía miedo porque me recordaba una pesadilla que se me repitió cientos de veces en la infancia: quedaba atrapado en un pequeño atolón en medio del mar con el agua que subía y subía y subía para ahogarme…¡espeluznante!
Caminar sobre los arrecifes es dificultoso, y caminar sobre
kilómetros de arrecifes es kilométricamente dificultoso. Y si a esto se le suma
la pesada caja de herramientas de pesca y dos cañas de surf casting de más de 4
metros que para el caso daba igual si eran metros o kilómetros porque el recio
viento en contra nos jalaba por las cañas como si éstas fueran velas de
windsurf y nos golpeaba con sus puños: ¡Cuidado ahí viene un crochet! (Crochet
: es un golpe lateral con trayectoria paralela al suelo que se dirige al rostro
del rival), ¡Atentos a ese Uppercut! (Uppercut o Gancho: es un golpe que se
dirige de abajo hacia arriba buscando el mentón del adversario), y si todo esto
lo multiplicamos por el peso específico de los rayos inclementes del sol
(porque los rayos del sol en el Caribe pesan como el plomo), si juntamos todo
esto, repito, podrán entender por qué en ese momento envidiaba el trabajo de
los esclavos judíos que construyeron las grandes pirámides egipcias.
Unos lugareños recorrían el arrecife cosechando
"botutos" o "guaruras", grandes caracoles que
particularmente considero exquisitos. Así que, en vista de que era época de
recolección, decidimos recoger algunos para añadirlos al ceviche ritual que suelo
preparar con la carne del primer pez atrapado. Recolectar botutos revivió mi
genética de cazador-recolector, 6 millones de años de humanidad reverberan en
mí con cada caracol que recogía y en esa regresión filogenética aluciné tener
una cabeza más grande, de Neanderthal, brazos peludos, pies curtidos, sentidos
alerta… me sentí un trucutrú y fui feliz.
Cuando llegamos al borde extremo del arrecife estábamos
exhaustos. Las piernas me temblaban, me dolía la espalda no sólo por haber sido
réferi en la lucha del viento contra las cañas, ni por el peso de la caja de
pesca, sino también por el peso del saco de botutos que logró hacerme sentir
cavernícola pero no por ello otorgarme la fuerza de un troglodita. Necesitábamos
apoyar las pesadas cañas en alguna parte, pero no había forma de clavar los
portacañas en el duro arrecife, y aquí vale recordar que los arrecifes no
solamente son duros sino que además son puntiagudos y filosos y es imposible
sentarse en ellos y en ese momento cualquier Napoleón habría ofertado su
imperio a cambio de un lugar donde sentarse. Las olas que chocaban contra el
arrecife nos escupían en la cara y el agua salada nos enceguecía, mi esposa y
yo estábamos al borde de la desesperación, no podíamos lanzar con las cañas
porque nuestras espaldas no daba más y como habíamos gastado más tiempo en la
recolección de los caracoles ya era hora de regresar antes de que las aguas
volvieran a inundar todo e hicieran realidad la pesadilla que me persiguió
cuando niño. Extrañamente recordé a la pitonisa del tarot y adivinen a quien le
dediqué todos mis improperios del momento.
¡Cuánto trabajo
cuesta ser felices!
La primera reflexión filosófica registrada en occidente se
refería a que todo en el mundo fluye. Y desde que Heráclito sentenciara que
"todo fluye", el fluir de la vida no ha hecho más que darle la razón.
Fluir implica cambiar. Todo cambio es antecedido por una crisis. La crisis que
antecede al cambio supone el gasto de energía necesaria para cambiar. La vida
humana igualmente fluye, y en su fluir puede presentarse el estado de
felicidad. La felicidad también es fruto de un cambio. Entonces, toda felicidad
también es antecedida de una crisis. Y esta crisis supone el esfuerzo necesario
para ser felices. Trataré de resumir el párrafo anterior: «Ser felices cuesta
mucho trabajo». Hecho el resumen y escrita la sentencia, la releo y me doy
cuenta que, como todo juego de palabras, esta frase podría llegar a ser víctima
de aquellos que leen con microscopio y por ello antes que me objeten intentaré
rebatir yo mismo lo dicho, y empezaré de una vez reconociendo que las palabras
pueden ser empleadas de innumerables maneras con un propósito comprendido entre
dos extremos: las palabras usadas para explicar un fenómeno (esto es lo que
intenta la ciencia), y las palabras usadas para inventar fenómenos
inexplicables (esto es lo que hace el discurso mágico). Pero en cualquier parte del recorrido
lingüístico los juegos de palabras son bienvenidos como lubricantes
facilitadores de la transmisión del mensaje. He aquí un juego de palabras cuyo
valor no depende del polo al que se allegue: «La felicidad conlleva mucho
trabajo, la pereza es responsable de la infelicidad en el mundo».
La sentencia de por sí tiene la fuerza necesaria para
ostentar ínfulas de certeza. En una primera aproximación parece referirse a que
la felicidad es el fruto de una acción y que toda acción conlleva un esfuerzo;
en ese sentido el juego de palabras pareciera estar del lado científico
-racional. También podría pensarse que se refiere al conflicto entre la mente y
el cerebro: siendo la felicidad un fenómeno mental, debe enfrentar cierta
resistencia por parte del cerebro que como toda cosa biológica sigue el
principio de ahorro de energía (y que por ello tiende a la rutina), también en
este caso el juego de palabras estaría arrimado al extremo científico. Pero la
misma sentencia en boca de un político pudiera representar una manipulación
ideológica para exigir más del pueblo en la lucha por alcanzar una felicidad
ideal generalizada (y mantener a los gobernantes en el poder); y aquí la
sentencia se desbarranca hacia el sofisma mágico.
Sin embargo, en nuestro contexto, la sentencia es mucho más
humilde y sólo quiere decir lo que dice: que quien se despierta por la mañana
pretendiendo pasar un día feliz, mientras se cepille los dientes debe aceptar
el gasto de energía inherente a lo que pretende. En otras palabras: que quienes
pretendan ser felices por obra y gracia del espíritu santo vayan a llorar a la
Iglesia y nos ahorren sus fastidiosas quejas.
Península de
Paraguaná estandarte de lo real imaginario venezolano
Cabo San Román: una sospechosa autopista... |
Sólo nos apasiona lo
que conocemos (o, «El apetito se hace comiendo»)
¡La primera pieza con surf casting! |
Armamos el equipo y comenzamos la pesca. Después de varios
errores con sus consecuentes improperios a pitonisas, universos y cualquier
otro chivo expiatorio que viniera a la mente, logré la primera pieza de poco
más de un kilo.
Tal vez no fuera suficiente para una cena reconstituyente de
las energías gastadas durante el día, pero si era suficiente para levantar los
ánimos. El surf casting había sembrado raíces en nuestros espíritus, había
llegado para quedarse. A partir de hoy ya no sería una situación nueva sino un
arte digno de pulir.
La pasión no sabe de horarios... |