SOCIEDADES PSICOPÁTICAS
No puede existir una sociedad compuesta sólo de psicópatas.
Siendo características propias de la psicopatía: la carencia
de empatía que los lleva a tratar a los otros como cosas, la demagogia, la
irresponsabilidad, la manipulación, la inconstancia, la indisciplina, la
ausencia de código legal que les facilita el acceso a la delincuencia, en fin,
siendo el psicópata un sujeto disocial, que no puede seguir la normas y leyes necesarias
para hacer frente a las exigencias del régimen académico, ni la constancia para
mantener un trabajo, ni la capacidad de tratar al otro como un igual, por lo
anterior y por mucho más, no puede existir una sociedad compuesta
sólo de psicópatas ¿Quién cocinaría el pan? ¿Quién atendería a los enfermos?
¿Quién enseñaría?
Pero en nuestro pueblo queda demostrado que sí puede
sobrevivir (a duras penas, pero sobrevive) una “cultura psicopática” donde la
mitad más unos cuantos es psicópata (carente de super-yo, o estructura legal
mental, o conciencia moral) y la otra parte la soporta. Pero, para poderla
“soportar”, la minoría trabajadora, responsable, hacedora de bienes y servicios
debe adecuarse a la falta de ley reinante, en otras palabras debe comportarse como
si fuera psicópata.
En una cultura psicopática se aprende rápido a que si te
descuidas el otro te perjudica y un poco más tarde se aprende a que si golpeas
primero ganas de mano, creando lo que en estas tierras se le llama (orgullosamente)
“viveza criolla”.
Un psicópata va buscando a su víctima de la misma manera que
el león caza al animal más débil de la manada. En consecuencia se crea (entre las
posibles víctimas de los psicópatas) la cultura de andar a la defensiva, la
cual al poco rato se transmuta por ley natural evolutiva en conducta ofensiva.
Un ejemplo: el trofeo más valioso para un malviviente es un arma. En
consecuencia, por despeje natural de la ecuación, lo más apropiado para
defenderse del malviviente será otra arma. Al poco andan todos armados y ya no
hay distinción entre un bando y el otro, y las balas perdidas (que buscan ser
encontradas por alguien) acribillan la civilización.
A lo anterior hay que sumarle que el deseo de venganza no es
exclusivo de tipo de personalidad alguna, y así comienza la reacción en cadena:
un empresario en defensa propia mata a un psicópata, en venganza el compañero
de fechorías del difunto malviviente mata al empresario, un familiar del
empresario contrata una banda de sicarios para desagraviarse, la banda cumple
el objetivo, pero en la balacera caen dos sujetos de otra pandilla que ahora
arremeten contra los sicarios que, a su vez, para defenderse necesitan de más
armas y sobornan a quien los había contratado para que les dé el dinero para
hacerse del arsenal necesario para una guerra de pandillas, en eso entra un
policía corrupto a intermediar en el trato y sale muerto, ahora la policía
también está involucrada con su deseo de vengar al compañero y termina siendo ésta
la que liquida a los sicarios (previo trato con la otra pandilla de obtener un
porcentaje de las ganancias del tráfico de drogas al que se dedican). La
historia no tiene fin, el drama sube y baja de intensidad, hasta puede volverse
melodramático en algunos pasajes, como cuando el hijo del comisario de policía
muere por sobredosis y el padre desconsolado decide acabar con la distribución de
estupefacientes tomando la ley en sus manos pero terminando con siete tiros por
el pecho…, y empieza de nuevo la guerra entre la policía y la pandilla,
mientras por otro lado los ladrones aprovechan la distracción para campar a sus
anchas sin el control de los policías empeñados en su guerra particular contra
la pandilla-mata-comisario, y muere otro inocente, y nace otra venganza, en
fin, un folklore psicopático.
Mientras tanto, la gente de bien sigue trabajando y
manteniendo con sus impuestos a los bandidos que usan el hospital cuando son
heridos de una bala sin puntería, usan la morgue cuando la bala es más precisa,
usan las cárceles cuando los atrapan, usan las calles, el alumbrado, los
servicios públicos y hasta la jubilación cuando logran librarse de las balas
hasta llegar a viejos. ¡Sí, la jubilación! Aunque lo más probable es que no
hayan aportado al seguro social, suelen ser los primeros en exigir sus derechos humanos resaltando los deberes
de los otros (beneficio de la demagogia), y como todos le temen, nadie se
atreve a decir nada, todos se muerden la lengua antes de increparle un «¡Gánatelo!»,
y tal vez lo más perverso sea que como los psicópatas tienen derecho a votar
pueden llegar a ser apadrinados por políticos.
¿TODOS TIENEN DERECHO
A VOTAR? Ó ¿EL DERECHO A VOTAR SE HEREDA O SE GANA?
Sabemos que los seres humanos no somos confiables, la prueba
de ello es que tuvimos que crear leyes y un sistema que se encarga de hacer que
se cumplan. Pero este sistema es relativamente joven y en su corta marcha arrastra
con las abominaciones monstruosas que suelen nacer en el laboratorio evolutivo.
Por ejemplo: si alguien comete varias infracciones de tránsito, el sistema le
prohíbe conducir. Si un estudiante no cumple con sus deberes, el sistema lo
aplaza e impide su promoción. Si a un cura se le comprueba pederastia, es
excomulgado. En consecuencia, si nuestras libertades son limitadas por nuestras
acciones ¿Qué tipo de acciones debieran limitar al infractor en su derecho a votar?
A través del voto el pueblo pasa a ser algo llamado «el soberano»,
se me ocurre preguntar ¿es el psicópata parte del soberano? Este tipo de cuestionamientos
suelen ser criticados por aquellos que hacen juicios ligeros basados en moralismos
que ni siquiera han revisado y que sólo han heredado como borregos guiados por
pastores que jamás desearían que sus corderos razonaran, tengan su propio
juicio de valor o capacidad de argumentar. Un buen pastor no acepta sindicatos
de corderos.
Aclaro que sólo planteo preguntas. Sólo preguntas y nada más.
Yo también soy un simple eslabón en la cadena evolutiva y es probable que no me
corresponda (a este nivel evolutivo) dar respuestas; pero mi ADN social no puede
evitar hacerse preguntas ¿De qué habla su ADN, querido lector? No creo que haya
ADN mudo; pero sí muchos sordos de su genética.
Siento que las preguntas más cruciales que me ha perseguido
durante la vida son: «¿Qué es un ser humano? ¿Cuáles son los límites de lo que
llamamos "humanidad"? ¿Es el concepto de "humano" algo perteneciente
a lo biológico o a lo psíquico? ¿Es vinculante el concepto de
"civilizado" con el de "humano"?
Considero que estas preguntas son cruciales porque no me
permiten estar convencido al hablar de "derechos humanos". Al no
conocer los límites de lo que llamamos "humano", al no estar seguro
de si la humanidad es meramente biológica, o sea, que para pertenecer a ella
basta con tener dos brazos, dos piernas, una cabeza y un parecido con la
especie; o si la humanidad es algo que pertenece a la mente, o sea, una
condición que se adquiere más allá del fenotipo y que tiene que ver con cumplir
con determinadas características como la capacidad de vivir en sociedad, amar,
respetar las leyes, tener solidaridad con el prójimo, en fin, aquellas
características que definen a alguien como civilizado ¿Puede considerarse a la
barbarie (antítesis de civilización) como una característica "humana"?
Nada de eso lo tengo claro, pero debo conformarme por ahora
con entender que el eslabón que me correspondió en la evolución sólo puede
hacerse preguntas y no dar respuestas. Pero esto, de ser cierto, lleva
implícita la posibilidad de que haya alguien que tenga la capacidad genética de
dar respuestas. De algo estoy seguro, los radicalismos no son argumentos
válidos, los radicales no argumentan, el radicalismo siempre es una decisión a
la ligera de conveniencia personal. Hitler fue un radical, ese tipo de cosas no
nos interesa. Sólo espero que a quien le haya correspondido el ADN de dar
respuestas no se haga el sordo.
Mientras tanto seguiré fiel a mi genética, seguiré
haciéndome preguntas.