martes, 15 de marzo de 2011

Consulta Portátil de Psicología en Santiago de Chile (1) Sobre humildad y solidaridad

LOS 33 DE LA SOLIDARIDAD
Eran horas de almuerzo tardío en el Mercado Central de Santiago de Chile y discurríamos con los tenderos de las pescaderías que nos mostraban con disposición y orgullo el gigantismo de los mariscos chilenos, cuando explotó un grito multitudinario que sacudió las estructuras del viejo edificio. Los gritos se transformaron en ráfagas y luego en tornado. Y antes que nos enteráramos de lo que pasaba, el caos de exclamaciones individuales se reunió en una sola voz como de hinchada de fútbol: CHI CHI CHI – LE LE LE ¡VIVA CHILE!
Hacía muy poco que el mundial de futbol había terminado y ante la desorientación por la sorpresa pensé que los hinchas del Mercado festejaban un gol de su selección, pero pronto se fueron aclarando algunas frases entre el marullo, frases concretas que develaban el misterio: «¡Están vivos!». «¡Los 33!». «¡Los mineros están todos vivos!».
Los mineros enterrados desde hacía 17 días habían enviado un mensaje, y el papel decía: «Estamos bien en el refugio los 33»

La buena nueva en la tv del mercado

La felicidad deja de ser “ausencia de miedo” para transformarse en “belleza” cuando es colectiva. ¡Qué hermosa y contagiosa es la felicidad colectiva!

Alegría solidaria
No se me ocurre una manera mejor para precisar la solidaridad chilena que mencionar su fuerza, su intensidad contagiosa, y por ello lloramos de alegría viendo los televisores del Mercado Central, lloramos de alegría por contagio, porque todos estaban llorando con una sonrisa en los labios. La solidaridad chilena hace que cualquier persona que pise esa tierra se sienta en casa, se sienta chileno. ¡Viva Chile!

LA DOCTA HUMILDAD
«Docta humildad» parece ser el rasgo dominante entre los chilenos de hoy día, y con lo de «docta» y «hoy día» procuro asentar lo obvio: que este pueblo es el resultado de la concienciación de los avatares ocasionados por la soberbia política en los últimos 50 años. Y por ello, hoy en día, la «soberbia» pasó a ser el antónimo perfecto de la «chilenidad».
Santiago se nos mostró como una ciudad feliz, basándonos en que la felicidad es: la ausencia de miedo. En Santiago es fácil sentirse cómodos, como en casa y entre familia.

Una ciudad feliz.
Caminando por Santiago las palabras que vienen a mi mente con libertad de vuelo de ave son, humildad, solidaridad, colaboración, palabras que en sí mismas evocan el concepto de hermosura, y de allí a la belleza hay un paso mínimo. Una de las definiciones más modernas de belleza es: la ausencia de dolor. Aunque el dolor es un concepto cuyo alcance nunca se me ha dado bien demarcar, lo cierto es que Santiago y su gente me hacen pensar en la belleza como algo puro, sin maquillaje, simple y poco elocuente como ha de ser la verdad. Hace apenas seis meses que el país sufrió la sacudida de un terremoto 8,8 y no he encontrado a nadie que utilice el evento para victimizarse (en países como Venezuela, una sequía o una vaguada puede ser utilizada por el gobierno como justificación de sus fracasos durante años).

Tuve la oportunidad de hacer un sondeo curioso: casi todas las mujeres que observé llevaban las uñas naturales o como máximo barnizadas con brillo transparente, un toque delicado, sencillo, natural. Esta observación la llevé a cabo por muchos días durante reuniones, en restaurantes, en el metro, por la calle, en cafés, de día y de noche, el 90% de las mujeres de Santiago llevan sus manos limpias de pintura. Evitaré interpretar este asunto para favorecer que el lector saque sus propias conclusiones.

Al sentarme en una plaza o café a observar la gente pasar, suele sucederme (de manera inconsciente), que me pongo a descifrar las personas detrás de sus semblantes, de sus atuendos, sus poses, sus representaciones sociales; es como si tratara de desenmascarar conocidos en un baile de disfraces.
Sentado en la Plaza de Armas de Santiago observo la gente al pasar y tengo la impresión de que las metáforas y los símiles son innecesarios, lo que veo es lo que es y, nadie se “parece” a nada, la gente simplemente “se ve como es”, un ejecutivo se ve como tal, una señora es una señora, camina como una señora, se viste como una señora, se comporta como una señora; una muchacha camina, se viste, se sonríe como una muchacha, las personas se ven como lo que son.
Pueblo amistoso de docta humildad
Definitivamente en Santiago de Chile no puedo dejar de asociar la belleza con pureza y naturalidad. Y debo volver a remarcar que la chilenidad tiene algo de contagioso, y ha logrado un extraño efecto en mí: siento un inmenso apetito de humildad al tiempo que mi autoestima se ensancha hasta sentirse personaje de un cuadro de Botero; nace para mí un insólito concepto: «la autoestima humilde».


PERO, ¿QUÉ SERÁ LA HUMILDAD?
- En principio la humildad debiera consistir en ocuparse por incrementar la propia autoestima sin menoscabo de los valores de los otros, a la humildad no le interesa competir.
- La humildad no es un valor en sí misma. Antes de ser humilde es necesario alcanzar un nivel de valores elevado. La humildad no nos da valor, es una consecuencia del propio valor alcanzado. Por consiguiente sólo se es realmente humilde cuando el nivel del valor propio es alto.
- La humildad con alta autoestima tiene conciencia de necesitar a los otros y por ello conlleva al altruismo, la colaboración y la solidaridad.
- Para ser humilde primero hay que sentirse valioso, estimarse. Sólo los infelices sufren de la soberbia que planifica dañar al otro.
- La humildad no es una causa sino una consecuencia. La humildad no es una acción sino una reacción. La humildad, al igual que la autoestima, no es incondicional, está condicionada al alcance previo de metas y valores. La humildad no es innata, es un logro.
- A la falsa humildad se le llama hipocresía, la de quien pretende obtener un beneficio aparentando ser humilde.
- El falso humilde anda proclamándose como virtuoso. El verdadero humilde no se sabe tal. La humildad no se alcanza ex profeso, se logra por añadidura. Los humildes no se autopromocionan en su humildad.
- La autocrítica es un paso previo y conditio sine qua non para el ejercicio de la humildad.
- El verdadero humilde puede ser indiferentemente líder o seguir al grupo, pero siempre hablará y pensará (tanto para enaltecer o criticar al grupo), en tercera persona del plural: «nosotros» ―dirá.
- La humildad sabe escuchar pero esto no le impide expresar su opinión que además, por su forma calmada de razonar, suele ser certera. Sin embargo, es una característica del autoestima sana el no querer imponer el propio criterio, y tener capacidad para entender que el otro tiene razones para pensar como piensa (más allá de si opina lo correcto o no). La humildad es un estado donde se hace una cosmovisión bajo el Principio de incertidumbre de Heisenberg.
- Eduardo Punset, divulgador científico de merecidísimo éxito y enorme capacidad para transmitir conocimientos dijo: «El cáncer me devolvió a la manada y, por ello, le estoy profundamente agradecido». Este es un pensamiento lleno de «docta humildad».
- ¿Era el Sócrates de «sólo sé que no sé nada» humilde? Sí, pero no sólo por su autocrítica, sino por «saberse» humano; no por lo que no sabía, sino por saber que podía aprender mucho más (por saber «qué» no sabía); la humildad no es el reconocimiento como débil, sino tener conciencia del poder de la mente y aceptar el reto.
- El humilde es valiente y como tal enfrenta retos válidos y no falacias como la guerra (pido disculpas a Nietzsche, a quien admiro como padre espiritual en filosofía y de quien respeto muchísimos pensamientos. Para él la humildad era una falsa virtud detrás de la cual el sujeto esconde sus frustraciones y debilidades, y la verdad es que no discrepo con él, ya que Nietzsche se refería a la falsa modestia cobarde, gatos que algunos tratan de pasar por liebre. Y la humildad a la que me refiero aquí nada tiene que ver con el espantadizo perfil de la modestia).
- Creo que todos hemos pensado alguna vez que si el mundo estuviera dividido entre los que hablan sin escuchar, y los que escuchan sin hablar, escogeríamos pertenecer al grupo de los oyentes. ¿A cuál de los dos grupos pertenecerían los humildes? Es en este sentido en donde se diferencia la humildad de la que hablaba Nietzsche de la que defendemos aquí. Resulta no poco difícil imaginar a los proselitistas políticos o religiosos dentro del grupo de los humildes.
- Los principios de la Escuela de Psiconomía nos llevan a pensar que la piedra fundacional de la humildad es la Auto Conciencia de Muerte (ACM), único verdadero antídoto contra la siempre funesta búsqueda de inmortalidad que lleva al hombre a imaginar que, imperando sobre los demás, obtendrá de alguna manera el premio de la vida eterna. La verdadera humildad está clara de su finitud y vive con «responsabilidad evolutiva» sin esperar nada a cambio.

¿¡CUESTIONAMIENTOS HUMILDES!?
- ¿Qué sistema de pensamiento es más humilde (o cuál es más soberbio): el evolucionismo o el creacionismo?
- ¿Copérnico y Charles Darwin actuaron con soberbia o con humildad?
- ¿Es acaso una contradicción que los mismos creyentes que profesan la humildad como dogma de vida justa, se consideren a sí mismos hijos predilectos y centro de los intereses de Dios?
Ahí se los dejo…
Un trago "Terremoto" en el "Hoyo" de Santiago de Chile: un "humilde" clásico.