miércoles, 12 de julio de 2017

CONSULTA PORTÁTIL DE PSICOLOGÍA EN EL MUNDO AL REVÉS. Sobre la lucidez en el poder, amor, sexo y mentiras.

Mario Fattorello © 2017

EL MUNDO AL REVÉS DE LA LUCIDEZ
Reconozco que uno de mis pasatiempos preferidos es meterme en la mente a ver con qué me consigo. Entrar a la lucidez mental es como atravesar un espejo, comparado con el afuera, lo de adentro es un reflejo, al revés.
Lo de afuera se ve diferente desde adentro. Lo lúcido que sale del interior se oscurece al mezclarse con los demás, y es que, para evitar conflictos, se adapta y se transforma, casi siempre, hasta que deja de ser una verdad. Por ello, la historia real es tan diferente al cuento general.
En la lucidez interna, un simple vaso de agua por la mitad, es un misterio. No está medio lleno ni medio vacío. En la lucidez mental no existen polos opuestos ni extremos. A la lucidez le importa un carajo si el vaso es grande o pequeño, si está lleno o a medio llenar, sólo le importa la relación entre la cantidad de agua y la sed a saciar. Así de relativos son los reveses del lúcido mundo interno mental.

EL PODER AL REVÉS
En el mundo externo el poder es algo sencillo y fácil de entender: un asunto de amos y esclavos. Y dependiendo del lado que se esté, es fácil saber la posición que hay que tomar: si se es amo hay que mandar y si se es esclavo hay que obedecer.
Pero en la lucidez la cosa está dada vuelta porque no existe el poder ni la fortaleza. En la lucidez sólo existe, en mayor o menor grado, la debilidad. Y no es el amo quien hace al esclavo, sino el esclavo quien permite que otro esclavo se vuelva su amo. No es el fuerte quien domina al débil, sino el débil quien permite a otro débil ponerle el pie en la cabeza. En la realidad interna mental está claro que el poder es una ilusión, está claro que si el poderoso desaparece el débil queda, pero, si el débil desaparece ¿quién y de quien sería el amo? En la lucidez no existe la fantasía de superioridad.

EL REVERSO DEL AMOR Y EL SEXO 
Un paisaje lúcido especial es, el reverso interior del amor y lo sexual. En el mundo externo parece consabido que el amor vale más que la sexualidad. Que sexo hay dondequiera y el amor no es para  cualquiera.  Que si uno de los dos, en una caja fuerte hubiera que resguardar, nadie dudaría en elegir el amor por su mayor valor. Y lo interesante en este caso es que en el mundo de los reveses mentales, en la realidad absoluta interna es exactamente así, el amor es el valor por excelencia mientras que el sexo sólo es deseo de saciar una carencia.
Entonces, ustedes se preguntarán ¿acaso en este caso, la lucidez interna al revés no está?
Pues resulta que sí lo está, porque en el mundo externo las creencias humanas suelen decir una cosa y hacer otra. Si bien en la cotidianidad dícese que el amor se lo considera más que al sexo, mujeres y hombres que pavonean su portento sexual, con labios, nalgas, pechos, bíceps y tríceps inflados a reventar, lloran a moco tendido por no ser correspondidos al amar «¿Por qué me dejó, si tanto me esmero en su deseo saciar?». Se preguntan convencidos de que la vida le ha sido injusta, y las lágrimas le impiden ver la cruda realidad de que vendiendo sexo, amor no le van a comprar.
Y es aquí donde las cosas se ponen al revés. Porque a pesar de que el imaginario colectivo jura valorar más el afecto que el sexo, la mayoría espera de lo sexual una retribución fenomenal, como si con buen sexo el amor se diera por descontado, como si fuera un asunto de mesoneros, que después de servir una buena comida, dan por garantizada la propina. En la realidad del revés mental está claro que amarse no es una propina por acostarse.

REVESES Y MÁS REVESES / NO TE CREAS TODO LO QUE CREES
En fin, al recorrer los caminos del mundo interno mental, los caminos de la cruda lucidez, son muchos los parajes desgarradores que muestran la realidad al revés de como nuestros ojos la ven. Un ejemplo es el amor familiar que en el mundo externo es visto como algo incondicional; pero en la realidad interna mental, como cualquier otro amor es un derecho y debe ganarse igual.
O la felicidad, que en el mundo externo es vista como una meta que hay que alcanzar por ser el sentido de la vida. Mientras que en la lucidez mental es un punto de partida para tener ganas de alcanzar metas aunque la vida no tenga sentido.
En la realidad externa todos tratan de valer más que alguien más. En la lucidez del revés mental el verdadero «valor» tanto de «valía» como de «valentía» es el valor de reconocer que no valemos gran cosa. Y es el desasosiego consecuente a esa conciencia lo que nos impulsa a tratar de cambiar la realidad y nuestros intentos por lograrlo han creado lo que llamamos «humanidad».

PARAFRASEANDO REVESES
Y qué decir de las frases fáciles. «Hay que vivir cada día como si fuera el último», dice una. En el mundo de afuera esta frase tendrá algún significado romántico, y quien la dice tal vez imagine que en las 24 horas antes de morir se dedicará a mirar el amanecer hasta el atardecer, el color de las flores, las abejas y cosas por el estilo. Pero aquí adentro está claro que la muerte no tiene nada de romántico, que el final asusta, que vivir como si fuera el último día sería una tortura, desesperante, atroz. En la lucidez mental está claro que el último día no se lo puede dedicar a amar a los demás, porque antes del final sólo existe el egoísmo del dolor y el miedo, nadie quiere pensar en los otros cuando le duele una muela, menos todavía cuando sabe que no le dolerá nunca más. No se puede amar a quien se queda cuando uno se va en contra de su voluntad.
Y son muchas las frases que se materializan entre los escenarios baratos del teatro burlesco de afuera, como las de los conformistas que sentencian «más vale pájaro en mano que cien volando», frase que afuera consuela al amilanado, pero que en la mente lúcida está al revés y define la resignación del fracasado. Y así la realidad externa se mantiene a fuerza de frases de pacotilla «más vale malo conocido que bueno por conocer», o «la felicidad es una actitud», o «no hay mal que por bien no venga», sentencias todas altisonantes y erguidas, que ante la lucidez, quedan patas arriba. En definitiva, en la lucidez las palabras tienen un significado propio cada vez. En el mundo de afuera, las palabras significan lo que cada quien quiera.

EL PROPIO REVÉS
Pero el paisaje más lúcido y terrorífico del mundo mental al revés es aquel en el que reconocemos nuestras huellas. El terreno de lo propio, la propia trayectoria, la significación de uno mismo.
El mío, está lleno de letras, letras que componen palabras, palabras que intentan frases, y todo ello al revés, ilegible, a menos que se use un espejo; pero en el mundo al revés no hay espejos. Aun así, sin poder leer mi propio escrito, sin diccionario que me ayude a descifrarlo, puedo intuir el revés de mi mensaje vital: «si en el mundo de afuera escribes sobre tu vida, en el mundo de adentro tu vida es lo que escribes».
En el mundo del revés interno se es consciente que no existen historias para escribir. Al contrario, se sabe a cabalidad que las historias sólo existen después de ser escritas. En los vericuetos patas arriba del cerebro está claro que lo que llaman «destino» allí afuera, son las frases que logremos escribir aquí adentro.


domingo, 7 de mayo de 2017

CONSULTA FATTORELLO EN EL PAÍS DE LA INTROSPECCIÓN. O SOBRE LO QUE SOMOS.

Momias Fattorello

¿QUÉ SOMOS?
Tenemos una naturaleza moral pero también somos asesinos y hemos creado convenciones sociales para que ambas cosas coexistan, y así, inventamos las guerras para asesinar de forma moralmente correcta. Al igual que la masturbación sirve para descargar la energía sexual mientras no alcance su cauce normal, asesinamos en videojuegos para calmar los impulsos criminales circunstancialmente domesticados.

¿QUÉ SOMOS?
Amamos la libertad propia y tememos la libertad del otro. Inventamos la propiedad privada y terminamos siendo pertenencia de nuestras pertenencias. Somos dueños de esto y aquello para remarcar al otro lo que no es suyo. Inventamos países y fronteras para poder descansar de noche sin miedo de amanecer desnudos. Nos tenemos miedo. Por miedo nos consideramos todos humanos pero nos diferenciamos en todo lo que podamos. Etnias, folklores, gustos, ideas, posesiones, moral, dioses, cualquier cosa es buena para marcar diferencia y distancia de salvaguarda.
Momias Fattorello
Confiamos en Dios y nos consideramos hechos a su imagen y semejanza; pero desconfiamos de nuestros semejantes que también son semejantes a Dios. Inventamos la libertad de expresión y culto al tiempo que creamos un código de lo que no se puede creer o decir. Los norteamericanos han disminuido tanto su persecución a los negros que hasta tienen libertad de ser presidentes, pero es muy improbable que le permitan creer que Dios le haya hecho a su imagen y semejanza. A veces pareciera que el ser humano pudiese considerarse como un ser cambiante pero esto está aún por comprobarse. Aceptar que Dios sea negro sería un paso adelante.

¿QUÉ SOMOS?
Le tememos a la locura pero ambicionamos el poder a sabiendas de que el poder enloquece. Para lidiar con estas dos tendencias contradictorias hemos creado la política, una organización que intenta administrar la fascinación por el poder desquiciante. Y hemos inventado la psiquiatría para administrar a los locos sin poder.
Momias Fattorello

¿QUÉ SOMOS?
Inventamos las prohibiciones a sabiendas que aumentan la tentación, y en este punto no se aceptan justificaciones porque el asunto está claro desde que puso en aprietos a Dios, Adán y Eva en el tiempo mítico del árbol del Edén ¿Qué hemos sido siempre?

¿QUÉ SOMOS?
Momias Fattorello
Decimos que amamos para ser amados. En el mejor de los casos amamos para amarnos. Inventamos el altruismo para disfrazar el egoísmo. Somos altruistas porque nos conviene, ayudamos en la esperanza de ser ayudados, y quien opine que no pretende ayuda a cambio o que espera no necesitar ayuda, está confesando una alteración narcisista de tal calibre que le inhibe del derecho mismo de opinar

¿QUÉ SOMOS?
Momias Fattorello
Nos esforzamos para ser públicos y luego reclamamos nuestra privacidad perdida, no habiéndola perdido en absoluto (la privacidad), sino vendida a cambio de publicidad. 
Nos enorgullecemos de haber creado y poseer dos privilegios sobrenaturales: la matemática y el arte. De la primera nos enorgullece su exactitud y del segundo su particular imperfección perfecta por única y por lo tanto incomparable e incuestionable. Ambicionamos la perfección, pero, por no tener claro el concepto, nos resguardamos en el arte errático.

Momias Fattorello¿QUÉ SOMOS?
Le damos importancia a lo que nos hace sentir bien al tiempo que el dolor es la manera por excelencia de darle importancia a algo. Lo que duele nos importa. Lo que disfrutamos también. Todos queremos ser importantes. Somos importantes por sufrientes y por gozadores, pero ¿qué es más importante? ¿Es importante lo que somos? ¿Somos importancia?

¿QUÉ SOMOS?
Luego está lo que empezamos sin que tenga valor empezarlo, ni continuarlo, sino terminarlo. Dejarlo de hacer. Trabajamos duro y mucho para que algún día no tengamos que hacerlo más. Vamos aprisa con la ilusión de poder ir despacio alguna vez. Nos cansamos para poder descansar. Vamos a conocer la Torre Eiffel para dejar de desear ir, para decir con alivio ¡ya la conocí!, para que nos deje de joder y poder dejar de pensar en ella de una vez por todas. Nos sacamos una selfie con el glaciar Perito Moreno a las espaldas para restarle importancia “ya lo conocí, ahora puede desaparecer”. De muchachos ansiamos las vacaciones de fin de curso, y al mes, extrañamos el colegio en el que fantaseábamos dichas vacaciones.
Momias Fattorello
Luego, más viejos, trabajamos toda la semana para descansar el fin de semana y recuperar fuerzas para seguir trabajando la semana siguiente, y esto se ha repetido tantas veces que ya no sabemos cuál de las dos cosas desempeñamos para lograr la que queremos.
En invierno nos quejamos del frio y en verano del calor, en el otoño de la lluvia y en primavera del polen, todo esto muy normal por natural, pero la cuestión es ¿hay algo de lo que no podamos quejarnos? Pareciera que no. Tenemos la particularidad de ser suicidas. Al poder quejarnos de la vida misma ni siquiera podemos decir que somos seres que quieren vivir.

SOMOS...
Parece que nunca sabremos lo que somos, porque queremos ser tantas cosas que no nos limitamos ni siquiera de las contradictorias. Tal vez el problema sea que la pregunta es muy general y, por ello, al final, habría que responderla desde la misma generalidad: somos inconformes.

Momias Fattorello

domingo, 9 de abril de 2017

CONSULTA FATTORELLO EN EL PLANETA-ESCUELA. (O EDUCAR PARA QUE NO NOS MATEN).


PETULANCIA DEL GENIO DE MAMI
Mario Fattorello © 2017
—¿Piensas resolver el problema?—. Le pregunta un hombre a un joven.
—Nop —responde el joven—, ¡me resbala!
—Pero es una oportunidad para demostrar quién eres!— Insiste el hombre.
—No me interesa—. Responde el joven.
—Sé que tú lo resolverías si quisieras —insiste el hombre—y así demostrarías tu inteligencia—. Termina de decir el hombre con acento de último recurso.
A lo que el joven responde en tono de fastidio.
—No me interesa demostrar nada, sé que soy inteligente, mi mamá siempre me lo dice.

¿Criar hijos diciéndoles que son los genios de mamá y papá? ¡Vamos!, además de las lógicas consecuencias, ¡eso es un Corín Tellado sobre la pobre autoestima de los padres! Debería estar prohibido sólo por el mal gusto. Creo que nadie estará en desacuerdo con que la humanidad no necesita gente que se «crea» genio sino que lo «sea». Y la inteligencia se desarrolla ante la necesidad, si se cree que no la necesitamos se duerme y, más temprano que tarde, entra en coma (a la inteligencia comatosa se le llama: idiotez).
EDUCACIÓN VERSUS PEREZA

Mario Fattorello © 2017
Por ley del menor esfuerzo, por ahorro de energía, todos tendemos a la pereza que además, hay que reconocerlo, es cómoda. Aclaremos que descansar cómodamente no implica perecear. Merecida es la siesta del justo, así como el descanso del domingo (copiado de Dios, pero claro, después de crear al mundo entero). Merecido es el descanso como recompensa. Mientras que el perezoso es quien descansa a cuestas del esfuerzo ajeno. El que descansa en una hamaca y tira la lata de coca cola al piso «porque alguien más la recogerá», eso es perecear.
La pereza es una negación de la voluntad y, por ende, del aprendizaje, porque nada se le puede enseñar a quien no tiene voluntad de aprender, en consecuencia la «voluntad de vencer la pereza» es el acto inicial del proceso educativo. Claro está que son muy variadas las razones por las que se puede tener voluntad de aprender, por ejemplo, en los niños, por miedo a la reprimenda o al castigo. Los niños aceptan aprender principalmente por miedo, de ninguna otra manera dejarían la pelota de futbol de lado para repetir las aburridas tablas de multiplicar. Es función de los padres garantizar que el niño se eduque porque si no lo educan bien, alguien lo educará mal y podrían aprender, por dar un ejemplo extremo, el parricidio. Es lógico que de buenas a primeras un niño no acepte leyes que le limitan y por ello existe el castigo para incrementar el respeto. Por favor, absténganse de opinar quienes se impresionen con el término «castigo». Quienes piensen que «el castigo es abominable» simplemente pasan por alto que todo lo que de abominable hay en el ser humano proviene de quien no teme el castigo, llámense psicópatas, delincuentes o políticos con inmunidad parlamentaria. No existe ley que no castigue su incumplimiento.
Pero «aprender por miedo» es cosa de niños, luego, con los años, se puede querer aprender. Ya no por miedo, sino por deseo. Por entender que el mundo está dividido en los que temen y los que meten miedo, en alumnos y maestros, en quienes aprenden y quienes enseñan. En ese momento de concienciación, el aprendizaje se vuelve una puerta de salida del miedo y de entrada al estatus de maestro (que mete miedo). Quienes enseñan lo hacen para dejar claro de qué lado están. Piénselo, es casi imposible imaginar que aprendamos algo nuevo sin sentir el deseo de contar la novedad a otros. Cuando una mujer se entera que una de las compañeras del Gym es engañada por el esposo ¿quién se atreve a apostar que guardará en secreto la novedad? En todo caso, las apuestas girarán alrededor de cuántos minutos o segundos tardará en propagar la noticia. Nadie escapa del deseo de aprender para enseñar.


EDUCACIÓN DE REGLAS SIMPLES PERO DELICADAS

Mario Fattorello © 2017En educación las reglas del juego son simples. La ilustración más básica y visceral de este proceso es la academia militar. Los soldados soportan a regañadientes las imposiciones de sus superiores soñando con la promoción que les dará la oportunidad de hacer lo mismo con sus inferiores.
Sin embargo, la cantidad de delincuentes provenientes de la escuela militar deja en evidencia lo delicada que es la fórmula de la educación, un pequeño desvío en el proceso marca una gran diferencia en el resultado, si todo sale bien tendremos un ser civilizado, si algo falla crearemos un resentido social. A nivel del espíritu, estas dos categorías se diferencian en que el primero (el civilizado) va a pretender una «revancha», o sea, una oportunidad para demostrar lo que puede saber, hacer o ser. Mientras que el «resentido» deseará una «venganza», o sea, degustar el morboso placer de usar lo aprendido para dañar a los demás.


LAS INSTRUCCIONES

Se entiende por instrucciones las partes de un manual de uso ¿Cuáles serían las instrucciones de un manual de vida? Supongo que «vivir y dejar vivir» debiera estar entre las primeras; pero esta simple instrucción será pasada por alto si la ignorancia llega hasta el punto de no saberse vivo y desconocer por completo la existencia de manuales.
Que nuestro vecino siga la simple instrucción de cómo se cierra la llave de paso del gas de la cocina influye en nuestras probabilidades de morir en una explosión. Las explosiones no saben de paredes divisorias entre lo propio y lo ajeno. La educación nos protege de ellas. La ignorancia nos pone en peligro. La principal función de los profesores es: menguar la amenaza. Y si lo tuyo influye en mí, bien vale que me interese en lo que haces para prevenir lo que me pase. Si no educamos a nuestro favor, alguien lo hará en nuestra contra. Es cosa de supervivencia, la ignorancia que dejemos libre será nuestra espada de Damocles. Lo que no eduquemos se nos volverá en contra.


LA EDUCACIÓN MONOTEMÁTICA

Mario Fattorello © 2017
Si la ignorancia es un peligro, el aprendizaje monotemático es un cataclismo. Una de las monomanías educativas más comunes proviene de esos maestros que por ser timadores son timoratos y tiemblan ante la posibilidad de que sus enseñanzas sean sopesadas con otras, estos son los que enseñan dogmas, siendo el más peligroso de todos el que promueve una enseñanza única «es palabra de Dios, no se admite discusión» o «todo está en este libro, no se dejen tentar por la blasfemia». Proponer que para entender un libro hay que evitar leer todos los demás es un dogma cuya absurdidad es tan grande como su absurda popularidad. Y se entiende que sea popular ante la pandemia de pereza. Una Biblia abierta en el living de la casa es una bendición para las familias que practican la pereza de leer, bendición que (creen) les protege de la incultura: «en nuestra casa siempre tenemos un libro abierto».
Pero sería una ligereza atribuirle la exclusividad de la monomanía educativa a los fervores religiosos, la enseñanza unidireccional crece como hongo en todos los pensamientos autocráticos que no admiten discusión: el comunismo, el moralismo, el puritanismo y demás ventas de baratijas marca «…ISMO».


DERECHO DE AUTOR SOBRE UNO MISMO

Teniendo en cuenta que la educación es tan delicada que un leve cambio de viento puede aberrarla formando monstruos, y a sabiendas de lo tentador que puede ser para un maestro enseñar a su egoísta conveniencia; la educación no debiera ser un punto de llegada, sino de partida. La educación debiera ser el instructivo básico para que cada quien termine siendo su propio maestro y alumno. Aprender a discernir los propios intereses en la lectura para poder elegir los libros de la propia biblioteca. Aprender a reconocer cuánto necesitamos de los otros para llegar a ser autodidactas en la ayuda a los demás. Aprender el método científico para luego poder crear nuestra propia alquimia educativa y colocarla junto a las demás columnas de la humanidad, a saber: la empatía, la alegría, el amor, la solidaridad. Aprender los números para dedicarnos, en las noches oscuras, a medir nuestra cercanía con las estrellas. Aprender el nombre de las cosas para darle otros distintos a nuestras invenciones. Aprender a ser sinceros para tener siempre presente que no somos inmortales, única manera de respetar el tiempo del mundo. Y, sobre todo, aprender el respeto por las leyes, para luego, comprender que la justicia no es un edificio de concreto, sino una delicada barraca que intenta mantenerse en pie, y que, cada quien a su manera, tiene el deber de apuntalarla con la propia conciencia como contrafuerte. La educación debiera ser el punto de partida del camino hacia tener vida propia, a ser una novedad, a lograr tener derecho de autor sobre uno mismo.
Sin embargo, esto que es tan fácil decirlo se hace difícil lograrlo, y pareciera que la principal dificultad radica en los maestros que con su comportamiento enseñan lo contrario. De menor a mayor trascendencia están primero las tradiciones familiares que se repiten por generaciones, por ser más fácil la repetición que la novedad. Luego están los políticos que al alcanzar el grado de mandamás ya no saben qué hacer con su vida salvo el hecho de mantenerse donde están, obligando a sus súbditos a calarse la repetición de los dogmas necesarios para ellos quedarse en el poder. Y por último pero en el lugar de mayor importancia está el maestro Dios, un padre que pretende que sus enseñanzas se repitan todos los días sin novedad alguna, y todo esto por razones desconocidas que no le da la gana aclarar.


LA ENSEÑANZA DE LA IGNORANCIA

Hemos visto que la «siembra educativa» depende del «campesino maestro», del «terreno aprendiz», de la «semilla del conocimiento», y del «temperamento atmosférico» que determinará la «cosecha educativa». Los delicados buenos frutos de la educación son múltiplemente condicionados. Salvando la distancia con el misticismo, pudiéramos decir que son milagros. Conocemos la mayoría de las leyes de la educación, pero aun así, son tantas que es imposible tenerlas todas en cuenta, por ello el destino de la educación parece azaroso. El azar se encuentra en las antípodas de la ley. Es concluyente que cada elemento enseñado debe conllevar sus reglas de uso. En fin, la educación aparece dividida en dos grandes categorías, la enseñanza de los conocimientos y experiencias por un lado, y la enseñanza de las leyes por otro. La primera se enseña por enseñanza aprendizaje y ensayo error; y la segunda por premio y castigo. Y llegados a este punto parece estar claro que el arte educativo esgrime su nivel más sublime cuando logra que ambas enseñanzas vayan de la mano.
Por ello, hasta que no se encuentre una educación más precisa y efectiva, corresponderá a la jurisprudencia reparar los daños provenientes de los traspiés educativos.

Y aquí surge la advertencia más importante: que la ley cumpla con su carácter universal, e interceda por igual en el caso de educadores, educandos y autodidactas. Hoy en día la ignorancia pura y llana por herencia no existe, es enseñada. Y los gobiernos que utilizan la enseñanza de la ignorancia como estrategia para controlar al pueblo deben ser castigados. Quien tenga ojos (venezolanos) que vea (y se sienta aludido).

jueves, 5 de enero de 2017

Consulta Fattorello en el Multiverso. Sobre la Educación Perdida.

Mario Fattorello
LAS MAESTRAS HISTÉRICAS
En la vida se aprende de muchas maneras y siempre se aprende algo aun sin darnos cuenta. De mi madre aprendí que la directora del colegio nos gritaba desde la altura de sus tacones altos y con su mirada inquisidora detrás de sus lentes puntiagudos, porque era «una maestra italiana muy exigente». Luego, mucho antes de leer a Freud, descubrí que la directora del colegio nos gritaba porque era una solterona histérica. Y hace poco tiempo me convencieron, aunque me costó creerlo, de que no todas las maestras de escuela gritan, ni son histéricas.

UN MONTÓN DE TIEMPO PERDIDO
Fui educado para ser lo que nunca tuve que ser.  Las cosas han cambiado radicalmente desde que iba a la escuela. Mis maestros, profesores y padres murieron y no tengo noticias de que hayan recibido algún trato especial en el más allá por comportarse de la forma que ellos creyeron correcta y que, por supuesto, me enseñaron. Casi no los visito en el cementerio. De niño me prohibían ver películas de terror cuyas escenas solían representarse en lúgubres cementerios, supongo que entenderán (mis padres) que después de haber disfrutado enormemente viendo películas de terror a escondidas y temblando por las sombras que emergían de las lápidas y los mausoleos tanto como por el miedo a ser descubierto trasnochado frente a la tele por ellos (mis padres), supongo, repito, que entenderán (mis padres) que no le encuentre mucho sentido a visitar tumbas en el cementerio.

INFORME SOBRE CIEGOS
Fui criado en un mundo en el que la masturbación era el origen de los ciegos. Nunca le confesé a mis padres ni a nadie antes de hoy, el pánico que sentía cuando veía un ciego con su bastoncillo blanco en la calle. En primer lugar le tenía miedo por pensar que el hombre era tan perverso que podía ser peligroso y de última me daba pánico pensar que por algún motivo desconocido, el destino todavía no se había cobrado mi visión. Es horrible ser un criminal prófugo de la ley, siempre a la espera de ser pillado.

APRENDER A MATAR GENTE
Crecí en un mundo con muy pocas películas de TV y la mayoría eran de guerra. Me enseñaron que la guerra era romántica porque mis padres estuvieron en la guerra. He sacado cuentas que me hacen sospechar que mi padre fue un desertor, claro está que de eso jamás se habló en casa, pero tal vez sean imaginerías mías, simplemente hoy me sentiría más orgulloso de ser hijo de un desertor que de un soldado matagente, insisto, ¡cuánta educación perdida!

LA ENSEÑANZA DE LA ETERNIDAD
Me enseñaron a que las cosas mientras más tiempo duraban eran mejores como cierto tipo de ollas de cocina que mi madre nunca tuvo y que la gente decía que eran eternas, tanta educación sobre la eternidad de las cosas para luego enterarme que la existencia de la humanidad depende de la obsolescencia.

EL TABÚ DEL APRENDIZAJE
En mi educación, la homosexualidad era un mito, y yo particularmente lo creía un mito griego, con lo cual el asunto pasaba de ser una vergüenza social inocente a ser una rareza histórica. Cuando niño jamás vi nada extraño entre Batman y Robín, además ¡De los superhéroes nunca se sospecha nada! Muchos amigos se han reído de mí cuando les cuento que aun habiendo presenciado durante mi adolescencia un concierto de los Queens, hasta mis 20 años ni siquiera tuve la suspicacia de sospechar que Freddy Mercury fuera gay. En mi primera educación los gais no existían. Yo no era homofóbico porque no podía tener miedo a un mito griego. Pero, y aquí viene la incongruencia educativa, yo creía que los secretos debían reservarse para cosas realmente importantes, y nunca terminé de entender por qué se escondía así a la homosexualidad, siendo simplemente una diversidad más del mundo. Para entender este tipo de educación es preciso tener en cuenta que mis padres hablaban de los ángeles de forma concreta y real mientras que en relación a la homosexualidad eran agnósticos. La verdad es que entonces comencé a pensar mucho en los absurdos como eso de que fuera delito que dos hombres se amaran pero no era delito que muchos hombres se odiaran y se mataran en las guerras. Pero mis padres habían vivido la guerra y lo peor es que los italianos, a pesar de ser reincidentes perdedores de guerras, se sienten orgullosos de ellas, por lo que me estaba prohibido hablar de pacifismo y así terminé aceptando que las guerras eran una «romántica licencia para matar» como la de James Bond.
Mario Fattorello

PROFESORES CURAS
Es rocambolesco estudiar en un colegio de curas. A las ocho de la mañana te enseñan el método científico y a las 10  tienes clases de catecismo. En la misma aula donde te explican la tabla periódica te aseguran la existencia de la consubstanciación a través de la cual se resuelve el asunto de que Dios, Cristo y el Espíritu santo son lo mismo ¡Qué claridad de pensamiento! No recuerdo que alguna vez algún profesor nos haya preguntado «¿Alguien está confundido?».
Seguramente la educación tenga sus momentos graciosos, yo me los debo haber olvidado.

EDUCACIÓN SEXUAL
Pero ahora suavicemos este discurso con algo más ligero. Lo más fácil es aprender sobre sexo, porque uno ya nace sabido, bueno, por lo menos yo. Cuando mi primera «chica de cerca» me preguntó si ya lo había hecho, yo respondí «Uff, estoy cansado de hacerlo», y bueno, al final no se quejó de nada, así que supongo que en realidad lo sabía hacer por naturaleza. En la vida también se aprende que no toda mentira es mentira. Pero más tarde que temprano, para mí, se aprende que no toda verdad es cierta.

EDUCACIÓN PARA LA PERDICIÓN
El título de este escrito es «La educación perdida», queriendo literalmente referirme a la educación que se perdió, que desapareció, que donde estuvo ya no está. El título no pretende ser una queja, como si de haber perdido algo valioso se tratara, pero tampoco es una recriminación, como sugiriendo que hubiere sido mejor no haberla tenido. Aquí no se trata de si fue una buena o mala educación, sólo se trata de su «perdición» ¿Me explico?

LA VERDADERA DIVERSIDAD
Una educación que hubiera querido que nunca se perdiera, es la educación callejera que promovía la diversidad (y esto a pesar de la gran censura de la época). Durante la infancia y bien entrado en la adolescencia cada persona, para mí, era un fenómeno. En el colegio había un cura que no usaba interiores y se acomodaba todo el asunto de lado, llegándole a diez centímetros de la rodilla, le llamaban “Padre manduco”, la cosa era obscena, pero también graciosa y hasta emblemática. Pero lo trascendente es que el cura, a sabiendas de su sobrenombre y supongo que orgulloso del mismo, nunca usaría interiores, ni trataría de disimular el asunto, al contrario, creo que todos pensábamos que lo exageraba. En el mismo colegio había una chica que en clase de deportes usaba unos jeans recortados como super-hot-pants y luego se sentaba en el pasillo en la posición del loto. Sentarme frente a ella fue mi mejor lección de puericultura, pero extrañamente, algunos la tildaban de «puta», para mí era la chica más bella del mundo. Recuerdo un señor que, supongo, habría trabajado mucho bajo el sol porque tenía miles de arrugas en las manos, el cuello y la cara; el señor se llamaba Mario como yo. Era el hombre más alto que yo jamás haya visto, para mí el hombre más alto del mundo. Un fenómeno. Yo pensaba que cuando fuera mayor quería tener tantas arrugas como él ¡Qué valores aquellos! Mujeres barbudas, hombres topo, rusos comegente, anarquistas, carniceros mancos que habían perdido la mano en la moledora de carne, el mundo estaba lleno de diversidades y cada una de ellas tenía su valor por original. Entiéndanme, con una educación así no puede sino resultarme aburrido el actual mundo donde todos tratan de semejarse y en el que los diferentes son execrados hasta obligarlos a ocultarse.
Y así continúa la lista de educaciones perdidas por desuso. Me enseñaron a socializar y ahora vivo en un mundo superpoblado donde estar solo es casi imposible. Por otro lado, un lobo estepario era símbolo de sabiduría y originalidad y ahora es considerado sospechoso de subversivo radical o un desadaptado.
Me enseñaron a ser reservado y ahora hasta Jesucristo tiene Instagram.

Y SEGUIREMOS PERDIÉNDONOS
Y una de las enseñanzas que tuve que perder a voluntad fue la de que los jóvenes debían imitar a los mayores, puesto que ahora son los mayores los que se disfrazan de jóvenes. Sí, antes se hablaba de respetar a los viejos, ahora sólo se aprecia a la juventud y todos los demás son pobres que no pueden pagarse la cirugía plástica. Supongo que en este asunto influenciaron mucho los cómics, los superhéroes de las historietas que, como todos fuimos viendo, nunca envejecieron.
Mario Fattorello
Y ahora estoy aquí, escribiendo este escrito demasiado largo que muy pocos leerán porque los argumentos de más de 140 caracteres están fuera moda. Me pregunto ¿De qué me vale hoy poder recitar de memoria la Divina Comedia?