sábado, 15 de enero de 2011

Consulta Portátil de Psicología en Montevideo: Hay mates y mates

Lo bueno: La protesta de los mates
La "Protesta de los mates", ejemplo de marcha civilizada.
En la Avenida 18 de Julio de Montevideo presencié lo que hasta hoy considero la protesta civica más folklórica (y por ello auténtica) en la que he estado. «La protesta de los mates», como prosaicamente se me ocurrió denominarla de inmediato, era una manifestación de cierto gremio contra el Estado. ¿Lo auténtico?, pues que como en el resto de sus actividades los montevideanos asistieron a la marcha con su respectivo kit para «matear»: el termo de agua debajo del brazo y el mate con la bombilla en la mano. Se hubiera podido decir que los mates ocupaban el lugar de los puños levantados, la hierba era la consigna y el frente de la protesta parecía ser una excursión que buscaba un consenso alrededor del agua caliente y la yerba mate con la parsimonia y la tranquilidad del ritual uruguayo. En fin, la manifestación parecía un gran picnic gremial en medio de la avenida real de la ciudad. No tengo idea si los protestantes lograron que sus peticiones fueran escuchadas, pero yo me llevé la sensación de que la marcha sería exitosa, es más, estoy convencido que su efectividad debe haber superado con creces la de cualquier otro tipo de manifestación donde la gente arrebatada es reprimida con bombas lacrimógenas por la policía.
Este tipo de manifestaciones debieran transformarse en modelos a seguir en los otros países de Latinoamérica donde la intolerancia, la violencia y la represión impiden acuerdo alguno entre los bandos que, por el mismo motivo, siempre están en pugna. ¡Aplausos para los montevideanos!
Antes de empezar a escribir este post, imaginé que escribiría varias líneas sobre la influencia de la cultura del mate en los uruguayos; pero ahora, con la referencia anterior, me parece innecesario seguir ahondando el tema de la importancia y trascendencia que tiene el folklore sobre la psicología de la ciudad y su gente.

Lo malo: Montevideo ciudad frágil en peligro

Tal vez la capital del Uruguay funcione bien para los montevideanos, pero me da la impresión de que dicha sensación sea proporcional a la consideración de ingenuos que los argentinos tienen sobre ellos.
He visto cómo ciudades felices caen en depresión, como se sancochan en su mismo caldo deshumanizante, y que, como el sapo cocinado a fuego lento, no se dan cuenta del desastre hasta que es demasiado tarde. He visto pasarle eso a países enteros (por ejemplo Venezuela), y cuando en los bulevares de una pequeña ciudad como Montevideo los negocios comienzan a cerrar sus persianas a las seis de la tarde por seguridad y la gente en la calle te alerta de andar con cuidado al mismo tiempo que tratan de minimizar el asunto diciendo: «aquí no matan pero te “arrebatan” lo que lleves encima», allí es cuando pienso: «éste es el comienzo de la decadencia ciudadana, la ciudad de Montevideo, la hermana menor de Buenos Aires pareciera estarse enfermando con los mismos vientos mórbidos que, surfeando por el Río de la Plata hace tiempo que andan haciendo de las suyas en Buenos Aires. Es un hecho, los aires de descomposición social están subiendo desde el Atlántico Sur provocados por las altas temperaturas de la parte central de América».Y así como no se dan cuenta de estar en vísperas de entrar a las estadísticas de las ciudades descontroladas, tampoco se dan cuenta de la desilusión que pueden causar a quienes los visitan.
Uruguay posee dos circuitos cerrados para el turismo: Punta del Este y Colonia. Sin embargo, en los últimos años, la Secretaría de Turismo promociona a Montevideo como destino para los viajeros; la verdad es que, si los uruguayos quisieran ser tan sinceros como humildes son, debieran serle francos a quienes los visitan para turistear y decirles: «No vengan a Montevideo. Aquí no pasa nada».
La llaman "Rambla" y es una costanera o malecón
donde no hay una sola sombra: inhóspita.
La Consulta Portátil no hace turismo, nuestro deseo de buscar al "ciudadano del mundo" no se limita ante incomodidades, ni andamos buscando atracciones para divertirnos. El ánimo que nos trajo a Montevideo es el deseo de conocer al uruguayo capitalino, estudiar sus rituales, la psicología oculta tras la parsimonia del mate, sus siestas soñando con glorias del pasado (ser la Suiza de América, el Maracanazo, etc.), la tendencia a hablar mucho más de lo que se hace, la mecánica de la autoestima de una ciudad de bajo perfil que con humildad soporta vivir a la sombra de su hermanastra: Buenos Aires.
Y fue justamente nuestra primera impresión diagnóstica, la de que la ciudad estaba dormida, lo que motivó el anterior comentario sobre su capacidad turística, Montevideo no es ni pretende ser una ciudad turística, igual que su gentilicio es una ciudad modesta, lenta, de bajo perfil, una ciudad que pareciera costarle horrores ser la capital de un país de tres millones y medio de habitantes. En Montevideo no pasa nada porque Montevideo está dormida, nuestros mejores deseos para que no sufra pesadillas y que despierte pronto sin que le suceda lo que a Rip van Winkle.

Montevideo: una ciudad "CaSi"

El mate es el pilar indiscutible de la cultura uruguaya, pero una golondrina no hace verano.
Aunque siempre he detestado la crítica por aquello que “a todos nos sobran culpas y primeras piedras nunca tiradas porque se nos volverían bumerang”; el sentido de este blog me obliga a referir lo evidente a pesar que suene a crítica, y por ello debo incluir a Montevideo entre las ciudades "CaSi", trataré de hacer un pequeño historial de los " CaSi " que así la catalogan:
1- En uno de sus más representativos centros culinarios conocido como "El Mercado del Puerto", su vino emblemático se llama "medio-medio" porque (según ellos) es medio champaña y medio vino, o sea, ni lo uno ni lo otro sino " CaSi vino" y/o " CaSi champaña".
Su vino emblemático se llama "medio-medio"
medio champaña y medio vino, o sea, ni lo uno ni lo otro
 sino " CaSi vino" y/o " CaSi champaña".


2- Cualquier persona que vaya a Montevideo, antes de llegar habrá oído hablar de los famosos "chivitos" (que nada de chivo tienen). El énfasis publicitario es tal que lo menos que uno se espera es una parrilla de chivo al brasero con especial chimichurri uruguayo. Pero nada que ver con eso, el famoso "chivito" es " CaSi " un sándwich de lomo, y hay que aclarar que nada parecido al lomo tiene, apenas una fina feta de carne juntada a un popurrí de lo que pareciera haber sobrado del día anterior. Y el colmo de este asunto, es que la versión non plus ultra de estos folklóricos "chivitos uruguayos" se llama "canadiense" por llevar un plus de panceta, jamón y queso. ¿Entienden el quid del asunto? ¡El non plus ultra del plato tradicional de Uruguay se llama "CANADIENSE"! Una “singularidad errada” de punta a punta del globo terráqueo, de Uruguay a Canadá es lo mismo en "paralelos" que de América a la China en "meridianos".
3- Los bulevares de la zona llamada "Ciudad Vieja" son " CaSi " peatonales, pasan mucho más que bastantes carros a cualquier hora, y no sé si a pesar de esto o debido a ello, suelen estar bastante desolados (salvo en las horas pico en las que son caóticos). Dicho en otras palabras, no son justamente bulevares amistosos, en gran parte de su recorrido más bien parecen calles internas de conventillos venidos a menos.
4- Las plazas están "casi" limpias o "casi" sucias. Jeje, al escribir esta línea se me vienen a la mente esos mentecatos «psicólogos del cliché», que suponen estar “tratando” a sus pacientes con clichés como: «todo depende del punto de vista desde el que se mire, un vaso a la mitad puede estar medio vacío o medio lleno». Jeje, cómo me fascina imaginar que los pacientes de dichos mentecatos le respondan: «a mí me parece que "a su vista le falta un punto", si el vaso es de vino, estará medio vacío, si es de veneno, estará medio lleno ¿Quiere que lo comprobemos?»
5- Hasta el clima parece estar confabulado con el fenómeno del " CaSi ". Un clima inestable: en la mañana hace " CaSi " frío y en la tarde es " CaSi " tropical (esto lo escribí en pleno invierno).
6- Para no hacer la cosa tan larga, trataré de terminar de ejemplificar en un solo asunto la falta de creatividad original de una ciudad que pareciera que desde hace demasiado tiempo viene andando de bajo perfil a pesar de que le sobran razones y fuerzas para alimentar su ego. El fenómeno al que me refiero tiene que ver con una réplica del David de Miguel Ángel, pero lo dejaré por fuera de esta enumeración y le daré territorio de párrafo aparte para enfatizar su importancia simbólica.

La estatua del David de Miguel Ángel en Montevideo

Caminando por la Avenida 18 de Julio, en la explanada de la Intendencia Municipal de Montevideo, observo una réplica en bronce de la estatua del David de Miguel Ángel. Al principio sólo me pareció algo raro que ante un edificio de los poderes públicos del Uruguay el sitial de honor lo ocupara una copia de la famosa estatua florentina. Repito, hasta allí sólo me pareció algo curioso. El absurdo aparecería más tarde al encontrarme con letreros, banners y pancartas promocionales de la Secretaría de Turismo de Montevideo en las que la estatua florentina aparecía como "icono de la ciudad". ¿Qué tiene que ver el David de Miguel Ángel con Montevideo? La cosa me dio casquillo, traté de investigar el origen de dicha estatua esperando descubrir que había sido un regalo diplomático; pero lo único que hallé fue una alusión a que la estatua representaba "un homenaje simbólico al origen italiano de los municipios". Absurdo sobre absurdo ¿Eso es todo lo que se le ocurrió a quienes planificaron el homenaje? ¿Un David? ¿Acaso los inmigrantes no merecen o no inspiran símbolos suficientes para que los representen sin necesidad de plagio? Además, usar el David como representación de los italianos inmigrantes es una ocurrencia desafortunada: ¡El David representa a un rey judío! 
Un David fuera de lugar.

Son este tipo de ligerezas prosaicas, esta falta de visión y cuidado en los pensamientos lo que no permite que una cultura logre el brillo de lo original. Cosa muy diferente son los obeliscos egipcios expuestos en las plazas romanas, en ese caso representan la historia imperial romana. ¿A qué canadiense se le ocurriría hacer una réplica de la Torre Eiffel para homenajear su linaje francés? De lo absurdo a lo ridículo sólo hay un paso de mal gusto, o lo que es lo mismo: de pereza mental.
El "eclecticismo" (indefinición de doctrina, filosofía o estilo) no tiene porqué ser un esperpento representativo de la falta de imaginación. Uno de los edificios más emblemáticos de Montevideo, el "Palacio Salvo", es tan " CaSi " que no se lo puede catalogar dentro de ningún estilo arquitectónico, y sin embargo, o tal vez por ello, hay que quitarse el sombrero ante la original majestuosidad e imponencia del mismo. Tal vez Marco Polo haya comentado en Italia sobre los fideos chinos, pero los "vermicelli" son tan originalmente italianos como la tarantela. En fin, voy a permitirme la impertinencia de opinar que a los montevideanos les hace falta el toque de osadía capaz de hacerlos construir un "mate" de la altura de la Torre Eiffel.

Montevideo: una alerta para el ciudadano del mundo

¿Es el ciudadano del mundo alguien que por su globalización ha perdido su esencia folklórica y su nacionalidad? No, definitivamente no. Ante todo el ciudadano del mundo debe ser alguien que aporte, desde su existencia personal, elementos originales que puedan complementar a los ajenos. El ciudadano del mundo es un "forastero creativo" para los otros y un "ajeno receptor" cuando está frente a otro ciudadano del mundo, y estas condiciones las debe mantener a todo tiempo dentro o fuera de su país como visitante o como anfitrión. El ciudadano del mundo no impone su cultura a otros, sólo la comparte, y lo hace con la intención de aportar lo mejor de sí a quien a su vez hace lo mismo. El ciudadano del mundo tampoco es un alienado en otras culturas. El ciudadano del mundo tiene su cultura y la comparte, la dialoga, la ofrece como complemento alternativo de la esencia propia de cada cultura, porque, ante todo, el ciudadano del mundo respeta la cultura ajena así como respeta la propia. El sentido global del ciudadano del mundo está basado en el respeto por la pluralidad étnica, cultural, artística y de todos los elementos particulares que componen los pueblos de la humanidad. Es por ello que las inconsistencias culturales (que en este post le tocó a Montevideo ser ejemplo) deben ser una alerta contra la insignificancia, la falta de originalidad que alienta la indiferencia, en fin, contra lo peor que puede sucederle a una ciudad y su cultura: la baja autoestima, el bajo perfil.

El ornitorrinco ecléctico

El Palacio Salvo: eclécticismo original.
  El ciudadano del mundo debe estar convencido de que el eclecticismo no tiene porqué afectar la singularidad. Vale la pena remarcar de nuevo que el «Palacio Salvo» es ecléctico y por ello no pierde originalidad, al contrario, es un icono del "eclecticismo montevideano". La reunión de culturas genera la globalización, pero la globalización sólo será parte de una evolución positiva si mantiene bien diferenciados los orígenes de los aportes, en otras palabras: «juntos pero no revueltos». Como en la comida de fusión en Perú, donde se diferencia y se le otorga mérito por separado a cada ingrediente, a su procedencia y al origen de su formulación: al arte culinario "chifa" lo que es chino, a la cocina francesa lo que de Francia viene, y así con los aportes españoles, pero, sobre todo, enalteciendo cada vez que se pueda, lo que de indígena se preserva. El vino Carménère de Chile, cuya cepa original es francesa, no deja de ser una representación original de la exquisitez del caldo sureño. De eso se trata el eclecticismo: un evento inevitable en la globalización, un camino para andar hasta llegar a un elemento nuevo, donde lo multiétnico y distante de sus ingredientes no dañen su originalidad ni hagan mella alguna al producto final, sino, más bien, exalten sus méritos.
En fin, salvando las obvias diferencias, creo que el ornitorrinco sabe bien a lo que me refiero.