miércoles, 1 de enero de 2014

Consulta Portátil de Psicología en Venezuela (7). Sobre la Cultura Psicopática o ¿Los psicópatas tienen derecho a votar?

Mario Fattorello (preguntándome
SOCIEDADES PSICOPÁTICAS

No puede existir una sociedad compuesta sólo de psicópatas.
Siendo características propias de la psicopatía: la carencia de empatía que los lleva a tratar a los otros como cosas, la demagogia, la irresponsabilidad, la manipulación, la inconstancia, la indisciplina, la ausencia de código legal que les facilita el acceso a la delincuencia, en fin, siendo el psicópata un sujeto disocial, que no puede seguir la normas y leyes necesarias para hacer frente a las exigencias del régimen académico, ni la constancia para mantener un trabajo, ni la capacidad de tratar al otro como un igual, por lo anterior y por mucho más, no puede existir una sociedad compuesta sólo de psicópatas ¿Quién cocinaría el pan? ¿Quién atendería a los enfermos? ¿Quién enseñaría?
Pero en nuestro pueblo queda demostrado que sí puede sobrevivir (a duras penas, pero sobrevive) una “cultura psicopática” donde la mitad más unos cuantos es psicópata  (carente de super-yo, o estructura legal mental, o conciencia moral) y la otra parte la soporta. Pero, para poderla “soportar”, la minoría trabajadora, responsable, hacedora de bienes y servicios debe adecuarse a la falta de ley reinante, en otras palabras debe comportarse como si fuera psicópata.
En una cultura psicopática se aprende rápido a que si te descuidas el otro te perjudica y un poco más tarde se aprende a que si golpeas primero ganas de mano, creando lo que en estas tierras se le llama (orgullosamente) “viveza criolla”.
Un psicópata va buscando a su víctima de la misma manera que el león caza al animal más débil de la manada. En consecuencia se crea (entre las posibles víctimas de los psicópatas) la cultura de andar a la defensiva, la cual al poco rato se transmuta por ley natural evolutiva en conducta ofensiva. Un ejemplo: el trofeo más valioso para un malviviente es un arma. En consecuencia, por despeje natural de la ecuación, lo más apropiado para defenderse del malviviente será otra arma. Al poco andan todos armados y ya no hay distinción entre un bando y el otro, y las balas perdidas (que buscan ser encontradas por alguien) acribillan la civilización.
A lo anterior hay que sumarle que el deseo de venganza no es exclusivo de tipo de personalidad alguna, y así comienza la reacción en cadena: un empresario en defensa propia mata a un psicópata, en venganza el compañero de fechorías del difunto malviviente mata al empresario, un familiar del empresario contrata una banda de sicarios para desagraviarse, la banda cumple el objetivo, pero en la balacera caen dos sujetos de otra pandilla que ahora arremeten contra los sicarios que, a su vez, para defenderse necesitan de más armas y sobornan a quien los había contratado para que les dé el dinero para hacerse del arsenal necesario para una guerra de pandillas, en eso entra un policía corrupto a intermediar en el trato y sale muerto, ahora la policía también está involucrada con su deseo de vengar al compañero y termina siendo ésta la que liquida a los sicarios (previo trato con la otra pandilla de obtener un porcentaje de las ganancias del tráfico de drogas al que se dedican). La historia no tiene fin, el drama sube y baja de intensidad, hasta puede volverse melodramático en algunos pasajes, como cuando el hijo del comisario de policía muere por sobredosis y el padre desconsolado decide acabar con la distribución de estupefacientes tomando la ley en sus manos pero terminando con siete tiros por el pecho…, y empieza de nuevo la guerra entre la policía y la pandilla, mientras por otro lado los ladrones aprovechan la distracción para campar a sus anchas sin el control de los policías empeñados en su guerra particular contra la pandilla-mata-comisario, y muere otro inocente, y nace otra venganza, en fin, un folklore psicopático.
Mientras tanto, la gente de bien sigue trabajando y manteniendo con sus impuestos a los bandidos que usan el hospital cuando son heridos de una bala sin puntería, usan la morgue cuando la bala es más precisa, usan las cárceles cuando los atrapan, usan las calles, el alumbrado, los servicios públicos y hasta la jubilación cuando logran librarse de las balas hasta llegar a viejos. ¡Sí, la jubilación! Aunque lo más probable es que no hayan aportado al seguro social, suelen ser los primeros en exigir sus derechos humanos resaltando los deberes de los otros (beneficio de la demagogia), y como todos le temen, nadie se atreve a decir nada, todos se muerden la lengua antes de increparle un «¡Gánatelo!», y tal vez lo más perverso sea que como los psicópatas tienen derecho a votar pueden llegar a ser apadrinados por políticos.

¿TODOS TIENEN DERECHO A VOTAR? Ó ¿EL DERECHO A VOTAR SE HEREDA O SE GANA?

Sabemos que los seres humanos no somos confiables, la prueba de ello es que tuvimos que crear leyes y un sistema que se encarga de hacer que se cumplan. Pero este sistema es relativamente joven y en su corta marcha arrastra con las abominaciones monstruosas que suelen nacer en el laboratorio evolutivo. Por ejemplo: si alguien comete varias infracciones de tránsito, el sistema le prohíbe conducir. Si un estudiante no cumple con sus deberes, el sistema lo aplaza e impide su promoción. Si a un cura se le comprueba pederastia, es excomulgado. En consecuencia, si nuestras libertades son limitadas por nuestras acciones ¿Qué tipo de acciones debieran limitar al infractor en su derecho a votar?
A través del voto el pueblo pasa a ser algo llamado «el soberano», se me ocurre preguntar ¿es el psicópata parte del soberano? Este tipo de cuestionamientos suelen ser criticados por aquellos que hacen juicios ligeros basados en moralismos que ni siquiera han revisado y que sólo han heredado como borregos guiados por pastores que jamás desearían que sus corderos razonaran, tengan su propio juicio de valor o capacidad de argumentar. Un buen pastor no acepta sindicatos de corderos.
Aclaro que sólo planteo preguntas. Sólo preguntas y nada más. Yo también soy un simple eslabón en la cadena evolutiva y es probable que no me corresponda (a este nivel evolutivo) dar respuestas; pero mi ADN social no puede evitar hacerse preguntas ¿De qué habla su ADN, querido lector? No creo que haya ADN mudo; pero sí muchos sordos de su genética.
Siento que las preguntas más cruciales que me ha perseguido durante la vida son: «¿Qué es un ser humano? ¿Cuáles son los límites de lo que llamamos "humanidad"? ¿Es el concepto de "humano" algo perteneciente a lo biológico o a lo psíquico? ¿Es vinculante el concepto de "civilizado" con el de "humano"?
Considero que estas preguntas son cruciales porque no me permiten estar convencido al hablar de "derechos humanos". Al no conocer los límites de lo que llamamos "humano", al no estar seguro de si la humanidad es meramente biológica, o sea, que para pertenecer a ella basta con tener dos brazos, dos piernas, una cabeza y un parecido con la especie; o si la humanidad es algo que pertenece a la mente, o sea, una condición que se adquiere más allá del fenotipo y que tiene que ver con cumplir con determinadas características como la capacidad de vivir en sociedad, amar, respetar las leyes, tener solidaridad con el prójimo, en fin, aquellas características que definen a alguien como civilizado ¿Puede considerarse a la barbarie (antítesis de civilización) como una característica "humana"?
Nada de eso lo tengo claro, pero debo conformarme por ahora con entender que el eslabón que me correspondió en la evolución sólo puede hacerse preguntas y no dar respuestas. Pero esto, de ser cierto, lleva implícita la posibilidad de que haya alguien que tenga la capacidad genética de dar respuestas. De algo estoy seguro, los radicalismos no son argumentos válidos, los radicales no argumentan, el radicalismo siempre es una decisión a la ligera de conveniencia personal. Hitler fue un radical, ese tipo de cosas no nos interesa. Sólo espero que a quien le haya correspondido el ADN de dar respuestas no se haga el sordo.
Mientras tanto seguiré fiel a mi genética, seguiré haciéndome preguntas.
Mario Fattorello...