El norte de Italia
El «norte» en Italia no es un punto cardinal. El norte (cuyas provincias en conjunto las llaman Padania) para los italianos sirve como referencia de otra cosa, como «adjetivo psicológico», un laudo caracterial exclusivo de sus habitantes.
El norte significa adicción al trabajo por sobre todas las cosas, frialdad en lo afectivo a pesar de todas las tentaciones, organización en lo social con su consecuente tendencia a la individualidad, ecuanimidad en lo emotivo con el aburrimiento correspondiente.
A ver, intentaré definirlo con una metáfora femenina: la Padania es una hermosa mujer de exasperantes formas voluptuosas reprimida en una histeria frívola y estéril.
O con una metáfora masculina: el norte es frío, la nieve es blanca, y el blanco es la ausencia de color, el norte italiano se presenta como un pulcro, ordenado, bien hecho lienzo blanco, de un blanco blanquísimo, inmaculado, extraordinario, carente de color.
¿O será mejor intentar explicarlo por la calificación del adjetivo? El norte italiano visto como adjetivo psicológico es: sentir que los demás italianos no tienen derecho de serlo; ser nórdico significa mostrase altamente escrupuloso al tiempo que se envidia en silencio las libertades ajenas. Intentaré platicarles sobre esa procesión que llevan por dentro.
El norte workaholic
Si no se anda con cuidado en las provincias del norte te pueden convencer rápidamente de que ser workaholic es la quinta esencia de la vida y hacerte olvidar fácilmente que toda acción humana, y en especial las maniáticas, son una forma de evasión. Creo justo enfatizar que hablo del trabajo como elección de vida y no como abuso del amo sobre el esclavo, como lo deja entrever Javier Marías en una entrevista del Clarín de Buenos Aires:
«
Hablo con mis amistades de toda España, y todos están igual, tengan el trabajo que tengan o cobren mucho o poco: no paran, no tienen tiempo de nada, trabajan sin cesar y cada vez les cunde menos. Amplían sus jornadas no para ganar más sino para dar abasto al trabajo diario. Apenas tienen ocio y están permanentemente agotadas, medio enfermas o desquiciadas. Es el gran mal de nuestros días. Las personas que están hoy a sueldo se desloman como no se había visto en los últimos 40 años. Es la opresión más grande que vive la gente corriente.»
El workaholismo en el norte italiano es otra cosa, más que una opresión tiene visos de morboso masoquismo.
Y al masoquista sólo le importa su dolor. En el ambiente veneto, lombardo, piemontese y sobre todo friulano, la empatía se eclipsa, el ámbito del otro desaparece haciéndose irreal, por lo tanto cada individuo también se siente irreal y sólo logran vivir sintiendo que son actores de una frívola epopeya: fabricar, producir, hacer, deshacer y volver a reconstruir, sísifos impenitentes, los italianos del norte se consideran la gente más «progresista» que hay y tal vez por ello sientan el derecho de pensar que el resto de los italianos no merecen llamarse gente. Quien sabe, tal vez tengan razón, tal vez al resto sólo le quede llamarse Giuseppe, Alfredo o Giovanni.
Al lector odioso que sólo está buscando por dónde demostrar que sólo él tiene la capacidad de observar y opinar sobre el mundo (y que por esa razón no escribe, porque sino qué quedaría para los demás), a ése que en este momento está pensando que la diferencia entre norte y sur está presente en cada continente, en cada país y hasta en cada región y pueblo, le remarco que sólo estoy hablando del norte de Italia, y específicamente en el sentido de “adjetivo psicológico” de “rasgo cultural”, lo cual no contrasta con lo dicho sobre la “Milán terapéutica” de la que hablamos en la reflexión dedicada en este blog a esa ciudad norteña. En otras palabras, ni me inspira ni tengo tiempo de analizar en qué otros nortes se cumple las misma características. Nuestra Consulta Portátil viaja para conocer a la gente, para aprender de los demás algo que sea bueno para nosotros, así que vayamos a lo nuestro y sigamos hablando de este gentilicio tan particular que son los «
polentones» del norte de Italia.
El hombre del norte de Italia
El descendiente de Casanova, resulta que hoy en día es un hombre habitualmente soltero, huraño, dispuesto a chistes misóginos, y muchos de ellos viven con sus padres «hasta que la muerte los separe». Al obsérvalos parecen empecinados en esconder detrás del workaholismo sus necesidades afectivas. Muchas y evidentes son las pruebas de la frustración de este hombre ante la emancipación femenina. La mujer liberada del norte italiano se ha vuelto « exigente» y de ser «respetada» a pasado a ser «temida», tanto que el onanismo es una alternativa más segura ante el riesgo de caer en la temida figura del «macho dominado», porque así como hay una gran cantidad de hombres que no logran formar pareja y en promedio pasan años sin una relación sexual (y son los principales clientes del turismo sexual cubano), así mismo en los que se casan se nota la figura de bajo perfil del hombre temeroso y esclavizado en su condición de esposo por confundir el significado de «amor» con el de «miedo a la soledad».
Muy probablemente estas observaciones no tengan valor alguno o suenen peyorativas para quien vive en el norte europeo, pero son una referencia por lo mas educativa y premonitoria para el hombre latinoamericano. El otrora latín lover italiano se ha quedado solo.
En los restaurantes es común ver una mesa con una veintena de hombres bebiendo y burlándose uno de otro con chistes verdes (un lugar común es bromear imitando actitudes femeninas u homosexuales), al tiempo que en la otra esquina del mismo restaurante hay una mesa de mujeres. Al ver aquello se siente en el aire la división de bandos y sus actitudes me hacen pensar en bandos contrarios, irreconciliables y entonces el restaurante se me presenta como un ring de boxeo donde el «cross a la mandíbula» es sustituido por la indiferencia.
Aclaro que no digo “todos” los hombres, pero el fenómeno es tan frecuente que vale la pena remarcarlo. Un colega terapeuta que vive en Piemonte asiente reflexivamente cuando le hago estos comentarios, el colega tiene sesenta años, está casado y reconoce que se casó antes de estos cambios culturales y me dice:
«…
muy probablemente si yo tuviese hoy día 35 años, no tendría pareja y viajaría cada vez que pudiera a Tailandia o a Cuba para saciar con sexo pagado la larga abstinencia, bueno, a lo mejor me hubiera casado con una cubana, conozco quien lo ha hecho, viajó a Cuba con la intención de regresar casado, y lo hizo en 15 días, y además sé de muchos que sueñan con eso».
Para muestra: un hijo
Pero antes dijimos que la Padania era una hembra frondosa de esas que con sólo mirarlas quedan embarazadas, y así el norte de Italia se embarazó y parió a un digno engendro representante de su idiosincrasia: Umberto Bossi. El vástago no podía ser más representativo, un tipo que quiso
ser médico pero no pudo, luego intentó ser cantante y grabó un disco bajo el pseudónimo de “Donato” que como nombre artístico es muy representativo del narcisismo nórdico, “Donato” viene del latín y significa “regalo de dios” (una cosa es que los padres sientan a su hijo como un don de dios, y otra muy diferente es que alguien se autodenomine así). Debe ser toda una experiencia particular creerse un regalo de Dios a la humanidad. Pero buscando lo que de «psicológico» tenga de interesante el engendro de la Padania, vemos que este «Boss» después de varios intentos fallidos de ser «alguien» decide ser un «político» y promulgar su proyecto de secesión de la Italia del Norte, o sea, de separar la Padania de esos otros bichos que no merecen llamarse italianos.
Quien me conoce sabe que no me inspiran las cuestiones políticas, la única razón por la que mencioné a Bossi es por ser tan representativo de este tipo de hombres que creen tener a Dios agarrado por las que no le hacen falta; que creen ser amo de la verdad y que en el fondo esconden realidades inconfesables, en el caso de Bossi, la de ser un
cantante frustrado, un bohemio venido a menos por su incongruencia dentro de una sociedad workaholica y, frustrado, no le queda más que arremeter contra los demás acusándolos de sanguijuelas, (tal vez Freud diría que esta actitud del “Donato venido a menos que acusa a los demás de sanguijuelas” sea una venganza proveniente de cuando su compañera en el 1979 le dio un ultimátum: tenía que tener un trabajo fijo para mantener la familia o ella se separaría, y en el 1982 Gigliola Guidali se separa de él, por vago). Pienso que es muy posible y altamente probable que Bossi, durante las siestas entre reunión y reunión con Berlusconi, sueñe con ser rufián de un lupanar en Cuba.
La mujer padana
Me disculpo de antemano por lo que voy a decir, pero no puedo dejar de comentarlo: «Las mujeres del norte de Italia inspiran miedo»
Sí, miedo. Aunque no estoy seguro si la sensación resulta de una «irradiación castradora» emitida por ellas o por el contagio con el temor que le tienen los mismos italianos del norte.
Las «mujeres polentonas» tal vez sean el estandarte de la emancipación femenina, pero el precio que me parece que pagaron es la pérdida de mucho de lo que se llama femineidad. Las mujeres se han emancipado en todo el mundo y todos, hombres y mujeres debemos estar orgullosos de ello. Pero algo más pasó con la mujer de Italia del Norte, algo se fue más allá.
Quiero aclarar que cuando digo que pagaron el precio de perder algo de su femineidad, no me refiero a que ahora sean hombrunas ni mucho menos, al contrario, como en cualquier lugar del mundo el cuidado por la belleza femenina ha sobrepasado también allí el límite impuesto por la naturaleza y lo que no pueden hacer las dietas o el gimnasio lo hace la cirugía implantando lo que esté en falta y suplantando lo que sobre. Pero he aquí un detalle simbólico de lo que quiero decir:
En Venezuela una mujer sometida a mamoplastia y demás portentos plásticos se le llama «hembrón», evidente superlativo de «hembra».
En Argentina se le dice «minón», superlativo de «mina» que a su vez es un diminutivo de «fémina».
Pero en Lombardía, en Piemonte y en el Véneto pude escuchar repetidas veces llamarlas «Robocop», por aquello de ser reconstruidas como el personaje de la historieta; pero ¡Robocop es macho! Espero que este simbolismo logre rendir la idea de lo que trato de explicar.
Lo que el viento se llevó
Hace unos años, sentados en un café de Buenos Aires mirando la gente pasar, mi esposa me hizo notar la gran cantidad de parejas de tercera edad que iban de la mano o abrazados (ambos somos creyentes de que la perduración del afecto en el tiempo es la meta común más valiosa que una pareja pueda compartir). Desde entonces creamos el hábito de observar a las parejas de jubilados en cada lugar que visitamos con la esperanza romántica de reconfirmar la longevidad del amor.
Al escribir esto le pedí a mi esposa que tratáramos de recordar situaciones en las que hayamos visto expresiones de afecto espontáneo entre personas de la tercera edad (que no son pocas en Italia) durante nuestra estadía en las provincias de la Padania y no pudimos recordar ninguna. Ciertamente las habrían, pero no tan comúnmente como para que las notáramos.
No es difícil imaginar que en una cultura donde se vale por lo que se produce, se des-precie a quien pierda el vigor del trabajo, y si le sumamos a eso el culto por el individualismo y la que parece cada vez más frecuente tendencia a preferir quedarse solos que a cultivar el valor de pareja, es fácil imaginar que los jubilados norteños italianos no tiendan a pasearse abrazados o agarrados de la mano con sus parejas. Ahora recuerdo la repetida imagen de ancianas solas con su bolsa de mercado y de veteranos en una esquina hablando con alguien. Hay muchos viejos en Italia, pero no emparejados.
Escribiendo lo anterior me viene a la mente otra idea: entre aquella gente que se queja de todo a pesar de que todo funciona bien, las pocas veces que alguien reconocía que el sistema social era eficiente solían dar como referencia positiva los hospicios para la gente de la tercera edad, lo cómodos que son y lo bien equipados que están. Hay que reconocer que esta gente no improvisa y por ello tiene bien prevista la soledad en la vejez.
Tips de esos que sólo entienden los caribeños.
Después de la publicación del “Amor en los tiempos del cólera” leí en alguna parte, o tal vez lo dijo el propio Márquez, que «
Los europeos no pueden entender la forma de amar del Caribe». Nunca olvidaré como esa sentencia me cacheteó dejándome una impronta de revelación. Y en honor a ello he pensado que sería apropiado que la Consulta Portátil, en sus reseñas peregrinas, tuviera un espacio para comentarios dirigidos a los caribeños.
Hoy comienzo estos Tips puntuales como «pasapalos» que espero sean más alegres que tristes.
1) En el norte de Italia escuché repetidas veces a niños pequeños dirigirse a sus padres llamándolos por el nombre de pila. Imaginen a un pitufo de cinco años diciéndole al padre grande como una mole: «
Aldo, quiero helado»; o refiriéndose a su mamá: «
Es que Silvia no me quiere comprar el celular». Me reservo el juicio de valor sobre esto.
2) Estuve de visita en la Academia de unos amigos artistas en Besozzo (ciudad a una hora de Milano), allí colaboramos en el concierto de fin de año de la Academia de música, fue un evento íntimo, los alumnos tocaban ante un publico casi enteramente compuesto de amigos y familiares (la mayoría gente del centro de investigaciones de Ispra, gente que (literalmente) tienen en sus manos el futuro del planeta. El maestro Dipietro me contaba sus apreciaciones sobre las nuevas generaciones de alumnos, y afligido comentó: «
Una de las cosas más preocupantes que veo es que los niños se están volviendo seres incontrolables por sus padres, los niños mandan, y lo que es realmente espantoso es que se creen con derecho a mandar en su casa».
3) En una estación de trenes escuché un hombre que imprecaba: «
Ya no se puede soportar la desidia de este gobierno. Los trenes llegan a la hora que les da la gana» (gritaba esto mientras llegaba el tren en cuestión con tres (3) minutos de retraso). ¿Será por eso que esta gente es de pocos amigos? Digo, si todo es tan puntual, ¿en qué rato de espera se conoce a alguien?
4) En fin, pareciera que el dicho que tanto se usa entre los que vivimos en la tierra tropical de América, hubiera sido hecho para la gente de la Padania: «¡
Vas pál cielo y vas llorando!»
5) Un paciente originario de Castel Franco (Veneto) que vive en Cabimas (Zulia – Venezuela) opina así de la familia que se quedó en Italia y que son industriales: «
Allá sólo van y van, van y van, trabajo y más trabajo. Por nada se detienen, mi tío tiene cinco hijos que viven en su casa y se ven 3 o 4 veces al año. Lo extraordinario es que mi tío en vacaciones viene a Venezuela, mi madre es su hermana mayor, dice que acá se siente demasiado bien, sólo por estar en casa con la familia, dice que reencuentra algo perdido de su pasado, otros valores. Pudiendo ir a cualquier parte del mundo, prefiere venir a este pueblo forajido, imagínese»