El fin de la historia
Toda Lima aupando a los españoles sin anacrónicos rencores. |
En la Plaza Mayor de Lima viendo en pantalla gigante la final del mundial Fifa 2010, junto a miles de limeños vitoreando a la escuadra de España, me siento partícipe del «fin de la historia».
Refrescamiento al final del primer tiempo |
Dejo de ver el partido y cierro los ojos para que desfilen ante un merecido fondo negro los Incas muertos por el hierro retaliativo, los campos de batalla, las estatuillas de Atahualpa, la cara que he visto en retratos de Pizarro y siento un viento fresco que me alivia del sol que cae perpendicular sobre nosotros (dicen que en Lima nunca sale el Sol, pero he comprobado que sólo sale cuando encuentra a uno en descampado), un viento fresco lleno de aires de reconciliación: limeños descendientes de los sobrevivientes de la colonia están reunidos en la plaza para vitorear por decisión propia y mero gusto al que otrora fuera el enemigo, al equipo español; definitivamente la historia llegó a buen fin.
El Gol de todos los hispanohablantes. |
Ahora la lengua demarca un lugar común, o mejor dicho: de comunión (que es mucho más decir que "comunicación"). La religión que otrora fuera excusa de dominación ahora es razón de libertad y elimina distingos entre rasgos indígenas y caucásicos; y el Real Madrid o el Barsa son puntos de encuentro, de afición, de disfrute, de goles, de evolución, en fin, estoy en presencia de lo que mil pensadores del pasado habrían considerado pretencioso atribuírselo a la definición de libertad: la falta de resentimientos. De pronto se me ocurre que Iberoamérica debiera ser el nombre de un buen matrimonio en el que las contrapartes hispanohablantes crecen aprendiendo juntos.
Dicen que las competencias deportivas internacionales son sublimaciones de la actitud guerrera, sitios ideados para que pateando pelotas se descargue la energía que de lo contrario se expresaría en tiroteos. Para mí esta experiencia es entusiasmante, como lo es toda acción o circunstancia que me devuelva la fe en la gente, que aliente la posibilidad de que exista el «ciudadano del mundo», y creo que Latinoamérica tiene espacio para la tolerancia, para la fraternidad, para la fusión étnica, para la cooperación sin necesidad de tener un enemigo común para unirse, un espacio para la paz y el repudio a toda confrontación. Creo que en esta Plaza Mayor en la que los limeños celebran la victoria futbolística de España está germinando un trozo del nuevo mundo.
LA ALEGRÍA: buena nueva universal del ciudadno del mundo. |
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