LA DECADENCIA
Donde se debilita la rebeldía se fortalece la decadencia.
De la vida sólo elegimos el estilo. El arte de vivir es vivir con arte. Lo decadente se me propone como una tradición que pretende mantenerse en el tiempo sin méritos históricos sino por prepotencia y capricho. Eso es la decadencia: un antiestilo.
Todos idealizamos. El reto es volver a la realidad. Quien no derrumba ídolos en la vida, quien no haya sido iconoclasta, lo más probable es que viva continuamente en idealización, o sea, en decadencia sostenida.
La decadencia es el tiempo que transcurre entre la agonía de una tendencia herida de muerte y la aparición de otra tendencia sustitutiva. La decadencia comienza con la agonía y el suspiro final lo impone la aparición de una novedad sustitutiva. Los imperios decadentes pueden durar años mientras no aparezcan ideas nuevas que los sustituyan.
Ser inconforme no implica estar insatisfecho, muy por el contrario, el inconformismo alimenta la vida con nuevos deseos y sus potenciales satisfacciones. Así mismo, estar conforme no implica sentirse satisfecho. La conformidad implicaría no- desear por lo tanto sería insatisfactoria. Luego, la satisfacción es consecuencia de la inconformidad. (Extracto del Libro "Del DDI al DDS" de Mario Fattorello)
La repetición de la rutina puede llegar a ser tan consuetudinaria que parezca que ni se mueve. Cuando la función de la rutina es seguir siendo rutina su movimiento deja de ser perceptible y aparenta estar quieto. A este fenómeno (evidentemente decadente) pudiéramos llamarle catalepsia del entusiasmo.
La decadencia empieza cuando disminuye la curiosidad.De la vida sólo elegimos el estilo. El arte de vivir es vivir con arte. Lo decadente se me propone como una tradición que pretende mantenerse en el tiempo sin méritos históricos sino por prepotencia y capricho. Eso es la decadencia: un antiestilo.
Quien hoy día no sea verde, es un decadente.
Matar el tiempo es decadente.
-“Con dinero o sin dinero, hago siempre lo que quiero…”. ¿Quién no ha cantado este estribillo con cierta rebeldía? Parece inevitable que hacia el dinero tengamos afectos ambivalentes. Le amamos por necesitarlo y le odiamos por depender de él. Pero esta ambivalencia es un equilibrio racional. Amarle de forma incondicional sería fetichismo anormal.
A pesar de que lo tradicional sólo tiene valor en su sentido folclórico y en el resto de los casos suele ser una puñalada por la espalda a la novedad, lo tradicional no es decadente, en una escala de valores se encontraría en un peldaño muchísimo más alto, y esto lo sabe la decadencia que trata de revaluarse camuflándose de tradición.
La decadencia es un naufrago a punto de ahogarse.
Nos horroriza la repetición sin fin de la demencia y el Alzheimer. Nos horrorizan los movimientos repetitivos de los zombis postapocalípticos con sus monótonos gruñidos. Nos horrorizan los gobiernos que quieren repetir el mandato una y otra vez. Nos horroriza todo lo repetitivo porque no permite novedad. Y sin novedad no hay vida. En la película “El día de la marmota” Bill Murray está atrapado en el tiempo y cada mañana vuelve a vivir el día anterior. Lo horroroso era que NO VIVÍA. Vivir lo mismo no es vivir, en la vida no se “vuelve a vivir” y cuando esto parece suceder, en realidad hemos perdido el tiempo, le duela a quien le duela.
Por esto los políticos en general tienen el tufillo de la decadencia.
Decadente es ver como alguien tira al piso basura que, de seguro, supone que alguien más recogerá. Pero más decadente es lo que varias veces me ha tocado ver desde la ventana de mi consultorio: una madre lleva de la mano a su hijo y ambos beben de vasos plásticos, al acabar la bebida la madre tira al piso el vaso y su hijito la mira, apura el trago y hace lo mismo imitándola, como si con aquello estuviera diciendo “Otra cosa más que aprendo de mi mamá para ser adulto”.
La vida es sólo tiempo.
Reconozco que hasta hay discursos filosóficos bastante convincentes sobre la finitud del discurso, del arte, del mensaje, de la intención, de la física y hasta de la naturaleza. Pero sigo siendo un convencido de que quienes piensan que ya todo está dicho están hablando desde la decadencia; y subrayo mi convicción con una pregunta “¿Las mentiras pueden tener límites?”
!Qué decadentes son los chavistas! Nunca se equivocan, siempre tienen la razón y todo lo que hacen son aciertos. De corazón lamento la decadencia que deben sufrir por ello.
Hablar por hablar no es hablar,es ruido.
La idealización siempre es decadente y sobre todo de mal gusto.
Los mejores anteojos anti idealización son los que no tienen cristales de ningún tipo.
Ten cuidado, cuando te pidan que te sientes a esperar, puedes que estés en la antesala de la decadencia... De la vida sólo elegimos el estilo. El arte de vivir es vivir con arte. Lo decadente se me propone como una tradición que pretende mantenerse en el tiempo sin méritos históricos sino por prepotencia y capricho. Eso es la decadencia: un antiestilo.
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