sábado, 19 de junio de 2010

A-Dios Saramago

Ayer, 18 de Junio de 2010 murió José Saramago.

Murió consciente de morir, a sabiendas de lo que hacía, porque la muerte para él no era un designio externo sino una acción propia, y murió con la sinceridad que se propuso en vida, sin titubeos, «murió del todo» porque él decidió valientemente que así fuera, sin necesidad de nada más.
Ateo confeso, resolvió no apelar a ninguna esperanza fácil. Claro de toda claridad pensó la inmortalidad como un deber personal, decidió ser él mismo el creador de su inmortalidad, que durará cuanto dure su descendencia, sus libros y las ideas que a todos donó con alegría.
Dios de su creación, nos la donó sin pedir mucho a cambio. Quienes a Saramago algo debemos (en mi caso ese “algo” no es poco), estamos claros de que no le vamos a rezar ni a construir templos de culto, porque él creó otra idea de Dios, la de un Dios que vivió lo que tenía que vivir y al morirse no pretendió escabullirse de la realidad con la excusa ya trillada por antiguos Señores «Después de seis días de arduo trabajo los creé, ahora me voy a descansar un rato largo -no me despierten-».
«Me muero y punto. Ustedes sabrán lo que deben hacer con su vida» fue el mensaje claro y conciente que nos dejó. Por ello a Saramago no se le puede escribir un obituario con palabras que no sean las de él mismo. Saramago se pasó la vida cuidándose de que no le alteraran el propio epitafio. Despedir a Saramago sólo es posible con sus propias palabras:
«Comprendo que hay cosas que están huyéndome de las manos y otras que amenazan hacerlo, mi problema es distinguir aquellas por las que todavía vale la pena luchar de esas otras que deben abandonarse sin pena, O con pena, La peor pena, hija mía, no es la que se siente en el momento, es la que se sentirá después, cuando ya no haya remedio, Se dice que el tiempo todo lo cura, No vivimos bastante para hacer esa prueba»  (La Caverna, José Saramago)
A-Dios, compinche de utopías, hasta que la vida (o la muerte) nos alcance, A-Dios José.

sábado, 5 de junio de 2010

Consulta Portátil en Verona (con Romeo y Julieta)

La ciudad poética

Cuando por cualquier motivo aparece el tema del “benessere” (bienestar) italiano, no puedo evitar pensar en Verona. De todas las ciudades de Italia es la que más se me asemeja a la utópica idea de una urbe de “riqueza equitativa”, me refiero a que sus habitantes parecieran estar nivelados económicamente en una alta clase media, sin grandes contrastes todo parece de mediana medida, sin excentricidades, sin mendigos a las puertas de una torre de cristal, un lugar perfecto para imaginar que todo va bien en el mundo.
Una ciudad equilibrada de gente dedicada a lo suyo con agrado y bien remunerados, ni pomposa ni humilde, simplemente ordenada, cómoda, con todo en su lugar.
En Verona es fácil idealizar la vida, lo que permite minimizar las miserias humanas hasta llegar a imaginar que los únicos dramas posibles sean las pasiones amorosas. A mi modo de ver, Verona merece ser la albacea de Romeo y Julieta.
Es más, aunque suelo molestarme cuando veo que una ciudad exagera en crear falsos atractivos turísticos violentando la historia para que un sitio anodino se vuelva interesante (lo que hace viable cobrar por el derecho a verlo), en el caso de Verona me resulta aceptable que su departamento de promoción turística haya creado un mausoleo de Julieta (obviamente sin tumba, sin cadáver, sin Julieta), porque esta ciudad ha sabido ganarse con su “bienestar equilibrado” ésta y otras concesiones poéticas (la poesía sólo tiene sentido cuando las demás necesidades del hombre están cubiertas, no se lee poesía con hambre o ante un ultimátum de hipoteca o estando enfermo).
Por ello en Verona podemos sentarnos a hablar del amor como en cualquier otra parte hacen lo propio con la política.


Romeo despechado

En la supuesta casa de Julieta, debajo de su apócrifo balcón, al lado de la estatua cuyo pecho izquierdo todos los turistas soban para tener suerte en el amor, se me escapa una reflexión: ¡Y pensar que Romeo no estaba enamorado de Julieta!
—¡Qué? —casi me grita mi esposa cambiando de inmediato su semblante— ¡No me vayas a querer desinflar el momento, no me importa si esta es o no la verdadera casa de Julieta, lo importante es que yo me lo crea!
—Si, si, claro, por eso estamos aquí, pero te digo la verdad, Romeo nunca amó a Julieta y te lo puedo demostrar.
—Ya veo que vas a salir con una de las tuyas, pero que sea más tarde y frente a un café, ahora déjame tocarle el pecho izquierdo a la estatua de Julieta que no está de más tener a un poco de suerte ¿vale?
Más tarde, sentados en una hostería y frente a sendos cafés con grappa…
—Así que Romeo no amaba a Julieta…
—No es broma ni socarronería, es en serio, él estaba despechado por un amor imposible y usó a Julieta para aliviar el despecho. En realidad Romeo hace un «duelo por desplazamiento» sobre Julieta tratando así de aplacar la pena de no poder estar con su bienamada e inalcanzable Rosalía.
—O sea, desplazó sobre Julieta los valores que había visto en Rosalía…
—Correcto. El amor propio herido de Romeo lo lleva a “enamorarse a primera vista” de Julieta, que en realidad es una sustitución de Rosalía (a esta sustitución, que funciona como cataplasma analgésico para su amor propio, también se le suma la dulzura de la imaginaria venganza hacia Rosalía, demostrándole lo fácil y rápido que le encontraba sustituta), y así Romeo logra coronar velozmente su autoestima.
—Pero eso vale para Romeo, ¿y qué de Julieta?
—Ella también realiza un «duelo por desplazamiento», pero «por contraste». En este tipo de desplazamiento no se desplazan los valores de uno sobre el otro, sino que se valora a uno por ser lo contrario del otro. La Señora de Capuleto quería que Julieta se casara con Paris, y Julieta ve en Romeo lo contrario al compromiso por conveniencia, en otras palabras, valora a Romeo por ser la antípoda de Paris y no por lo que Romeo es.
— Y, ¿qué tienen que ver en todo eso la disputa entre las familias de los Capuleto y los Montesco?
—Mucho, eso es la tapa del frasco. En un amor a primera vista no hay tiempo para verificar si se tienen valores comunes, así que recurren a la «automutilación» de los propios valores (en este caso de los valores familiares de cada uno) y transforman aquello en un desesperado acto de valentía que los hace sentirse orgullosos el uno del otro.
—Y se casan de inmediato y en secreto…
—Exacto, de inmediato y en secreto. Este tipo de romances son puro bluf y la burbuja de jabón amenaza con reventar en cualquier momento, porque en el fondo ellos saben que no han puesto en juego ningún valor verdadero, al contrario, se han automutilado de los valores más significativos que tenían: la propia familia, el propio honor familiar y hasta la honestidad porque fue deshonesto casarse a espaldas de la familia.
—Pero se suicidan por amor…
—He allí el secreto de la obra, el amor yendo de la mano de la muerte es la formula de Shakespeare, porque en esencia el amor existe debido a que somos mortales, los inmortales no necesitarían amar, pero ésa es una historia resabida. Volviendo a Romeo y Julieta, era lógico que en tan poco tiempo esos muchachos metieran tantas veces la pata, fíjate que Julieta lleva a cabo el plan de hacerse pasar por muerta tomando un narcótico, pero Romeo (que no se entera del plan) la cree realmente muerta y se suicida con veneno (esta es una perfecta alegoría de cómo les va a los que se casan por amor a primera vista: no logran ponerse de acuerdo nunca), luego, cuando Julieta despierta y lo encuentra muerto, pues el autoestima se le cae tan bajo (por haber pagado tanto por nada) que ya la vida no le vale nada y se clava la daga. Es destino ineludible para este tipo de relaciones efímeras basadas en espejismos terminar mal y rápido.
—Me estoy arrepintiendo de haber tocado el pecho de la estatua de Julieta, ese tipo de fortuna más bien es mala suerte.
—Sí, pero la gente siempre estará tentada a soñar con amores a primera vista, doncellas vestidas de blanco en balcones y príncipes azules furtivos que trepan enramadas por la noche, la gente necesita creer que hay una manera mágica de valorar a otro y ser valorado, pero valer no es cosa de fábula o de flechas de cupido, se necesita de mucha energía y esfuerzo para llegar a valer. ¿Quieres otro café?
—Que sea doble, por favor.