jueves, 19 de abril de 2012

Consulta Portátil de Psicología en las Islas Galápagos. El narcisismo verde

Una quimera: Un mundo tan científico que hasta Darwin nos pidiera bajar la voz
130 AÑOS DESPUÉS DE DARWIN

Las notas de este viaje a las Islas  Galápagos estuvieron traspapeladas por un año y medio. Me asombró encontrarlas en víspera de los 130 años de la muerte de Darwin y fue maravilloso creer que ellas me habían encontrado a mí. Por más convicción positivista que se tenga, es imposible evitar la tentación de lo maravilloso.
Dos generaciones, diferencias invisibles,
 pero contundentes
Y para mí explorar las Galápagos fue la culminación de un deseo infantil, de aquella infancia en la que minimizaba todo conflicto a través de conciliaciones ingenuas y por ello suponía que la evolución de las especies era tan maravillosa e incuestionable que los creyentes debían considerarla el milagro mejor logrado de Dios.

RESPONSABILIDAD EVOLUTIVA O NARCISISMO VERDE

En Tortuga Bay (Isla Santa Cruz), después de recorrer una inmensa playa de arena blanca bañada de olas suaves como caricias enjabonadas, nos recostamos debajo de unos árboles a orillas de una laguna de agua mansa separada del mar por una saliente de rocas y mangles.
Tortuga Bay, Isla de Santa Cruz, Galapagos
Nomás acostarnos en la arena fuimos visitados por una bandada de pinzones que más que pájaros se comportaban como moscas. Carentes de todo miedo y vergüenza nos revoloteaban alrededor y se paraban sobre las mochilas o hasta en nuestras cabezas. Un pinzón negro se posó sobre mi rodilla, me miró fijamente y dijo:
—¿Sería mucho pedir que me sirviera un poco de té? ¡Ah!, y ya que estamos, ¿Podrían acompañarlo con unas migas de galletas de mantequilla?
—Está prohibido darle de comer a los animales, si se acostumbraran a ello perderían su natural instinto de buscar comida. —Le respondí al pinzón habiendo reconocido en él a mi viejo amigo metamórfico, Godot. —Hola amigo, creía que los pinzones Geospiza conirostris comían sólo semillas.
—Buenas tardes Doc. Mis reverencias señora Liseth. Un placer volver a verlo joven Alan. Disculpen el abuso, pero estoy investigando la vida secreta de los pinzones de Darwin (por eso mi atavío) y la referencia al té ingles es obvia, además que ya van a ser las cinco, veo que traen un termo y conociendo el buen gusto de la señora ¡cómo extraño una taza té con las short-bread de Mrs. Liseth!
Mientras Liseth y Alan servían el té con galletas (Liseth desmenuzó unas galletas y las sirvió sobre una servilleta y Alan encontró apropiada la careta de buceo para servirle el té a Godot), mi amigo y yo continuamos conversando.
Godot, comiendo galletas.
—Quienes vienen a las islas buscan una revelación, y aquí la única revelación posible es que entre el judaísmo, el catolicismo, el musulmanismo o el budismo la opción correcta es el narcisismo. —Dijo Godot.
—Eso te lo copiaste de Woody Allen que asegura haberse convertido del judaísmo al narcisismo.
—Sí, pero no es plagio, la realidad no tiene derecho de autor. Woody es una de esas personas que no necesita venir a las Galápagos para entender que el individualismo es la única manera para ser "humanos" y "verdes". El narcisismo va mucho más allá del mito de Narciso, el narcisismo es el amor-valor que se le dé al propio yo, y el propio yo está compuesto de todo lo que se pueda llamar "mío". El yo es él y sus "pertenencias". Mío significa mi-yo así como "suyo" es lo que está en relación de pertenencia con su-yo. La fuerza de gravedad del amor propio atrapa todo lo que considere suyo, su saber, su hacer, su tener y su ser. Un "narcisismo verde" es aquel que hace su-yo al planeta. Esa es la gran revelación que, sin saberlo, vienen a buscar los curiosos a las Galápagos.
Conversando con Godot transmutado en Pinzón
—Totalmente de acuerdo. Y, aunque suene evidente, nunca estará de más remarcar que la solidaridad, la compasión, la empatía entre seres humanos también deben su origen al amor propio. La empatía con el prójimo sólo la siente quien logra sentir al otro como su-yo, y esto sólo es posible después de comprender la interrelación de dependencia que la vida individual tiene con todos los demás seres vivos del planeta.
—De cosas evidentes está hecha la ignorancia, mi querido amigo. Nunca será demasiado enfatizar que para tener empatía es necesaria la previa concienciación de lo frágiles que somos y de cómo nuestro sistema (económico, social, político, industrial, energético y de salud) se balancea sobre una cuerda floja, sostenida, desde ambos bordes del precipicio, por todas las razas humanas. Sólo sabiéndonos parte de tan grande y frágil empresa comunitaria se puede sentir el deseo de ayudar al otro, porque amar significa valorar, y el yo de cada quien sólo valora aquello que le es bueno y considerará bueno a todo lo que le da una mano en la vida.
—En la escuela de Psiconomía le hemos dado el nombre de "Responsabilidad Evolutiva" a todo esto, y es nuestro único dogma: «Todo miembro de la Escuela de Psiconomía debe estar consciente de que cada acto individual influye sobre la evolución». Y creo que siguiendo tu filosofía de que la realidad no tiene derecho de autor, en el futuro incluiremos también el término "narcisismo verde". Y mientras digo esto me imagino iglesias, templos, catedrales, con las paredes cubiertas de frescos con escenas de la vida de Fleming y Pasteur, con iconografías y tallas que representen las complejidades urbanas de nuestras ciudades junto a representaciones de la mitosis y la meiosis y un espacio especial para iconografías darwinianas. Templos dedicados a la pluralidad narcisista de nuestra responsabilidad evolutiva, catedrales en honor a la humanidad verde.
Llego a mí como viniendo de ti.
—Estamos en uno de esos templos, Doc. Las Galápagos son catedrales, levantadas en medio del mar, al narcisismo verde. Fíjese en esta cuestión curiosa: ¿Será una llamada de atención sobre la “responsabilidad evolutiva del narcisismo verde” lo que está simbolizado en la transformación de Narciso en planta floral después de haber tratado cruelmente a Eco?

El sindicato de los inmortales

—Y hablando de templos y catedrales, te cuento que en el aeropuerto Seymour en la Isla Baltra mientras esperábamos el transporte que nos llevaría a Puerto Ayora, la primera cosa que me llamó la atención, junto con ver mi primer pinzón, fueron cuatro clérigos vestidos de negro, de esos que llevan el cuello blanco. Más tarde, el autobús que nos trajo a Puerto Ayora nos dejó frente al edificio más grande de la plaza del pueblo: la Iglesia. Muy simbólico eso de llegar al ojo del huracán evolucionista en medio de sacerdotes e iglesias.
Iglesia de Puerto Ayora, Galapagos
—Me imagino la cara que puso, Doc. Las paradojas hacen divertida la vida. La verdad es que yo también vi más gente religiosa de lo que hubiera podido imaginar. Y esto le da una graciosa vuelta de tuerca al rechazo que obtuve de mi amigo Richard Dawkins cuando le oferté acompañarme, ahora pienso que tal vez intuyera que podría encontrarse con un pelotón de inquisición. Recuerdo que para evadir el tema me comentó: «No se trata de una batalla entre la evolución y el creacionismo. La lucha real está entre el racionalismo y la superstición. La ciencia no es más que una forma de racionalismo, mientras que la religión es la forma más común de superstición. La religión puede existir sin el creacionismo, el creacionismo no puede existir sin la religión». La verdad es que mi amigo se ha vuelto susceptible y terco después del revuelo que causara El espejismo de Dios.
—Oye, Godot, con toda la admiración que profeso hacia el Richard Dawkins etólogo y zoólogo, creo que el descubridor de los "memes" y divulgador del "gen egoísta" no necesitaba publicar un libro tan radical que puede terminar distorsionando el importante aporte de sus anteriores trabajos. Lo que trata de demostrar en El espejismo de Dios ya estaba entredicho y no era necesario aclarar lo obvio. Es como si Kafka, al final de La metamorfosis hubiese escrito la advertencia: «¡Cuidado! La rutina burocrática te transforma en un bicho».
—Yo también creo que no era necesario exponerse tanto, aunque entiendo como un acto de valentía el haberse colocado del otro lado de la balanza y en el borde más extremo del platillo, tratando de hacer contrapeso para nivelar las creencias en aras de evitar los fanatismos.
Canal hecho por una erupción volcánica.
La geología es parte activa de la evolución.
—En la lucha gremial supersticiosa el sindicato más pendenciero es el de los "inmortales a ultranza" que siente la necesidad de defender "a muerte" el creacionismo del que depende su vida eterna.
—"Lucha a muerte por la vida eterna", refinada paradoja, Doc.
—Fíjate que desde mi infancia quería venir a las Galápagos, y desde que estoy aquí he rememorado ciertas visiones que tenía del mundo cuando era niño (leí El origen de las especies estudiando en un colegio agustiniano), y recordé que yo imaginaba a Adán y Eva como neandertales que vivían entre mamuts y descubrían el fuego. Pero sobre todo me he sorprendido al recordar la infantil actitud conciliatoria de ver a la evolución como un milagro divino. ¡Ah!, Te podrás imaginar que entonces fantaseaba con ser arqueólogo.
Comparando modorras
—Y eso significa que en el fondo ya ese niño reconocía las incongruencias y pretendía profundizar arqueológicamente en busca de la verdad. En la infancia nos parece que la verdad no compromete a nadie y le interesa a todos. Son años de oro donde se está convencido de que la verdad nos hará libres. Pero luego terminamos descubriendo la susceptibilidad de las personas de autoestima convencional y frágil, que se apoyan (por comodidad y pereza) sobre las muletas de cristal del establishment.
—Imagino la denigración que sufren los creacionistas ante la deshonra de que un pinzón, un ave tan pequeña, ponga en entredicho a Dios. Querido amigo, hoy estas disfrazado de hereje.
—"Pinzónes herejes", otra exquisitez,  Doc.
—Fíjate que anoche, paseando por los tarantines de Puerto Ayora, observé suvenires con motivo de tortugas, piqueros patas azules, lobos marinos tallados en madera, esculpidos en ónix, estampados en camisetas, bolsos, pero no encontré ni un solo suvenir que aludiera a los pinzones o los cúcuves de Darwin. Entre los suvenires pareciera que Darwin sólo es un nombre y la evolución un tabú. ¡Ah!, y  escucha lo que me pasó en la Isla Isabela, comencemos con una anécdota: Después de varios días conociendo la isla Isabela (Alan tenía un mes trabajando de voluntario allí y nos sirvió de guía), logramos planificar lo que parecía ser el zenit de nuestras exploraciones en la isla, alquilamos una lancha por un día entero para estudiar las zonas más recónditas. Así contratamos al capitán Henry Segovia y horas más tarde, después de haber recorrido los canales de tiburones tintoreras y haber llegado a ver los raros y pequeños pingüinos galapagueños, me enteré que nuestra embarcación se llamaba "Capitán Freud". 
El Capitán Freud en la isla Isabela
Ahora sigamos con un detalle: En la Isla Isabela se ven tres canales de televisión: Gamatv de Quito, el canal de la alcaldía y un canal de evangélicos. Y por último término dándote una impresión: En las Galápagos evangelizadas hasta Freud tiene su homenaje pero Darwin brilla por su ausencia.
—El asunto parece estribar en si la verdad es vista como un derecho o como un deber. Los creacionistas parecen defender su derecho a creer en la verdad que más le convenga. Los evolucionistas sienten el deber de buscar la verdad por la verdad misma.
—Y haciendo uso del derecho a la verdad más conveniente, se es libre de ver sin entender.
—Exacto. Entender la evolución nada tiene que ver con llorar sobre la extinción de las especies, al contrario, la extinción es parte de la evolución. En términos actuales podríamos decir que la naturaleza también maneja un concepto de obsolescencia: la vida del individuo sólo tiene sentido hasta que sirva de algo para la manutención del ADN de su especie y las especies mismas fluyen (desapareciendo algunas) hacia el cambio más conveniente.  Pero ahora, si me lo permiten, quisiera merendar, se me hace la boca agua, digo, el pico.
—Buen provecho.
Explicando la estructura del ADN a mi pariente
EL EVANGELIO SEGÚN GALÁPAGOS

Durante toda mi permanencia en las Islas Galápagos me acompañó una extraña melancolía, y fue ya casi al regreso cuando comprendí qué me la ocasionaba: esa forma en que los turistas observaban los animales y hablaban de ellos como si fueran seres de otra dimensión. Aquella señora asombrada al ver un lobo marino caminar sobre sus aletas «¡Y camina!», gritaba, los chistes de un grupo de gringos sobre los piqueros patas azules (los chistosos vestían el típico uniforme “arlequinado” de turista mayamero)  , todo ese tipo de actitudes marcaba una distancia extraordinaria entre quien observaba y quien era observado, y es que de verdad parecía que aquellos bípedos humanos provinieran de un linaje totalmente ajeno a los animales, como si fueran de otro planeta, parecía que con su sombrerito y bermudas de explorador trataban de disimular todo rastro de su realidad animal.
Eso fue, y me doy cuenta ahora, la causa de la sensación triste que me acompañó en las islas, la ausencia de Darwin, de su enseñanza, de nuestra conciencia de parentela genética con todo lo que está vivo.
Estoy sentado en la plaza del puerto de Ayora y pienso que en otras partes del mundo viven, Richard Dawkins, Daniel Dennett, Desmond Morris, luego miro a mi alrededor y fijo la mirada en la iglesia, un pinzón picotea un trozo de pan en el piso y de pronto siento la absurda convicción de que no hay lugar en el mundo donde Darwin esté más ausente que aquí.
Libre albedríoLiseth danza en Galápagos con la evolución
DOS APRECIACIONES, DOS GENERACIONES

Regresando de la Estación Científica Charles Darwin hacia Puerto Ayora, nos desviamos del camino para llegar a una pequeña bahía desde la que se podía observar, a la izquierda, el pacifico que entraba al golfo y a la derecha, el Puerto de Ayora. Liseth, Alan y yo nos sentamos en un tronco de la orilla con los pies en el agua a mirar los colores del atardecer. Al poco rato Alan me dice:
—Papá, esto es formidable, estamos a 1000 km del continente, en una isla volcánica, con tortugas gigantescas, con estas iguanas negras que se disimulan en la roca volcánica, rodeados de cangrejos zapaya, con un pelícano que te saluda con el pico desde la escollera y los lobos marinos que juguetean frente a nosotros en el mar ¿no es esto el Paraíso?
Dos visiones...
Escucho las palabras de Alan con la mirada perdida en los diferentes azules y naranjas del horizonte. Luego volteo hacia el puerto de Ayora y veo que las primeras luces se encienden en los barcos anclados y en el pueblo. Sonrío ante el entusiasmo de Alan, el entusiasmo del estudiante de biología marina ante su paraíso terrenal, me agrada pensar que le gusta su carrera y que ha disfrutado el tiempo que pasó en las islas Galápagos trabajando como voluntario para el Instituto del Parque. Pero mi mirada termina fijándose en el puerto y señalándolo con el brazo extendido le respondo:
—Mi admiración principal es hacia eso que se ve allá, los barcos que logran navegar grandes distancias, las casas que protegen del sol y la lluvia a sus habitantes en estas islas inhóspitas que parecieran creadas para impedir la presencia humana; yo admiro la electricidad que alimenta los bombillos y nos permite participar de la noche. Mi principal admiración es hacia el hombre y su capacidad de adentrarse en el mecanismo evolutivo para transformar la simple supervivencia en calidad de vida. Y tú formas parte de eso también, cuando seas biólogo marino vas a trabajar para que podamos vivir y dejar vivir a las demás especies. Formamos parte de un gran juego y cada quien debe ser responsable del rol que le corresponda y el rol que nos corresponde en este momento es el de admirar al hombre viviendo junto a la naturaleza salvaje sin desplazarse uno al otro, colaborando entre todos, tratando de mantener un equilibrio.
No hubo más palabras, no hacían falta. Nos quedamos allí sentados en silencio, viendo caer la noche sobre las Galápagos.
Dos generaciones, dos visiones, una confluencia: la "responsabilidad evolutiva".



miércoles, 4 de abril de 2012

Consulta Portátil de Psicología en Venezuela (2). Los Llanos (La mente es una fábrica de mentiras)

REFLEXIONES A SALVO DE LA INTEMPERIE
Pesca de Pavón en los llanos venezolanos

En el estado Apure de Venezuela se encuentran los inmensos llanos inundables en donde la presencia del hombre es mínima en comparación con su extensión territorial. Y lo compruebo con el ojo izquierdo viendo praderas tendidas hacia el horizonte Oeste en las que no se divisa presencia humana (salvo algunos irrisorios alambrados de palo y alambre de púas que representan la vana ilusión del hombre de marcar su derecho de propiedad sobre el planeta), mientras el ojo derecho descubre hacia el Este al río que alimenta pantanos colmados de cocodrilos, pirañas, nutrias, aves zancudas, tortugas, chigüires, anacondas, y los montes que crecen a lo largo de sus riberas donde se resguarda el mono araguato, el oso hormiguero, el venado, animales todos que pueden llegar a vivir la experiencia (impensable para cualquier cristiano), de pasar la vida sin enterarse de que existe la especie humana.
Acampar en estos parajes, bajo la inclemencia del sol durante el día y el continuo acoso de los zancudos, murciélagos y demás bichos nocturnos a la luz de la luna, a kilómetros del caserío más cercano donde la electricidad todavía parece un mito de forasteros; todo esto mueve a la reflexión,  o más bien, conmueve la reflexión. Pero no logro aclarar las ideas ante el acoso constante de los mosquitos y los caimanes que nos rodean con ojo avizor. A la intemperie, la reflexión es un lujo intelectual prohibitivo. Es por ello que escribo esto ya de regreso del viaje, en la comodidad de mi casa, ahora que puedo pensar sobre todo lo sucedido, sobre lo que esta aventura me puede haber enseñado sin haberlo buscado ni darme cuenta, sobre las nuevas transformaciones que haya sufrido mi siempre cambiante alma. De una sola cosa sí estoy seguro desde que crucé el río Apure para entrar a la vasta sabana: en estos parajes donde el hombre es minoría y sus ventajas están minimizadas (sin luz eléctrica, sin gasolineras, sin hospitales, sin cobertura telefónica) importa muchísimo, tal vez más que en cualquier otra parte, la concepción de "ciudadano del mundo". Comprendernos significa vernos en esencia, en "dermis", en piel, denudados de la indumentaria de pacotilla que utilizamos para creernos que estamos en la cúspide de la pirámide existencial y ubicarnos en el escalón correspondiente de la única pirámide existente: la alimenticia (para dejar de ver al mundo como alimento y sabernos alimento del mundo). En estas condiciones, sin celular, sin luz eléctrica, sin techo, casi en iguales condiciones que los demás seres vivos que nos rodean, en estas condiciones, es posible tomar conciencia de nuestra esencia de "monos desnudos". Y aquí me atrevo a sentenciar que el "ser" del ciudadano del mundo sólo es visible desde la conciencia del mono desnudo.

ENCUENTRO DE ALMAS GEMELAS


Durante este viaje mi atención estaba dirigida hacia los ríos y pantanos donde iba a pescar pavones (presa muy apreciada en la pesca deportiva). Pero la necesidad de un baquiano que nos guiara y el tener que relacionarnos con los caseríos dispersos para conseguir provisiones transformó el viaje en un encuentro entre el espíritu del pescador y el alma llanera.

El Llanero: Sería irreverente, insolente y torpe tratar de describir a los habitantes de estos lares cuando se cuenta con la insuperable e inmortal descripción que Don Rómulo Gallegos hiciera de ellos en la novela Doña Bárbara:
«—Pero como le digo esto, también le digo lo otro: eso es lo que cuenta la gente, pero no hay que fiarse mucho porque el llanero es mentiroso de nación, aunque me esté mal el decirlo, y hasta cuando cuenta algo que es verdad lo desagera tanto que es como si juera mentira».
Y en otro párrafo Gallegos remata la descripción así: «Y vio que el hombre de la llanura era, ante la vida, indómito y sufridor, indolente e infatigable; en la lucha, impulsivo y astuto; ante el superior, indisciplinado y leal; con el amigo, receloso y abnegado; con la mujer, voluptuoso y áspero; consigo mismo, sensual y sobrio. En sus conversaciones, malicioso e ingenuo, incrédulo y supersticioso; en todo caso alegre y melancólico, positivista y fantaseador. Humilde a pie y soberbio a caballo. Todo a la vez y sin estorbarse, como están los defectos y las virtudes en las almas nuevas».

El pescador: Si pasamos por alto los acentos, no son pocos los defectos y las virtudes en las que se parecen el carácter del pescador y el del llanero. Pero hay una característica en particular en la que son idénticos: lo mentiroso.

Caimanes del mismo pozo: Si le preguntamos al llanero que nos guía cuánto falta para llegar, dirá que «ya estamos a un paso» cuando aún faltan 5 km por caminar. Cuando el pescador cuenta cómo llegó al lugar de pesca al que fue en lancha con motor, exagerará los detalles sobre las dificultades y los obstáculos sorteados hasta transformar el simple paseo en bote en una faena a lo Moby Dick. El llanero contará aventuras de cocodrilos de 15 mts. y anacondas que tragan un búfalo entero. No existe pescador que no exagere sobre el tamaño y peso de los peces que atrapó.

SOBRE LAS MENTIRAS, SU GÉNESIS Y SU APOCALIPSIS

Es por ello que elijo esta aventura de pesca en los llanos del Apure para reflexionar sobre la función principal de la mente: crear mentiras convencionales.  Y sobre la particular manera como cada quien utiliza esta capacidad para crear mentiras personales.

La mente, la gran fábrica de mentiras
Hace unos 40.000 años atrás el cerebro de los homínidos enfrentó un gravísimo problema: había logrado razonar y no sabía qué hacer con ello, ya que desde el primer momento los razonamientos que lograba eran uno peor que el otro, y todos apuntaban a que la vida misma no tenía sentido: "de qué vale afanarse para sobrevivir si al final todos terminaremos en carnaza para zamuros". De verdad que el cerebro se las vio feas y se arrepintió mucho de haber creado el razonamiento, y se enojó muchísimo con el razonamiento mismo, tanto que, al final, lo amenazó diciéndole: «tú me metiste en esto y tú me vas a sacar de esto». Suponemos que el razonamiento se asustó ante la inmensa rabia del cerebro, pero como era un razonamiento incipiente no encontró solución alguna para aliviar la bronca de su papá cerebro. Así las cosas, cuando el tronco encefálico se dio cuenta que el razonamiento no sería capaz de hacer nada por sí mismo más que descubrir malas noticias, decidió darle una manito y se puso a buscar remedio. Pasaron unos cuantos años antes de que el cerebro encontrara una solución, años que, hay que decirlo, lo pasaron muy mal tanto él como la recién nacida razón, la mayor parte del tiempo  sentados en la entrada de la cueva, rascándose los piojos en la cabeza y el cuerpo también (en aquel entonces el homínido era peludo parejo), melancólicos, sin poder dejar de pensar en el sin sentido de la vida. Pero la sufrida espera terminó dando resultados y el cerebro comenzó a ver una luz en la distancia (claro está, usando al razonamiento como herramienta de investigación), y entonces llego a razonar lo siguiente: «si todo el problema inicia cuando este desgraciado razonamiento me mostró la verdad, entonces, la solución estaría en no ver esa verdad, pero olvidarla no puedo, y taparme los ojos de nada sirve ¿qué puedo hacer para no verla?». Seis meses más tarde de esta primera reflexión el cerebro llegó al siguiente razonamiento: «la solución está en buscar la manera de no ver la verdad. ¿Y cuándo es que yo no veo las cosas? Yo no veo las cosas cuando no las miro porque tengo los ojos cerrados, pero ya sé que cerrar los ojos no me sirve para no ver la verdad. Otras oportunidades en la que no veo algo es porque estoy mirando otra cosa más importante; pero no hay nada más importante que la verdad de mi triste destino mortal». Y otra vez el cerebro pasó seis meses ensimismado tratando de resolver el asunto hasta que al fin, un día en que casi lo muerde un cocodrilo por estar distraído mirando una bandada de estorninos que revoloteaba en el cielo, se le ocurrió la siguiente idea: «si yo dejo de ver una cosa por estar viendo algo más importante, para no ver la triste verdad de mi destino debiera buscar algo más importante para mirar, pero no hay nada más importante que el sinsentido de vivir a sabiendas que se va a morir, y sin embargo, creo que este cocodrilo que casi me come el pie cuando yo estaba distraído mirando los estorninos me ha enseñado algo, ¿qué será? Pareciera haber una revelación oculta tras el hecho de que si bien es más importante evitar que un cocodrilo me coma el pie que mirar un estúpido estornino, en este caso la gran cantidad de estúpidos estorninos logró el efecto de parecer muy importante a pesar de que un estornino me es indiferente y por ello miles de estorninos debieran serme mil veces indiferentes, y, sin embargo, lograron distraerme ¿cuál es la enseñanza que debo aprender del cocodrilo que casi me come por andar mirando estorninos? ¡Zambomba! ¡Está claro! ¿Cómo no lo vi antes? Si bien es cierto que no hay nada más importante que la desagradable realidad de ser mortal (o perder el pie en boca de un cocodrilo), muchas cosas de poca importancia juntas y al mismo tiempo pueden ser tan llamativas que pudieran parecer más importante que la desgracia misma (perder un pie)». En este momento el cerebro se dio cuenta de que la bandada de estorninos había logrado distraerlo hasta permitir que se le acercara peligrosamente un cocodrilo y de allí no fue tan difícil llegar a la conclusión de que para dejar de pensar en la "insoportable levedad del ser" nada funcionaba mejor que la sumatoria de muchas cosas de poca monta, o sea, un engaño sobre el valor*(1) de las cosas, una sobrevaluación. Y allí se hizo evidente la necesidad de autoengañarse para dejar de pensar en la verdad. En ese momento se dirigió al razonamiento y le ordenó: «Tú me metiste en esto y tú me vas a sacar de esto. Necesito que fabriques engaños para mí, así yo dejo de pensar en la verdad y puedo seguir viviendo a pesar de saberme mortal. De ahora en más vas a ingeniarte estrategias*(2) para engañarme, le vas a otorgar valor a las cosas aunque no lo tengan y vas a tratar de que esas cosas me importen mucho, muchísimo, tanto que me quiera pasar todo el tiempo pensando en ellas, a ver si así dejo de pensar en la triste verdad y vuelva a vivir, mientras dure, como si fuera inmortal. De ahora en más serás mi fábrica de mentiras». Y así el cerebro decretó que el razonamiento creara las estrategias necesarias para autoengañarse, de la misma manera que nosotros compramos un televisor para distraernos de la vida misma.
Desde que tomamos conciencia de ello, a este conjunto de estrategias le hemos denominado: Mente.

Las mentiras personales: beneficio mundano de una herramienta de supervivencia
Si bien la mente fue creada para permitir la supervivencia de la especie, a posteriori sería utilizada para beneficio personal.
El destino esencial de la mente era darle un valor agregado a las cosas para que al cerebro le interesara seguir bregando a pesar de saberse fracasado de antemano. Así la mente tuvo que ingeniárselas para inventar valores convencionales de toda índole, desde el valor por la familia (que deriva de la tendencia genética a cuidar aquellos que llevan el propio ADN), hasta el valor del dinero, y entre estos dos polos, todos los valores imaginables: el valor por lo estético (verse bien), el valor académico (tener títulos), el valor moral (ser honesto), el valor social (tener amigos), entre otros miles. Y así el cerebro, por pensar en lo que sabe y quiere saber, en lo que hace y quiere hacer, en lo que tiene y quiere tener, en lo que es y quiere ser, se distrae y deja de pensar en el sinsentido de la vida
Pero este asunto no pudo mantenerse al margen de aquél lugar común de "das la mano y se toman el brazo" y por ello, los poseedores de esta máquina de hacer mentiras terminamos adaptándola a otros fines menos trascendentales, y fue hace mucho tiempo que aprendimos a mentir para provecho personal en detrimento de quienes caigan en el engaño. Habría sido tonto desaprovechar tal capacidad. Usamos la mentira para salir del paso, para hacer que los demás nos sirvan, para evitar culpas, y por sobre todo (y esto con la anuencia de la mente y el cerebro), para darle valor a la realidad que nos toca por contrariedad; virtuosismo que hasta permite al mártir transformar en valor su desgracia (escribo esto durante la semana santa, a buen entendedor, pocas palabras).
¿Me creen que esta piraña pesó medio Kilo?

Volviendo a los llanos del Apure, a las mentiras del llanero y del pescador
Aunque pueda ser muy divertido pescar en compañía, en el fondo, el pescador prefiere la faena solitaria. En principio porque la pesca es una contienda íntima entre el pescador y su presa, pero sobre todo porque sin testigos que lo desmientan el pescador podrá dar rienda suelta a la exageración de su mentira, para transformar cada faena en un cuento épico y, con un poco de suerte, en una leyenda. Aún cuando se pesque en grupo, se puede optar por mentir a los que no estuvieron presentes sobre la talla y peso de las presas, pero se corre el riesgo de ser desmentido.
El llanero arrea reses en la inmensa llanura sin otro testigo que él mismo. La inmensidad y la soledad se transforman en cómplices de sus mentiras. Al igual que el pescador, el llanero prefiere aventurarse a solas porque la falta de testigos favorece el secreto, y la mentira como tal, recalquémoslo, es un secreto incompartible.

Relación entre valores dudosos y las mentiras personales
¿Qué tienen en común el llanero y el pescador que los hace mentirosos? No creo que haya una respuesta a esta pregunta que no apunte a la inseguridad axiológica propia de los dos individuos. Si bien una persona puede hacer de cualquier cosa un valor, esto le será fácil solamente dentro de un circuito cerrado, dentro de un pequeño grupo. Por ejemplo: un drogadicto podrá hacer de la droga un valor únicamente en el círculo de drogadictos. Fuera del mismo le será muy difícil, sino imposible, hacerse valer por su adicción. La mayoría de los valores personales están determinados por las experiencias que el sujeto ha vivido, así un filósofo valora la filosofía por haberla estudiado, pero le será muy difícil hacerse valer como filósofo en un taller mecánico. Yo amo y valoro la pesca porque desde niño mi padre me enseñó a pescar. Fantaseo alcanzar el trofeo de pescar el pez más grande de cada especie; pero en el fondo sé que, para la mayoría de las personas, pescar es una forma aburrida de perder el tiempo. Y será por eso que en asuntos de pesca también he caído en la tentación de exagerar, de mentir, por inseguridad, por temor a que los demás no se sorprendan ante la faena que narro, y por ello siento la tentación de enriquecerla con adobos. Y el llanero también parece sufrir de la misma inseguridad, del miedo de quedar mal parado ante aquellos que han conocido la ciudad, o que se pasan el tiempo hablando con otras personas y no con vacas, caballos, o los rumazones de nubes y los extensos horizontes que nunca le responden a su monólogo. Pareciera que en su alma el llanero sabe que su valor sólo vale en un circuito cerrado. Circuito vasto, pero cerrado. Mentir es una opción válida para exagerar una realidad que no nos convence. Y si eso funciona para el llanero, y si eso funciona para el pescador, debe de ser válido. Pero, ¡siempre debe haber un pero! ¿Esto implica que también la mentira utilizada por los políticos para transformar su mito personal en movimiento de masas, es válido? Algo no anda bien en esto de las mentiras personales, pero llegados a este punto, en que nos encontramos con una mentira que puede ser beneficiosa o maléfica dependiendo del caso, prefiero dejar la incógnita como estímulo para pensar en ello, en vez de ponerme a buscar una respuesta que de seguro sería incierta.

Diferencia entre Mitomanía y Fabulación
El fabulador sabe que está mintiendo, miente a los demás pero no a sí mismo. El autoestima del fabulador está comprometida en el efecto de su mentira, el valor que obtiene proviene de la atención que logra en los demás. Si la exageración de su mentira logra llamar la atención, el fabulador habrá alcanzado su objetivo.
El  mitómano termina creyendo en la veracidad de su mentira. Aquí el compromiso de su autoestima está relacionado con la mentira misma. El mitómano se miente a sí mismo. El mitómano utiliza la exageración para darle importancia a sus vivencias, para enriquecer con ellas su autoestima. Si bien el valor del mito aumenta de ser reconocido por los otros, ya en sí mismo logra el efecto de subir los niveles de autoestima haciendo que el mitómano se sienta héroe. El non plus ultra de este recurso es la alucinación y el consecuente delirio. La psicosis es un recurso desesperado para subir la autoestima del que no tiene posibilidad, en un momento dado, de encontrar valores convencionales que distraigan a su cerebro de la miserable verdad mortal.
De una u otra manera en la mayoría de los casos la autoestima está comprometida en la mentira. Pero existe un grupo de individuos cuyas mentiras no están vinculadas a su amor propio, estos son los psicópatas. Los psicópatas mienten sólo para manipular a los otros, para ellos la mentira es únicamente una herramienta que utilizan de forma indiscriminada con la intención de estafar a los demás. La razón por la cual el psicópata puede mentir sin miramiento alguno y sin involucrar su autoestima es porque al no tener Auto Conciencia de Muerte (ACM) tampoco necesita de la autoestima para que distraiga a su cerebro, así que simplemente utiliza la capacidad de mentir heredada para lograr provecho en su vida social.

Mentir es una regla del juego de vivir, y no hay otro juego.
Liseth y su mascota
Ante estas inmensas extensiones de terreno siento el alma ensancharse porque, estar aquí, pisar estas tierras, dormir en hamacas a la intemperie, pescar en sus ríos, estar rodeado de cocodrilos, y el oso hormiguero que caza termitas detrás de mí mientras yo pesco pavones, ver la alegría de Liseth que estudia un pequeño cocodrilo atrapado en el pantano y que sería por un rato la mascota del campamento, caminar por el cenagal sorteando las anacondas, pesar y medir las presas que pesco (y la posterior exageración de las cifras), todo esto hace que sienta que esta llanura es mía y de alguna manera enriquece mi autoestima. También cuidar el medio ambiente, tratar de instruir a los llaneros en la conservación de las especies, instigarlos a impedir la caza indiscriminada del chigüire (Capibara), me hace sentir parte de la naturaleza e inyecta vitaminas a mi autoestima. 
El primer pavón de Liseth
Nos pasamos la vida tratando de saber, hacer, tener y ser algo valioso; es el juego de la vida, no hay otro, y si lo vivimos siguiendo las reglas naturales, la vida puede ser hermosa, a pesar de sabernos mortales.





*(1): El conjunto de estos valores componen nuestra axiología. Comúnmente la axiología personal es denominada "Autoestima".
*(2): Este conjunto de estrategias que conforman lo que llamamos "mente", en la escuela de Psiconomía las denominamos "Estrategias constituyentes mentales". Entre ellas se encuentra la capacidad de autoestima, la capacidad de sentir satisfacción, la capacidad de mentir, la capacidad psicótica, entre otras.