Con
Godot en Ciudad Ojeda
Al atardecer, caminaba a cuatro ojos (que es la
manera como deben transitarse las calles de Ciudad Ojeda: sondeando los cuatro
puntos cardinales al mismo tiempo, pendiente de que un delincuente no nos salga
al paso), como decía, caminaba en actitud maniática por una calle desolada de
Ciudad Ojeda cuando oigo que alguien me llama: «Psss. Doc, oiga Doc…». Una
sobredosis de cortisol disparó mi alerta y en segundos divisé de dónde venía la
voz. Alguien metido en un recolector de basura me llamaba con la mano, tenía un
sombrero de explorador y tapaboca de cono, las manos enguantadas de blanco sostenían
un par de binoculares. ¡Pánico! Debía ser un asaltante y, con esa vestimenta, loco
de remate.
Suspiré de alivio cuando me dijo: «soy yo Doc,
Godot».
― ¡Casi me matas del susto! ¿Qué haces allí metido?
― Estoy haciendo una doble investigación, por
un lado trato de entender la esencia de este pueblo analizando su basura; y por
el otro lado, desde este magnífico puesto de observación, analizo el modus operandi de los asaltantes de
carretera y la reacción de las víctimas. Se sorprendería de todo lo que he
visto. Este pueblo es digno de estudio.
― ¿Qué puede tener de tan interesante una
ciudad minera venida a menos en un país tercermundista con una mayoría de
personas cuyo interés más auténtico es el de parecerse al vecino?
― Mi querido amigo, este es "el pueblo al
revés" con la cola sobre los hombros y la cabeza entre las piernas.
― ¿Por qué dices eso, Godot?
― ¿No se ha dado cuenta que esta gente se la
pasa hablando de política, criticando la corrupción del gobierno, sus malversaciones,
incapacidades, como preocupados de que jamás llegara a lograr su objetivo?
― Si claro, el gobierno sólo habla de juicios
hipotéticos y la gente repite como guacamayo. No hay tema u objetivo que no se
ahogue en chácharas, y si habláramos de su incapacidad administrativa, no
terminamos más.
― ¡Pues eso es pensar al revés! El problema no
está en sí la revolución es capaz o incapaz, o si se tardan demasiado en
alcanzar el objetivo. El problema está en que ¡el objetivo mismo es una
distopía!
― ¿Distopía?
― Le he advertido muchas veces que se le está
atrofiando la lengua por pasar tanto tiempo entre gente que no valora el
lenguaje, gente para quien una silla, una mesa, un dressoire Luis XVI, un
sillón mecedora, un sillón Chester, un diván, o un sofá, son todos "muebles".
Las cosas tienen su nombre, querido amigo.
― Mea
culpa, lo reconozco.
― Distopía es la antítesis de utopía. Los dos
conceptos pertenecen a la misma categoría: son situaciones hipotéticas, estados
imaginarios. Pero su sentido antitético radica en que "utopía" es el
ideal de una situación deseable, mientras que "distopía" es el ideal
de una situación indeseable. El objetivo de este gobierno con sus pretensiones de
"socialismo agarrado por los pelos" es acabar con la propiedad
privada, quitarle a cada individuo del pueblo sus pertenencias para dejárselas
sólo "al cuido", mientras el estado (léase: unos pocos) es el dueño y
señor de todo.
― Pero…, por ejemplo, ¿Consideras distopía el
ideal de darle una vivienda a cada desposeído?
―No, no, no. Usted sigue sin entender.
Facilitar al pueblo la adquisición de vivienda no es exclusividad de un
gobierno socialista, es tarea de cualquier gobierno sin importar la ideología
que profese. Así que, la construcción de viviendas populares no es algo
distintivo de ideología política alguna, tal vez usted lo entienda mejor si se
lo explico en términos de la semiología clínica. En semiología se dice que un síntoma es
patognomónico cuando el mismo asegura la presencia de determinada enfermedad;
así la fiebre no es un síntoma patognomónico de la amigdalitis, pero la infección
de las amígdalas sí lo es. Pudiéramos decir entonces que los signos y síntomas
patognomónicos de este socialismo a la machimberra son: la expropiación de empresas
prósperas, de las tierras productivas, de la propiedad privada, bajo excusa (las
excusas no son razones) de luchar contra el capitalismo y de que el estado como
patrón funciona mejor que quien levantó los cimientos de dicha empresa. Pero
favorecer la salud, la educación, la vivienda y seguridad del pueblo no es
patognomónico de ningún gobierno en particular, es un derecho humano. Lo que
puede considerarse propio de cada gobierno es la forma, el método en cómo hacer
las cosas.
―Pero, suponiendo que lo haga bien, y que esto
traiga bienestar a todos, el asunto terminaría realizando una bella utopía.
― ¿Y usted se llama a sí mismo psicólogo? ¡No
ha entendido nada! ¿Utopía sin propiedad privada? La propiedad privada es
esencial para la vida de los seres humanos, ¿es que no se ha dado cuenta que "propiedad
privada" es el termino usado en jurisprudencia para denominar lo que en psicología
se llama "autoestima"? Y supongo que usted estará de acuerdo que sin
autoestima el ser humano no puede soportar la vida, a menos, claro está, que
esté dispuesto a perder su condición humana misma. Sin autoestima sería
inevitable caer en una melancolía que llevaría al sujeto a una degradación mortal.
Dígame ¿Qué cosas componen la autoestima?
―La autoestima es aquello que el sujeto siente
que le da importancia a su vida, es todo lo que el sujeto valora y da sentido a
su existencia. La autoestima está compuesta de lo que la persona sabe, hace,
tiene y es. Por pensar en lo que sabe y quiere saber, en lo que hizo, en lo que
hace y en lo que quiere hacer; por pensar en lo que tiene y quiere tener; y en
lo que es y quiere ser, por pensar en todo eso le encuentra sentido a la vida. La
autoestima es lo que alguien puede llamar «suyo» (su-"yo", o sea,
todo lo que sea parte del "yo" de él). Sin autoestima no hay voluntad
de vivir porque a la persona le daría igual todo, lo que es lo mismo que no
importarle nada.
― ¿Me entiende ahora porque digo que este
pueblo piensa al revés? Porque de alguna manera tanto el gobierno como quienes
lo aúpan están pensando en un objetivo distópico, indeseable, terrible para el
ser humano: eliminar la autoestima. El futuro no existe querido amigo, tal vez
sólo existe el pasado y fugazmente puede que exista el presente, lo cierto es
que si usted en el presente destruye, en el futuro cosechará destrucción.
—Es cierto que el discurso político de este
país pareciera desconocer el presente. Como un satélite destinado a no
encontrarse nunca con el planeta que orbita, su discurso sataniza al pasado y
propone un futuro cada vez más lejano.
—Es insulso pretender armar un sistema de
pensamiento cambiándole el nombre a las cosas, cambiando los dueños, sin darse
cuenta que las expropiaciones destruyen el pasado de la nación, en el pasado no
se puede construir, sólo se puede construir en el presente. Los pobres se creen
iluminados por haber descubierto que es más fácil apoderarse de lo que otros
han hecho que hacer algo nuevo. Es lícito derrumbar edificios viejos e
inseguros para sustituirlos por nuevos en el mismo terreno, pero eso sólo es
válido cuando no hay más terreno y éste, amigo mío, es un país baldío.
—Lectura desafortunada de «Rebelión en la
granja» de Orwell.
—Ojalá sólo fuera una lectura desafortunada,
mi querido amigo. Ahora me despido porque voy a seguir estudiando la basura para tratar
de entender esta cultura.
Como si estuviera en un ascensor, mi amigo
Godot se fue hundiendo entre los desechos hasta que sólo quedó en la superficie
su sombrero y los binoculares por los que supongo seguiría su observación del "pueblo
al revés".
Continué mi caminata hasta darme cuenta que no
iba a ningún lado y regresé a casa sumido en cálculos imposibles: ¿cuánto
tiempo nos pasamos caminando hacia ninguna parte?
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