viernes, 19 de febrero de 2010

Consulta Portátil en Nápoles (1) Napoles era una fiesta

«Vedi Napoli e poi muori»
Ve Nápoles y luego muere»)

Yo creo que la sentencia amerita un ultimo significante que resignifica la frase: «di noia». «Vedi Napoli e poi muori di noia» («Ve Nápoles y luego muere de tedio»).
¿La razón? Nápoles es una ciudad absolutamente ilógica y por lo tanto muy humana, y ser “humano” consiste en buscarle sentido a la vida, y la alegría es inherente a la vida sensata. Nápoles es la alegría encarnada en ciudad, de haberlo permitido la historia, Hemingway habría escrito «Nápoles era una fiesta»; pero razones obvias le otorgaron el privilegio a Paris. Sin embargo queda un premio de consolación y es que la fiesta de Paris ya se acabó, mientras que Nápoles sigue festejando valientemente. Y el “valientemente” no es una errata, no puede ser menos que valiente la juerga constante que los napolitanos mantienen (a pesar de su fervor religioso-mágico y por ende el temor al pecado) a la sombra del Vesubio y a pasos de la Pompeya que les recuerda a cada momento la envidia de los dioses y la ira que en ellos desencadena la alegría humana. Los napolitanos no le temen al castigo volcánico porque con su alegría se sienten a su vez volcanes capaces de retar a las erupciones moralizantes. Y escribiendo esto me viene a la memoria una frase de Saramago en el libro “La balsa de piedra”: «El mundo de la alegría tiene su propio y diferente sol».
De tener el tiempo y la inspiración yo escribiría un ensayo intitulado: “Nápoles es una orgía antropo-geológica”.
A diferencia del norte de Italia, las mujeres napolitanas son muy femeniles y no por ello menos hacendosas, diligentes, sino simplemente más representativas de un rol genérico definido. Sofía Loren no podría haber sido sino romana criada en Nápoles.
Nápoles hace (por comparación) que el resto de Italia parezca tediosa.

Una ciudad hecha de gente

A diferencia de la mayoría de las ciudades italianas, Nápoles no brilla por su pomposidad arquitectónica, sus monumentos colosales o la fastuosidad de su riqueza. Nápoles es su gente, y es que el fervor expresivo del napolitano no deja cabida a nada más, su alma expansiva lo abarca todo con sus exclamaciones deslumbrantes, sus poesías cotidianas llenas de sustancia afectiva, su pasión por el canto arrabalero, la música festiva, el teatro hecho de sangre sudor y lágrimas, el chiste rápido, la lengua exaltada: un napolitano se expresa de tal manera que parece tres personas al mismo tiempo.
Todas las ciudades en que he visto hileras de edificios con la ropa tendida al sol en los balcones me han dejado una impresión de descuido, pobreza de bolsillo y de alma, una desazón ciudadana. En cambio en Nápoles, la ropa tendida al sol en todos los edificios de una calle (y así en la mayoría de las calles) es parte de la cultura y la sensación resultante es la de estar disfrutando de un pintoresco cuadro Naif. Nápoles es una ciudad hecha de gente y su gente está hecha de adjetivos.

El napolitano social

Un napolitano me comentó:
«La facilitá d'aproccio fa paura a la persona secca, fredda del norte, che forse é solo tímida, é cosí l'aproccio rappresenta espontaneitá e valentía» («La facilidad de acercamiento da miedo a la persona seca y fría del norte, que tal vez es sólo tímida, así el acercamiento representa espontaneidad y valentía»)

A Napoli non si e stati se non si mangia a Nennella.
(A Nápoles no se ha estado si no se come donde Nennella)

Nennella, ícono de la napoletanitá
En Nápoles (más que en cualquier parte de Italia) no son los tragos el pretexto de reunión entre amigos sino la comida, y si es buena y barata mejor (a diferencia de los italianos del norte, los napolitanos no se avergüenzan de regatear). Siguiendo con la licencia hemingwayana que me permití en este post, se me ocurre que en Nápoles lo flemático del Harry's Bar de Hemingway se trasmuta en un ambiente de exclamaciones altisonantes, espontaneidad, amistad fácil, «gioia d'esser vivo», toda una explosión de alegría capaz de derretir la roca basáltica (sin miedos a represalias vesuvianas). Y es que hasta en esto la diferencia, entre el “Paris era una fiesta” y el hipotético libro que pudiera haber escrito Hemingway sobre Nápoles, la marca el paso del tiempo: en los Harry's Bar actuales un sórdido whisky cuesta 20 euros mientras en la trattoría Nennella una abundante y suculenta cena para dos con un litro de vino de la casa cuesta lo mismo ¡Cuanta falta le hace a cada lugar del mundo un Nápoles!

¿Recitando? en Nennella

En la anatomía italiana Milano es el cerebro; Florencia y Bologna, en el tórax, son sus pulmones; y (tal vez un poco desalineados en el mapa) Roma es su indiscutible corazón y Nápoles el hígado del sistema visceral italiano. Innumerables estudios y leyendas han relacionado al hígado con la envidia, y decisivamente Nápoles es el centro italiano de la envidia; aunque está en discusión la dirección de la misma: los italianos del norte dirán que Nápoles los envidia; los napolitanos dicen ser la envidia del mundo. Bueno, en cualquier caso, es natural que todo hígado esté acompañado de la bilis.
Napoli desde la costa, desde el casteldell'ovo

Consulta Portátil en Figueras (con Dalí)














El narcisismo valiente
¿Quién no tiene su talón de Aquiles?
Mi lado más débil es el lado fuerte de quienes admiro. Cuando leí «Diario de un genio», me impactó el parrafo con el que Salvador Dalí definía su vida:

«Cada mañana, al despertarme, experimento un placer supremo del que hasta hoy no me he dado del todo cuenta: el de ser Salvador Dalí, y me pregunto maravillado, qué cosa maravillosa le reserva el día a Salvador Dalí. Y se me hace siempre más difícil comprender cómo los demás pueden vivir sin ser Gala o Salvador Dalí».
(DIARIO DE UN GENIO. Salvador Dalí.
Tusquets editores. 1983. Pág. 123)
No se ha escrito frase más humilde en el mundo.
La prepotencia es tratar de ser otro.
Las quimeras son espejismos de lo que no se es.
No hay acto más humilde que querer ser uno y nada más que uno.
El superhombre nietzscheano es puro blabla ante la convicción Dalí.
Yo no lo he logrado. Mis respetos a quien si.
¡Que grande sería poderme imaginar grande con sólo ser yo!
¡Qué grande sería tenerme a mí mismo como meta!
¡Grande Salvador Dalí!


Toda ofrenda
es para uno mismo
Llegar a Figueras, llegar a donde él nació y decidió armar su propio museo, no podía haber sido de otra manera que como fue: una ofrenda. Y aunque tengo poca práctica en esto de ofrendar, algo me decía que una ofrenda no es tal cosa, si no se está desconectado de lo demás porque: toda ofrenda es para uno mismo. Aprovecho para disculparme con los pacientes que por aquellos días tenía que atender por Skype; pero llegando a Figueras, con la expectativa de ver a Dalí, solo había una voz que dirigía mi voluntad, y decía: No estás para nadie más.
Y es que no estar para nadie es estar para uno mismo, y es que admirar a alguien es un atisbo de lo que uno quisiera ser, y esto que digo nada tiene que ver con la envidia: la admiración nos libera de toda confrontación. Eso fue lo que aprendí de Dalí, o mejor dicho, de mi admiración hacía él: que si cada quien tuviera algo que ser admirado por cada cual, no existirían las guerras.

En Figueras con Dalí
Estoy en Figueras, en el Museo Dalí, que con justicia se le llama: «el mayor objeto surrealista del mundo», porque no sólo ocupa el edificio del antiguo Teatro Municipal, (construcción del siglo XIX destruido al final de la Guerra Civil, y sobre cuyas ruinas Dalí decidió crear su museo), sino que toda la ciudad de Figueras ha sido absorbida por su magia, cada calle es un vaso capilar del sistema sanguíneo del artista, los árboles, las plazas y plazoletas parecen prolongaciones de su moustache. Figueras es un lugar para quedarse a respirar el aire de complicidad entre los habitantes y su héroe, necesitaré varios días para dar riendas sueltas al placer de adivinar lo que no fui.
¡Grande Salvador Dalí!

Consulta Portátil en Venecia











Aclaratoria
Cuando sentí que debía saldar de alguna manera mi deuda con el lago de Maracaibo, con Venezuela, con el trópico caribe por lo años vividos allí, pensé en escribirle algo, y ante la pregunta de qué y cómo lo escribiría, el esquema se me presentó tajante y definitivo:
1) Mi convicción como ciudadano del mundo no me permitiría la exclusión geográfica refiriéndome sólo al lago de Maracaibo. En otras palabras: debía hablar del lago sin excluir al resto de Venezuela y el caribe, pero al mismo tiempo no debía mencionarlos directamente.
2) Mi pasión por la biografía y el realismo no me permitiría fabular más de tanto, debía hablar de mis vivencias venezolanas.
3) La sangre veneciana que corre por mis venas marcó la pauta, y no podía ser de otra manera porque «coincidencialmente» Venezuela proviene de una referencia a Venecia, por el asunto sabido de que Américo Vespucio asoció los palafitos del lago de Maracaibo con sus recuerdos de Venecia, y es sabido que no hay tema literario más valioso que el de las coincidencias. Por ello decidí resolver el punto 1 y 2 ubicando los eventos en un pueblo palafitico, y así nació «San Mateo de Agua».
4) Y por ultimo, tratando de ser realista y conciente de que la memoria no es fiable, estaba claro que no debía escribir sobre anécdotas y mucho menos hacer una biografía. Así se fueron gestando las «Crónicas del Caribe» que no podían ser otra cosa que cuentos (porque recordar no es revivir, apenas es echar el cuento) sobre personas que vivían en un pueblo palafitico a orillas del lago de Maracaibo, descendientes todos de aquella ocurrencia de Américo.
Esta introducción tiene la finalidad de alertar que todo lo que de Venecia diga pudiera estar «tocado» por mi ascendencia.
A quien le moleste la subjetividad tiene la libertad de dejar de prestarle atención a este post, pero a quien logra disfrutar del misterioso placer de descifrar en un escrito lo que de real hay entre lo que el autor narra, para ellos escribo las próximas líneas sobre Venecia.

Para quienes el romanticismo no es un souvenir turístico.

Imperdonable es el error de quien pretende visitar Venecia en dos o tres días. De la carrera sólo queda el cansancio, pero además es ridículo estar apurado en un lugar que se mueve a ritmo de laguna.
Venecia se ofrece en cuerpo y alma en los momentos de menor afluencia turística, yo la he conocido en primavera, a mediados de otoño y en pleno invierno y me quedo con esta última temporada, el agua alta y el frío que corre a los turistas hacen a Venecia inolvidable, Venecia sin turistas es viento de otras épocas.
Todos tenemos varios pasados, el propio, el familiar, el que de común compartimos con la humanidad, el genético, el evolutivo, en Venecia se respira un pasado transcultural, su fusión entre occidente y oriente todavía está presente en el aire.
Venecia transpira secretos, lujuria, expiaciones, desenfreno, herejías, vida desenfrenada pero por sobre todo un gran gusto por el placer estético.
En Venecia no hay ningún lugar donde ir, porque a diferencia de otras ciudades muy turísticas, Venecia no tiene centros de atracciones, ella misma es la atracción principal.
La gran laguna veneciana fue caldo de cultivo de extraordinarios engendros que van desde la política y la jurisprudencia, pasando por las bellas artes, hasta al ocio frenético del carnaval, pero aún así, Venecia no ha dado lo que puede dar, flotando en los líquidos amnióticos de la laguna madre Venecia es una ciudad nonata, todavía en gestación, esperando el momento justo para nacer. No faltará quien juzgue que la metáfora anterior es completamente disparatada, porque de Venecia se habla de su desaparición, de su destino de Atlantis, me replicarán ¿Cómo se le ocurre decir de Venecia que está por nacer cuando ya no tiene espacio para crecer, y sus construcciones amenazan con derrumbarse? Es justamente esto lo que hace posible la visión de una Venecia a punto de reventar a la vida, el neonato sólo puede nacer sano si lo hace cuando está listo, cuando ya el útero no lo contiene más, cuando está completo, cuando el líquido se le acaba. Pero salgámonos del ámbito especulativo e imaginario y pongamos un pie en la tierra firme de la realidad para confirmar lo dicho: pronto, muy pronto un muro de contención rodeará a Venecia, y cuando esté listo, no solamente el agua alta dejará de ser una amenaza, sino además habrá otras zonas donde crecer y mostrar un nuevo esplendor. Lo vuelvo a decir sin temor a exageración: Venecia está por nacer.

El Carnaval de la vida
Conocimos gente que trabaja todo el año en espera del Carnaval. Saber que hay gente que vive del carnaval y para el carnaval, ensancha la capacidad de mis pulmones, me quita toda angustia, el mundo se me vislumbra más grande de lo que es porque me revela que las alternativas de la vida humana son infinitas. Le expongo a mi esposa que quisiera vivir dos años en Venecia, tal vez al frente de una fábrica de máscaras de papel maché, vivir para el Carnaval. Ella me mira, se sonríe y me responde:
- «Con una condición: Yo me encargo de la fábrica y tú sólo escribes.»
- «¡Trato hecho!»

Consulta Portátil en Italia del norte

El norte de Italia
El «norte» en Italia no es un punto cardinal. El norte (cuyas provincias en conjunto las llaman Padania) para los italianos sirve como referencia de otra cosa, como «adjetivo psicológico», un laudo caracterial exclusivo de sus habitantes.
El norte significa adicción al trabajo por sobre todas las cosas, frialdad en lo afectivo a pesar de todas las tentaciones, organización en lo social con su consecuente tendencia a la individualidad, ecuanimidad en lo emotivo con el aburrimiento correspondiente.
A ver, intentaré definirlo con una metáfora femenina: la Padania es una hermosa mujer de exasperantes formas voluptuosas reprimida en una histeria frívola y estéril.
O con una metáfora masculina: el norte es frío, la nieve es blanca, y el blanco es la ausencia de color, el norte italiano se presenta como un pulcro, ordenado, bien hecho lienzo blanco, de un blanco blanquísimo, inmaculado, extraordinario, carente de color.
¿O será mejor intentar explicarlo por la calificación del adjetivo? El norte italiano visto como adjetivo psicológico es: sentir que los demás italianos no tienen derecho de serlo; ser nórdico significa mostrase altamente escrupuloso al tiempo que se envidia en silencio las libertades ajenas. Intentaré platicarles sobre esa procesión que llevan por dentro.

El norte workaholic

Si no se anda con cuidado en las provincias del norte te pueden convencer rápidamente de que ser workaholic es la quinta esencia de la vida y hacerte olvidar fácilmente que toda acción humana, y en especial las maniáticas, son una forma de evasión. Creo justo enfatizar que hablo del trabajo como elección de vida y no como abuso del amo sobre el esclavo, como lo deja entrever Javier Marías en una entrevista del Clarín de Buenos Aires:
«Hablo con mis amistades de toda España, y todos están igual, tengan el trabajo que tengan o cobren mucho o poco: no paran, no tienen tiempo de nada, trabajan sin cesar y cada vez les cunde menos. Amplían sus jornadas no para ganar más sino para dar abasto al trabajo diario. Apenas tienen ocio y están permanentemente agotadas, medio enfermas o desquiciadas. Es el gran mal de nuestros días. Las personas que están hoy a sueldo se desloman como no se había visto en los últimos 40 años. Es la opresión más grande que vive la gente corriente
El workaholismo en el norte italiano es otra cosa, más que una opresión tiene visos de morboso masoquismo.
Y al masoquista sólo le importa su dolor. En el ambiente veneto, lombardo, piemontese y sobre todo friulano, la empatía se eclipsa, el ámbito del otro desaparece haciéndose irreal, por lo tanto cada individuo también se siente irreal y sólo logran vivir sintiendo que son actores de una frívola epopeya: fabricar, producir, hacer, deshacer y volver a reconstruir, sísifos impenitentes, los italianos del norte se consideran la gente más «progresista» que hay y tal vez por ello sientan el derecho de pensar que el resto de los italianos no merecen llamarse gente. Quien sabe, tal vez tengan razón, tal vez al resto sólo le quede llamarse Giuseppe, Alfredo o Giovanni.
Al lector odioso que sólo está buscando por dónde demostrar que sólo él tiene la capacidad de observar y opinar sobre el mundo (y que por esa razón no escribe, porque sino qué quedaría para los demás), a ése que en este momento está pensando que la diferencia entre norte y sur está presente en cada continente, en cada país y hasta en cada región y pueblo, le remarco que sólo estoy hablando del norte de Italia, y específicamente en el sentido de “adjetivo psicológico” de “rasgo cultural”, lo cual no contrasta con lo dicho sobre la “Milán terapéutica” de la que hablamos en la reflexión dedicada en este blog a esa ciudad norteña. En otras palabras, ni me inspira ni tengo tiempo de analizar en qué otros nortes se cumple las misma características. Nuestra Consulta Portátil viaja para conocer a la gente, para aprender de los demás algo que sea bueno para nosotros, así que vayamos a lo nuestro y sigamos hablando de este gentilicio tan particular que son los «polentones» del norte de Italia.

El hombre del norte de Italia
El descendiente de Casanova, resulta que hoy en día es un hombre habitualmente soltero, huraño, dispuesto a chistes misóginos, y muchos de ellos viven con sus padres «hasta que la muerte los separe». Al obsérvalos parecen empecinados en esconder detrás del workaholismo sus necesidades afectivas. Muchas y evidentes son las pruebas de la frustración de este hombre ante la emancipación femenina. La mujer liberada del norte italiano se ha vuelto « exigente» y de ser «respetada» a pasado a ser «temida», tanto que el onanismo es una alternativa más segura ante el riesgo de caer en la temida figura del «macho dominado», porque así como hay una gran cantidad de hombres que no logran formar pareja y en promedio pasan años sin una relación sexual (y son los principales clientes del turismo sexual cubano), así mismo en los que se casan se nota la figura de bajo perfil del hombre temeroso y esclavizado en su condición de esposo por confundir el significado de «amor» con el de «miedo a la soledad».
Muy probablemente estas observaciones no tengan valor alguno o suenen peyorativas para quien vive en el norte europeo, pero son una referencia por lo mas educativa y premonitoria para el hombre latinoamericano. El otrora latín lover italiano se ha quedado solo.
En los restaurantes es común ver una mesa con una veintena de hombres bebiendo y burlándose uno de otro con chistes verdes (un lugar común es bromear imitando actitudes femeninas u homosexuales), al tiempo que en la otra esquina del mismo restaurante hay una mesa de mujeres. Al ver aquello se siente en el aire la división de bandos y sus actitudes me hacen pensar en bandos contrarios, irreconciliables y entonces el restaurante se me presenta como un ring de boxeo donde el «cross a la mandíbula» es sustituido por la indiferencia.
Aclaro que no digo “todos” los hombres, pero el fenómeno es tan frecuente que vale la pena remarcarlo. Un colega terapeuta que vive en Piemonte asiente reflexivamente cuando le hago estos comentarios, el colega tiene sesenta años, está casado y reconoce que se casó antes de estos cambios culturales y me dice:
«…muy probablemente si yo tuviese hoy día 35 años, no tendría pareja y viajaría cada vez que pudiera a Tailandia o a Cuba para saciar con sexo pagado la larga abstinencia, bueno, a lo mejor me hubiera casado con una cubana, conozco quien lo ha hecho, viajó a Cuba con la intención de regresar casado, y lo hizo en 15 días, y además sé de muchos que sueñan con eso».

Para muestra: un hijo
Pero antes dijimos que la Padania era una hembra frondosa de esas que con sólo mirarlas quedan embarazadas, y así el norte de Italia se embarazó y parió a un digno engendro representante de su idiosincrasia: Umberto Bossi. El vástago no podía ser más representativo, un tipo que quiso ser médico pero no pudo, luego intentó ser cantante y grabó un disco bajo el pseudónimo de “Donato” que como nombre artístico es muy representativo del narcisismo nórdico, “Donato” viene del latín y significa “regalo de dios” (una cosa es que los padres sientan a su hijo como un don de dios, y otra muy diferente es que alguien se autodenomine así). Debe ser toda una experiencia particular creerse un regalo de Dios a la humanidad. Pero buscando lo que de «psicológico» tenga de interesante el engendro de la Padania, vemos que este «Boss» después de varios intentos fallidos de ser «alguien» decide ser un «político» y promulgar su proyecto de secesión de la Italia del Norte, o sea, de separar la Padania de esos otros bichos que no merecen llamarse italianos.
Quien me conoce sabe que no me inspiran las cuestiones políticas, la única razón por la que mencioné a Bossi es por ser tan representativo de este tipo de hombres que creen tener a Dios agarrado por las que no le hacen falta; que creen ser amo de la verdad y que en el fondo esconden realidades inconfesables, en el caso de Bossi, la de ser un cantante frustrado, un bohemio venido a menos por su incongruencia dentro de una sociedad workaholica y, frustrado, no le queda más que arremeter contra los demás acusándolos de sanguijuelas, (tal vez Freud diría que esta actitud del “Donato venido a menos que acusa a los demás de sanguijuelas” sea una venganza proveniente de cuando su compañera en el 1979 le dio un ultimátum: tenía que tener un trabajo fijo para mantener la familia o ella se separaría, y en el 1982 Gigliola Guidali se separa de él, por vago). Pienso que es muy posible y altamente probable que Bossi, durante las siestas entre reunión y reunión con Berlusconi, sueñe con ser rufián de un lupanar en Cuba.

La mujer padana

Me disculpo de antemano por lo que voy a decir, pero no puedo dejar de comentarlo: «Las mujeres del norte de Italia inspiran miedo»
Sí, miedo. Aunque no estoy seguro si la sensación resulta de una «irradiación castradora» emitida por ellas o por el contagio con el temor que le tienen los mismos italianos del norte.
Las «mujeres polentonas» tal vez sean el estandarte de la emancipación femenina, pero el precio que me parece que pagaron es la pérdida de mucho de lo que se llama femineidad. Las mujeres se han emancipado en todo el mundo y todos, hombres y mujeres debemos estar orgullosos de ello. Pero algo más pasó con la mujer de Italia del Norte, algo se fue más allá.
Quiero aclarar que cuando digo que pagaron el precio de perder algo de su femineidad, no me refiero a que ahora sean hombrunas ni mucho menos, al contrario, como en cualquier lugar del mundo el cuidado por la belleza femenina ha sobrepasado también allí el límite impuesto por la naturaleza y lo que no pueden hacer las dietas o el gimnasio lo hace la cirugía implantando lo que esté en falta y suplantando lo que sobre. Pero he aquí un detalle simbólico de lo que quiero decir:
En Venezuela una mujer sometida a mamoplastia y demás portentos plásticos se le llama «hembrón», evidente superlativo de «hembra».
En Argentina se le dice «minón», superlativo de «mina» que a su vez es un diminutivo de «fémina».
Pero en Lombardía, en Piemonte y en el Véneto pude escuchar repetidas veces llamarlas «Robocop», por aquello de ser reconstruidas como el personaje de la historieta; pero ¡Robocop es macho! Espero que este simbolismo logre rendir la idea de lo que trato de explicar.

Lo que el viento se llevó

Hace unos años, sentados en un café de Buenos Aires mirando la gente pasar, mi esposa me hizo notar la gran cantidad de parejas de tercera edad que iban de la mano o abrazados (ambos somos creyentes de que la perduración del afecto en el tiempo es la meta común más valiosa que una pareja pueda compartir). Desde entonces creamos el hábito de observar a las parejas de jubilados en cada lugar que visitamos con la esperanza romántica de reconfirmar la longevidad del amor.
Al escribir esto le pedí a mi esposa que tratáramos de recordar situaciones en las que hayamos visto expresiones de afecto espontáneo entre personas de la tercera edad (que no son pocas en Italia) durante nuestra estadía en las provincias de la Padania y no pudimos recordar ninguna. Ciertamente las habrían, pero no tan comúnmente como para que las notáramos.
No es difícil imaginar que en una cultura donde se vale por lo que se produce, se des-precie a quien pierda el vigor del trabajo, y si le sumamos a eso el culto por el individualismo y la que parece cada vez más frecuente tendencia a preferir quedarse solos que a cultivar el valor de pareja, es fácil imaginar que los jubilados norteños italianos no tiendan a pasearse abrazados o agarrados de la mano con sus parejas. Ahora recuerdo la repetida imagen de ancianas solas con su bolsa de mercado y de veteranos en una esquina hablando con alguien. Hay muchos viejos en Italia, pero no emparejados.
Escribiendo lo anterior me viene a la mente otra idea: entre aquella gente que se queja de todo a pesar de que todo funciona bien, las pocas veces que alguien reconocía que el sistema social era eficiente solían dar como referencia positiva los hospicios para la gente de la tercera edad, lo cómodos que son y lo bien equipados que están. Hay que reconocer que esta gente no improvisa y por ello tiene bien prevista la soledad en la vejez.

Tips de esos que sólo entienden los caribeños.
Después de la publicación del “Amor en los tiempos del cólera” leí en alguna parte, o tal vez lo dijo el propio Márquez, que «Los europeos no pueden entender la forma de amar del Caribe». Nunca olvidaré como esa sentencia me cacheteó dejándome una impronta de revelación. Y en honor a ello he pensado que sería apropiado que la Consulta Portátil, en sus reseñas peregrinas, tuviera un espacio para comentarios dirigidos a los caribeños.
Hoy comienzo estos Tips puntuales como «pasapalos» que espero sean más alegres que tristes.

1) En el norte de Italia escuché repetidas veces a niños pequeños dirigirse a sus padres llamándolos por el nombre de pila. Imaginen a un pitufo de cinco años diciéndole al padre grande como una mole: «Aldo, quiero helado»; o refiriéndose a su mamá: «Es que Silvia no me quiere comprar el celular». Me reservo el juicio de valor sobre esto.

2) Estuve de visita en la Academia de unos amigos artistas en Besozzo (ciudad a una hora de Milano), allí colaboramos en el concierto de fin de año de la Academia de música, fue un evento íntimo, los alumnos tocaban ante un publico casi enteramente compuesto de amigos y familiares (la mayoría gente del centro de investigaciones de Ispra, gente que (literalmente) tienen en sus manos el futuro del planeta. El maestro Dipietro me contaba sus apreciaciones sobre las nuevas generaciones de alumnos, y afligido comentó: «Una de las cosas más preocupantes que veo es que los niños se están volviendo seres incontrolables por sus padres, los niños mandan, y lo que es realmente espantoso es que se creen con derecho a mandar en su casa».

3) En una estación de trenes escuché un hombre que imprecaba: «Ya no se puede soportar la desidia de este gobierno. Los trenes llegan a la hora que les da la gana» (gritaba esto mientras llegaba el tren en cuestión con tres (3) minutos de retraso). ¿Será por eso que esta gente es de pocos amigos? Digo, si todo es tan puntual, ¿en qué rato de espera se conoce a alguien?

4) En fin, pareciera que el dicho que tanto se usa entre los que vivimos en la tierra tropical de América, hubiera sido hecho para la gente de la Padania: «¡Vas pál cielo y vas llorando

5) Un paciente originario de Castel Franco (Veneto) que vive en Cabimas (Zulia – Venezuela) opina así de la familia que se quedó en Italia y que son industriales: «Allá sólo van y van, van y van, trabajo y más trabajo. Por nada se detienen, mi tío tiene cinco hijos que viven en su casa y se ven 3 o 4 veces al año. Lo extraordinario es que mi tío en vacaciones viene a Venezuela, mi madre es su hermana mayor, dice que acá se siente demasiado bien, sólo por estar en casa con la familia, dice que reencuentra algo perdido de su pasado, otros valores. Pudiendo ir a cualquier parte del mundo, prefiere venir a este pueblo forajido, imagínes