jueves, 8 de septiembre de 2016

Consulta Fattorello en Venezuela, sobre la Brujería o cómo ser médico brujo en tres lecciones.

Mario Fattorello portada Cortometraje Médico Brujo en 3 lecciones
Porque de que NO vuelan, NO vuelan.
PRIMERA LECCIÓN: LA ADIVINACIÓN.

El médico brujo trabaja con la desesperación de quien lo busca como última esperanza, y esto es lo que en la primera lección debe quedar como enseñanza.
El cliente busca un secreto que lo saque del aprieto, y el que nos considere misterioso satisface su interés curioso.
Pero el miedo salta donde menos se espera como la liebre, y sólo la confianza puede evitar el quiebre, así que nunca estarán de más un abrazo de brujo amigazo, una palmada aquí y otra allá, un “no se preocupe, ya le vamos a aliviar”, o “lo único que no se remedia es la muerte, y hasta para ello tenemos una pócima bien fuerte”.
De entrada el médico brujo debe atinar, la dolencia que el paciente quiere aliviar, y, para que sus palabras sean creídas por el cliente, ganarse la confianza será lo más urgente.
Como la importancia de lo adivinado suele depender del esfuerzo empeñado, el afectado debe sentir que su alma y cuerpo hoja por hoja son estudiados, como si de un libro se hubiera tratado. En consecuencia es conveniente que el curandero, parezca concentrado en explorar con esmero.
Y aquí comienzan las peculiaridades que al médico brujo le dispensan mil bondades. Hacer cosas raras y originales, le valen la fama de curar donde fallan los demás profesionales.  La dignidad de este arte se marca en la diferencia, asistiendo cada pormenor con vehemencia. Nuestra medicina es la única que usa la sobreactuación como coeficiente de curación.
Del médico brujo no se espera que revise los ojos con un foco, él encandila la pupila llenándola de estrellas que titilan.
Examina la orina comparándola con otras botellitas que tiene en la vitrina, donde otros se apoyan en alguna maquinaria científica, él saca a relucir su responsabilidad metafísica.
A las orejas con delicadeza y a los oídos con sigilo va a revisar, asegurándose de que el paciente oiga un mensaje que jamás pueda olvidar. 
El buen médico brujo se concentrará en el aliento, que es la voz del alma a la que está atento, cual Ulises de la Odisea, con el canto de sirenas al viento, se regodea.

Es natural que de tanto bregar, algo salga mal. Que lo imprevisto y lo infinito sean lo mismo, no es casual. Por ello siempre hay que tener bajo la manga un instrumento para salir de un mal momento, excusas cliché como “ya era demasiado tarde” suele ser un comodín, en el peor de los momentos, cuando el paciente llega precozmente (y sin nuestro consentimiento) a su fin.
Pero, lo que nunca debe faltar es el número de una ambulancia, y el de un amigo en la comandancia, a los que pagamos fianza por si la cosa se sale de control ya sea por enfermedad o por mal humor.
La duración del proceso de revisión será fijada por la charla del enfermo que ante el tejemaneje del reconocimiento, no se resistirá a comentar su padecimiento, y así el sabio brujo obtendrá de la confesión, lo que el paciente creerá resultante de la inspección.
Es muy conveniente, aunque no obligatorio, someter al paciente al influjo de algún extraño aparato de laboratorio.
La elección del aparataje dependerá de lo que encuentre en el cajón del garaje. Un voltímetro que mida la continuidad energética entre la punta de la nariz y la oreja, o una batería con cables y electrodos para aplicar descargas entre rodillas y codos, procesos éstos altamente recomendables por crear en el paciente la impresión de haber sido “tocado”, por la ciencia de un iluminado, además de romper… el tedio por tanto examen.
Mario Fattorello

Brujo que se respete sabe aprovechar, el momento apropiado para el diagnóstico adivinar. No creo necesario explicar, que el padecimiento escogido, mientras más sea frecuente, más será congruente.
Si el estrés como diagnóstico escogen, es imposible que se equivoquen, porque es lo que dicen padecer quienes el origen de sus males desconocen. Además de exhibirse como innovadores con ingenio, por estar el estrés de moda en este nuevo milenio.
Así que el médico brujo escogerá de su lista de enfermedades frecuentes, la primera que le venga a la mente, que de seguro surgió por asociación, con lo que el paciente dijo en su lamentación.
Pero, como lo bueno se hace esperar, para que el paciente con buena disposición la enfermedad pueda enfrentar, bastará con mencionar que pulmones y corazón no pudieran estar en mejor condición, antes de decirle que la próstata será su perdición, el éxito de esta astucia está tan confirmado como la conveniencia de dar un regalo antes de pedir prestado.
Y así, de pronto, el curandero, dictará: «el examen concluyó que una crisis de pánico usted sufrió». A lo que un cliente convencional responderá: «Sí, sí, es cierto, yo lo viví, una crisis de pánico padecí».

Pero, si el paciente llegara a ser uno de esos sujetos incrédulos y desconfiados, que pensándolo todo tres veces se quedan callados moviendo la cabeza hacia los costados, le aplicaremos un poco de su propia medicina, negando su negación como si fuéramos un espejo de cuentos de hadas que vaticina. Y, de pronto, le apuntaremos con una mirada de comunista extremista, acusándolo de absurdo pesimista, hasta que le escuchemos decir: «Sí, sí, es cierto, yo lo viví, una crisis de pánico padecí». Los pacientes modernos no toleran de pesimismo ser acusados, en un mundo donde el optimismo está de moda combinado con bluyines apretados.

Siempre habrá pacientes tercos y con ganas de joder, pero la esencia de la medicina bruja es no dar el brazo a torcer, si la montaña no va a Mahoma, el Brujo va a la montaña, así que, con los pacientes que llevan Ray-Ban oscuros, para impedir que los iluminemos con nuestros conjuros, el curandero que no se da por vencido volteará hacia las vitrinas de medicinas muy decidido y, sin su rabia dejar ver, al terco le hará saber, que una cosa es importante hasta que haya otra más relevante «y lo que importa son sus amebas, amebas invisibles, del tipo que ni aparecen, en los exámenes de heces. Supongo que muchos gases habrá notado, porque si no los dejara salir, habría reventado».

Con esta vuelta de tuerca el paciente no tendrá más remedio que la adivinación aceptar, porque ha sido diagnosticado con una enfermedad que ni Superman con su vista de rayos X podría refutar.
Después de tal clarividencia, el médico brujo será ungido por los óleos de la sapiencia, y el enfermo sentirá recompensada su paciencia.

Aquí vale remarcar que de esta adivinación hay tantas variantes como practicantes.
Lo anterior vale para los brujos homeópatas, que dominan el mundo de las heces y las amebas psicópatas. Pero el brujo caribeño puede usar tabacos, huesos y conchas para diagnosticar espectros y ronchas, y el que impone manos hacer lo pertinente, con previo y post lavado con detergente, o el curandero de cristalería usar cuarzos para encontrar chacras que han perdido la alegría, el gitano leerá los males de la mano en sus canales, una bola de cristal pueden usar los médicos clarividentes para diagnosticar ánimas penitentes, en fin, cada brujo con su tema, es, de esta escuela el lema.


SEGUNDA LECCIÓN: UN TRATAMIENTO TAN MISTERIOSO COMO COSTOSO.

Es esencial para el curandero que dinero quiera ganar, que con el pago por la consulta no se pueda conformar, por ende, después del diagnóstico algo adicional deberá cobrar, y, para ello, un tratamiento allí mismo tendrá que administrar.
Por lo menos 21 inyecciones subcutáneas de una medicina secreta, aplicará en la panza, las nalgas o en cualquier lugar que competa.
Si el paciente insiste en saber sobre el remedio, el curandero como revelando un misterio, su extraño origen develará, «elixir de raíces profundas de pino blanco de Grecia» dirá, al paciente que, ya nada más preguntará.
Es trascendental subrayar que la gente confía y llama “natural” a lo corriente, y hasta un beduino sabe lo que es un pino. Los pinos suelen caer simpáticos, y si son blancos de la pureza son emblemáticos, algo que venga de sus raíces no puede ser malo, el pino es tan fuerte, erguido, frondoso, resistente y símbolo de la navidad, los pinos se hacen querer de verdad.
Para que el tratamiento justifique su onerosidad, la obtención del elixir debe implicar un alta dificultad, que a su vez será la causa por la que algo tan beneficioso y costoso no es comercializado por algún laboratorio monstruoso.
Hay que dejarle saber al paciente, que los farmaceutas sueñan con una medicina tan potente, pero por más que andando por Grecia al pino se encontraran de frente, no les pasaría por la mente, sus profundas raíces cavar, para de ellas un elixir sacar.
Debe quedarle claro al cliente, que sólo un médico brujo valiente, que de Indiana Jones haya heredado el influjo vehemente, tiene el coraje suficiente de enfrentar tan recóndita aventura, para dar a sus pacientes ventura.
Y en cuanto al contenido real de las ampollas, el médico pudiera inyectar extracto de alcachofas y cebollas, pero con solución fisiológica y un colorante bastará para que el éxito sea impresionante, resultado éste del que la Coca Cola, es garante.

Claro está que los tratamientos variarán según cada tendencia y dolencia. Una foto del amante del consorte enterrarán a medianoche en el cementerio, los pacientes enfermos por adulterio, mientras que a los pacientes del hechicero cognitivo, lidiar con tarántulas para perder el miedo usarán como recurso curativo, y para el brujo que lee el tabaco en el callejón, no habrá mejor recurso que beberse con él unas botellas de ron.

Pero volviendo a nuestra segunda lección....
Terminémosla con otra recomendación
todo médico brujo ha de saber
que la humildad no es ser pobre, sino ser rico sin dejarlo ver.
Así que para rematar, unas vitaminas al doble de precio, le vamos a recetar,
y, con gusto a cobrar, bajo la firme promesa de que en tres días nos vuelva a visitar.

TERCERA LECCIÓN: RITUAL CURATIVO.

Amén de la terapia aplicada, la consulta siguiente debe ofrecer al paciente, un ritual inflexible que afecte la sensibilidad de su mente. Es necesario que el enfermo sienta una diferencia, que por causa-efecto considerará una mejoría causada por nuestra diligencia.
En este punto el médico brujo se sentará detrás del escritorio, y haciendo gala de su docto repertorio, escribirá una lista de lo que el paciente deberá cambiar, para su tratamiento a buen término llevar.
No comerá harinas ni levaduras, eliminará hierbas flatulentas y en su lugar comerá menta, la carne roja estará vedada junto con la sal, el almíbar y toda cosa azucarada. De aceite y grasa nada probará y todos los días quince zanahorias comerá. Nada de ocio ni vicio pero mucho ejercicio, papilla de berenjena para la cena, y de vez en cuando como premio, una escudilla de pollo a la parrilla, pero hervido previamente en agua de vertiente con un poco de detergente. La lista de lo permitido debe incluir, todo lo que nadie quiere o puede engullir.
La dieta es un ritual certero, que garantiza la satisfacción del paciente y el éxito del curandero.

No creo necesario profundizar en las variantes según la tendencia de cada estudiante, dietas, brebajes o ayuno, ejercicios o sacrificios da lo mismo, mientras altere algo en la rutina del organismo.
De cumplir estos tres pasos, olvidarse pueden de los fracasos.
Y tras citar al paciente para la quincena siguiente, lo pueden despedir sin olvidarse antes su remuneración pedir.

Y en la consulta siguiente…, si el cliente se ejercitó como un atleta, cumpliendo la estricta dieta, se verá mucho más delgado y se sentirá transformado, más ágil y bien humorado, o por lo menos sentirá que algo en él ha cambiado. Entonces el médico brujo podrá jactarse sin miramientos, de las bondades de sus especiales tratamientos.
Pero…, si por el contrario el paciente se quejara de no presentar mejoría alguna, el médico le mirará a los ojos con cara de mala luna, y le acusará de negligente, por no haber seguido a cabalidad el ritual conveniente.
Al enfermo no le quedará más que reconocer que es culpable de su padecer.
El ritual no puede fallar, con tantas prohibiciones, son inevitables las infracciones.
Mario Fattorello

Pero volviendo a nuestro final feliz…
Podemos dar por descontado, que en cualquier caso nuestro éxito está garantizado.  Y ahora con alegría anunciamos a nuestra feligresía, que nuestro postgrado ha terminado, deseándoles éxitos y felicidades a los nuevos profesionales.
Sin embargo, antes de despedirme, a modo de inspiración para la nueva legión, quisiera remarcarles que la medicina bruja siempre ha llenado, los bolsillos de todo el que la ha practicado, porque en cualquiera de sus vertientes, hipnóticas o espirituales, psiconeurolinguísticas o de regresiones ancestrales, en medicinas naturistas o de cristalerías, de imposición de manos o lectura de sus líneas, religiosas o de mago de tarantín de esquina, coaching de vida o lectura de tabacos, adivinación con barajas o imploraciones esotéricas, la conveniencia de esta disciplina es siempre la misma: que el curandero brujo continuamente sale ganando, porque no se basa en la ciencia que todo lo quiere experimentar o en la erudición que siempre busca una nueva y más compleja explicación. La medicina bruja va más allá del saber humano, saciando las pasiones primordiales del hombre desesperado, a saber: su deseo de engañar y la necesidad de ser engañado. Recuerden siempre este aprendizaje rotundo: «La desesperación ha sido y será, el negocio más grande del mundo».





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