GRACIAS, GABO
El Efecto Mariposa toma su nombre de un proverbio chino: «el
aleteo de las alas de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo».
El que algún adulto vivo niegue haber sido
"tocado" por el efecto mágico de Gabriel García Márquez, sólo
demuestra que los seres humanos no estamos conscientes de todo aquello que nos
afecta.
Por mi parte, vivo en el Caribe por obra y gracia de Gabriel
García Márquez. La anécdota es tan corta como decisiva. Tenía veintitantos años
en la espalda, algunos estudios en la mollera, las vísceras urgidas de escribirlo
todo y una incipiente consulta de psicoterapia en Buenos Aires, cuando se me
dio por releer a Gabriel García Márquez.
En esos días andaba escribiendo mi primera novela cuyo
título, "Prisionero en la eternidad", representaba cabalmente la
altisonancia de mi juventud. La trama giraba alrededor de un dios solitario que
pretendía aliviar su aburrimiento encarnando en un ser humano. Si bien nací en
Venezuela, los años de estudio en Buenos Aires superpusieron la identidad argentina a
mi nacionalidad. En mis planes no existía razón para retornar al Caribe. Pero el
"Efecto Márquez" cambió el clima de mis expectaciones y entonces supe
que la encarnación del aburrido dios de mi novela debía realizarse en la
parranda criolla tropical y que para encontrar el escenario apropiado tendría
que regresar a Venezuela.
Hace veintitantos años que regresé al Caribe. Mi cuerpo
llegó en avión, mi espíritu viajó en las páginas de Márquez. Hoy, el cuerpo de
Márquez no está, pero sus páginas siguen y seguirán transportando almas.
Terminé aquella novela un año después, y desde entonces está
guardada en una gaveta con la pretenciosa esperanza de que las arrugas del
tiempo sosieguen el furor juvenil con el que fue escrita. Y hoy, tras la
noticia de la última metáfora de Gabriel García Márquez, quiero pensar que esas
trecientas hojas amarillas escritas a máquina nunca pretendieron ser una novela
sino un agradecimiento. Por siempre gracias, Gabo.
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