¿QUÉ ES LA
VERDAD?
No se me
ocurre una manera de investigar la verdad que no empiece con diferenciarla de
la realidad. Una roca posee una realidad. Pero, por más que idealicemos a los
minerales, una roca no posee una verdad. La realidad es intrínseca a las cosas.
La verdad es una iniciativa humana. En
sí misma la verdad es una “palabra vacía de concepto”. Pero ése vacío es (a
todas luces), intencional, de lo contrario no existiría una palabra que lo representa
al tiempo que se usa con la intención de esconder la identidad de lo
representado, su concepto. Así, la verdad se nos muestra como una estrategia
razonada de esconder un concepto. La verdad se nos presenta, en principio, como
una palabra que esconde una noción y que tanto la palabra como la noción
escondida son creadas intencionalmente por la razón humana.
¿DÓNDE ESTÁ
LA VERDAD?
Si la
verdad es una consecuencia de nuestra racionalidad, y la misma racionalidad
trata de mantenerla al margen, la verdad aparece como algo descubierto sin
querer y que, por incomodar, tratamos de volver a cubrir. Una noción a la que
la razón llegó sin intención de llegar a ella y después de conocerla quiso esconderla.
Algunos versos populares parecen infiltrar este aprieto, «la verdad duele»,
suele sentenciar la gente. Y debe haber dolido cuando se decidió esconderla;
pero algo queda claro, para que todo esto pase, la verdad debe haber sido
descubierta y en consecuencia, no buscamos la verdad, hace tiempo que la
encontramos y desde entonces evitamos verla.
Si la
verdad es desagradable y la razón ha tratado de ocultarla después de haberla
descubierto, las huellas o síntomas de su fugaz revelación debieran poder
llevarnos a la verdad oculta. De la misma manera que en semiología los síntomas
funcionan como una vía para llegar a la patología, las consecuencias de la
verdad debieran poder remontarnos a ella. Aun sin conocer la verdad, sentimos,
intuimos, creemos que ésta nos afecta ¿Cómo nos afecta la verdad? Nuestra
intención de evitarla nos mete en la pista, serán «síntomas de la verdad» todo
aquello que tienda a ocultarla voluntariamente ¿Cómo se oculta ex profeso a la verdad? Esta pregunta
tiene una respuesta contundente: con mentiras.
LA VERDAD
ES: LA GENERADORA DE MENTIRAS
Aún sin
conocer la verdad, conocemos las mentiras que de ella derivan. Una mentira no
tiene sentido si no oculta una verdad. Así que, en principio, la verdad es
quien le da sentido a la mentira, la construye. A partir de algo que se quiere
ocultar se levanta el camuflaje de mentira. Sin verdad no hay mentira. En consecuencia, la verdad es la generadora
de las mentiras. El imaginario colectivo acepta la idea de que una mentira
no se acaba en sí misma, una mentira conlleva a otras mentiras y en este orden
de ideas es muy probable que todas las mentiras que existan nos lleven a la
misma verdad. Y si todos los caminos nos conducen a una verdad última, la
verdad sería única. La gran generadora de mentiras. Y así esta “verdad” tendría
carácter fundacional.
Por otro
lado es difícil imaginar que pueda haber existido por mucho tiempo la razón sin
crear su primera mentira. Éste hecho puede ser demostrable al estudiar la
evolución de la razón en los niños pequeños. Apenas pueden, los niños comienzan
a mentir. Es probable que la capacidad de mentir preexista a la necesidad de hacerlo.
El niño pequeño comienza a mentir por broma, para obtener el beneficio
secundario de la risa (a esto le llamamos mentiras inocentes, porque todavía no
esconden una verdad). Las “mentiras con intención” y las “mentiras necesarias”
aparecen después de que el niño conoce las leyes. Las primeras mentiras
intencionales aparecen para evadir el peso del castigo. Pero aún allí las
mentiras no son necesarias sólo intencionales (traviesas o manipuladoras). Las
mentiras necesarias aparecen después, más allá de los 10 años de edad. Cuando
se comienza a mentir sobre el propio valor, mentiras relacionadas con la
autoestima. Lo necesario es inexorable. Y aquí debiéramos preguntarnos ¿qué comienza
a ser inexorable en el razonamiento humano después de los 10 años de edad? La
respuesta la obtenemos de nuestros otros estudios evolutivos: a los 10 años de
edad el razonamiento alcanza la Auto Conciencia de Muerte. La Auto Conciencia
de Muerte (ACM) aparece como la generadora de la autoestima. La autoestima se
presenta como el conjunto de valores que le dan sentido a la existencia después
de perder el sentido biológico que rige el resto de la vida en el planeta. El
sentido biológico consiste en cumplir las funciones necesarias para cada órgano
del sistema en pro del funcionamiento mismo. La ACM transforma al sentido
biológico en una paradoja: “funcionar para dejar de funcionar”. Ante esto
aparece la autoestima para dar importancia a lo que ha perdido toda razón de
existir y, dando valor a las pertenencias, por contagio, el dueño de las
pertenencias adquiere valor. Pero, ¿Qué es el valor? El valor es un grado de
importancia atribuido a algo. Pero esa importancia le es atribuida a la cosa, no le es inmanente a la cosa misma. Esa
importancia es inventada y su invención es
ilusoria. Ese valor es una mentira que viene a tapar la falta de valor ocasionada
por la ACM. Entonces, la Auto Conciencia
de Muerte se nos propone como el concepto absoluto que hace necesaria la
palabra vacía de concepto “verdad” para ocultarla y que origina todas las
mentiras. Las mentiras necesarias están a otro nivel: son mentiras
creativas. Mentiras que vienen a crear lo necesario para soslayar la
insoportable Auto Conciencia de Muerte. Las mentiras creadoras crean «valores».
Llenar de valor el mundo externo y contagiarnos de ese valor intenta llenar el
vacío que deja la pérdida del sentido biológico de la vida, con el sentido
axiológico de vivir. La verdad absoluta es el «primer motor inmóvil» de todas
las mentiras necesarias que componen la axiología que hace «vivible» la vida
del ser que se sabe mortal. Y es obvia la razón por la que comparo la verdad
absoluta con el antiguo concepto de «primer motor inmóvil aristotélico» ya que
por más mentiras que acrecienten la axiología humana, la verdad fundamental, no
se mueve, no cambia: la muerte sigue siendo mortal.
Aceptar la verdad es aceptar que hay que mentir
para vivir. La
verdad es sólo una palabra que oculta algo y por ello aceptamos que la verdad
esté oculta. Al aceptarlo, reconocemos que hay que mentir para poder vivir y la
mentira debe tapar la verdad. La verdad es una palabra que oculta un
significado que debe permanecer oculto. La vida
es eficiente cuando oculta la verdad y la hace, por ende, verdad. Porque la
verdad, es verdad, mientras esté oculta, o sea, mientras genere mentiras. En el
momento en que la verdad deja de estar oculta se transforma y se concreta en fatalidad.
Y, AL FINAL,
OTRA PALABRA VACÍA DE CONCEPTO: LA FELICIDAD
Felicidad es una palabra vacía de concepto que viene a tapar
un concepto que en sí mismo molestaría: inmortalidad (mencionar la inmortalidad
activa, por contraste, el concepto de ACM). En un principio la palabra
felicidad debiera referirse a las ganas de vivir, cuando somos supuestamente felices tenemos ganas de
hacer muchas cosas y cuando somos supuestamente
infelices perdemos las ganas de vivir. El choque con la Auto Conciencia de Muerte
nos quita las ganas de vivir. La felicidad es una una palabra vacía de
concepto, o sea, una mentira a medias que esconde un concepto pero deja pistas.
Una mentira que te alerta que es mentira. La palabra vacía de concepto “felicidad”
nos alerta que su significado no está especificado en el fonema y que se
encuentra oculto en otra parte, en la interpretación. La felicidad, en tanto
ganas de vivir, debe ser contraste de la Autoconciencia de Muerte. Por
contraste la felicidad es un “momento de inmortalidad”. Ser feliz es “no tener
en cuenta el ACM por un rato”. Entonces, siendo la felicidad un camuflaje del
concepto de inmortalidad, es lógico que la felicidad, engañosamente, se nos
presente como un punto de llegada más que un punto de partida. El ser humano
solamente piensa la muerte en futuro. No se puede pensar la propia muerte en
pasado. Así que la muerte siempre está por delante en el tiempo. Por ello la
felicidad (la inmortalidad momentánea que representa), es vista como punto de
llegada y no como punto de partida. Si entendemos la felicidad como ganas de
vivir entendemos que es un punto de partida para seguir viviendo. Pero si
entramos dentro del concepto de felicidad como inmortalidad, inevitablemente
tenemos que verla en el futuro como punto de llegada. Un futuro con promesa de
felicidad (inmortalidad) permite seguir adelante sin temor al final. La verdad
nos espera allí donde siempre ha estado. Al final sólo hay verdad. La fatalidad
nunca la conoceremos.
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