lunes, 25 de noviembre de 2019

TEOLOGÍA PARA LOROS SABELOTODO. REVOLUCIONES BANALIZADAS (o sobre la inocencia, la ignorancia y la incoherencia)







¡CUANTAS COSAS HACEMOS SIN SABERLO! ¡CUÁNTAS COSAS NO SABEMOS POR QUÉ LAS HACEMOS! ¡Cuántas cosas no nos preguntamos! Pero, ¿por qué no nos preguntamos? ¿De dónde viene esa #tendencia? ¿En qué momento se debilita nuestra innata #curiosidad? No hay niño que no pase por la edad de las preguntas, pero algún Pepito Preguntón sigue siendo curioso toda la vida y otros, después de los 10 años dejan de cuestionarse ¿De dónde viene el #conformismo intelectual? Las pistas apuntan hacia el mismo lugar, a que un día nos dijeron que todo estaba escrito y que lo demás no importaba. Lo contrario a la curiosidad es la fe. Tener fe implica no hacerse preguntas. Así que, no hacerse preguntas y dar todo por sentado es de buen cristiano. No nos preguntamos debido a que nos autocensuramos creyéndonos así buenos cristianos.  Supongo que la cosa se deba a que algo salió mal en estos 2000 años de cristiandad. Hacerse preguntas tal vez no era conveniente para Constantino, o mejor dicho, para que su ejército masacrara gente en nombre del mismo Dios que propone amar a los demás como a sí mismo. Pero vamos, ya no está de moda andar torturando, masacrando, violando, desollando vivos a hombres, mujeres y niños en nombre de Dios; y por otro lado, sin preguntas no habría penicilina, ni electricidad, ni internet, ni libertad de expresión ¿Cómo se concilia la fe con la libertad de expresión? Y el asunto es tan jodido que, en el mismo instante que escribo estas palabras no puedo evitar pensar que muchos me van a querer crucificar o quemar en la hoguera, lo que funciona como otra prueba de que los asuntos de fe no van con la libertad de expresión y que el libre albedrío fue inventado para justificar el pecado. Los loros no saben de libertad de expresión, sólo repiten cuatro frases que no comprenden a cambio de unas cuantas semillas de girasol y, a veces, del muslo de un primo. Y aquí la cosa toma otro cariz, los animales no suelen hacerse preguntas…, pero mejor no sigo, sería echar más leña a mi propia hoguera. (Mario Fattorello, extracto del “Tratado de teología para loros sabelotodo”) #humanismo, #humanismoliberal, #poshumano, #mariofattorello, #libertaddeexpresion #transhumanismo #autocensura
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FEMINISTAS JUDEOCRISTIANAS
En días pasados, mi amigo Godot, el excéntrico cazador e investigador de incoherencias humanas, me contó que estaba estudiando las incoherencias de las “feministas judeocristianas”. 

«Suelo espiar de incognito las mujeres que salen contentas de la misa de domingo –comenzó a decir mi amigo–. Estas mujeres son de una incoherencia perturbadora, de lunes a sábado luchan por sus derechos (denunciando la violencia de género, reclamando la propiedad sobre su cuerpo, desde el derecho a mejorarlo estéticamente hasta el derecho al aborto, el derecho a la educación y a no tener que esconderse tras ningún tipo de velo, entre muchos otros), y el domingo le rinden honores a los verdugos del templo que crearon y mantienen todas las infamias contra las que luchan durante la semana. Durante 2000 años ha estado a la vista que el cristianismo odia a las mujeres y entre sus motivos destaca el que las considere “cuerpo del pecado”. De hecho, para no “ensuciarse”, los clérigos se cuidan de no tocarlas y (por lo visto en los noticieros), algunos prefieren la pederastia antes que ser tentados por tal desgracia ¿Qué piensa de esto una mujer cristiana? ¿No piensa nada?» –Se preguntaba mi amigo–.

«Creo entender tu punto –le respondí–. Hacerse el tarado suele ser más conveniente que tomar posición. Las mujeres se han empoderado de su cuerpo y con ello se han transformado en la revolución antidogmática más activa que ha tenido el mundo, pero no lo saben o, por lo menos, la mayoría se hace la que no lo sabe. Es como si las mujeres se hubiesen plantado firmes diciendo: “Sí, soy cuerpo del deseo ¿Y qué? ¿Me vas a amenazar con el Infierno?”, enfrentando así 2000 años de violencia de género por parte del machismo bíblico, del falocentrismo monoteísta, de los judíos ortodoxos que dan gracias a Dios por no haber nacido mujeres y de los velos islámicos que ocultan la femineidad (ante la mirada de Dios) como si fuera una monstruosidad. Pero Pascal sentó el antecedente de jugar en ambos bandos para garantizarse las prebendas del ganador y así, desconociendo el por qué la mujer se ha empoderado de su género, permiten que su heroísmo sea banalizado como asunto de frivolidad». —Aclaré—, sintiendo de inmediato que estaba explicando fanfarronamente lo que mi amigo había dado por sobreentendido. 

LA REVOLUCIONARIA SONRISA GRATUITA

«La humanidad es de una incoherencia asombrosa, –continuó exponiendo mi amigo Godot–, otro ejemplo de la incoherencia por ignorancia de las causas es la sonrisa en las fotografías ¿Por qué sonríen? En los retratos de antaño nadie sonreía y tampoco en los primeros cincuenta años de fotografía. Charly Chaplin casi nunca sonrió en cámara. Pero ahora sonreír ante las fotos pasó a ser un código generalizado cuyo significado y razón de ser no suele interrogarse, como si no hubiera tenido un inicio, una inauguración, una razón de ser; como si siempre hubiese sido así, algo comparable a comer con la boca o escuchar con los oídos. Un extraterrestre supondría que la cámara fotográfica es un instrumento de odontología, de otra manera no podría explicar la manía de mostrar los dientes frente a cualquier situación de fotografía. Todo tiene una razón. Desconocemos muchas causas y justo por ello no podemos ser coherentes sin preguntarnos por qué actuamos como lo hacemos. Quien se pregunte por la risa fotogénica no tardará mucho en concluir que la sonrisa gratuita es una forma de rebeldía hacia el cristianismo debilitado que durante casi dos mil años prohibió la risa por temor a que pudiera inmunizar contra el miedo (como muy bien lo expone Umberto Eco en el Nombre de la rosa). Pero, por más justificada que sea la rebeldía, sin conciencia de serlo termina siendo un bluf sin dirección que no llega a ninguna parte, una reacción impulsiva de rebelde sin causa. La inocencia es una ignorancia involuntaria, cosa de niños que no han tenido tiempo de aprender. Pero la ignorancia a propósito, la de no querer saber, la de no preguntar, es una ignorancia culposa y para nada inocente, por ello, en jurisprudencia, el desconocimiento de la ley no disminuye la condena. Mirarnos al espejo con autocrítica, ser capaces de juzgarnos imparcialmente y preguntarnos por qué actuamos como lo hacemos es inmanente a la condición humana». 

Creo comprender la observación de mi amigo: «Tirar la piedra y esconder la mano no pertenece a las virtudes humanas. Las virtudes pasan por la responsabilidad, por hacer las cosas a conciencia de su inmanente dirección y sentido y haciéndose cargo de las consecuencias». Supongo que mi amigo quería remarcar que las acciones sin conocimiento de origen no son actos inconscientes, ni heroísmos humildes, sino irresponsables descuidos. A mi amigo le fascina rescatar lo que solemos dejar para el olvido. Godot es así, todo lo contrario a un loro, supongo que por eso somos amigos.

domingo, 16 de junio de 2019

LA VERDAD Y LA MENTIRA


Momias Fattorello 2019

¿QUÉ ES LA VERDAD?
No se me ocurre una manera de investigar la verdad que no empiece con diferenciarla de la realidad. Una roca posee una realidad. Pero, por más que idealicemos a los minerales, una roca no posee una verdad. La realidad es intrínseca a las cosas. La verdad es una iniciativa humana. En sí misma la verdad es una “palabra vacía de concepto”. Pero ése vacío es (a todas luces), intencional, de lo contrario no existiría una palabra que lo representa al tiempo que se usa con la intención de esconder la identidad de lo representado, su concepto. Así, la verdad se nos muestra como una estrategia razonada de esconder un concepto. La verdad se nos presenta, en principio, como una palabra que esconde una noción y que tanto la palabra como la noción escondida son creadas intencionalmente por la razón humana.

Momias Fattorello 2019

¿DÓNDE ESTÁ LA VERDAD?
Si la verdad es una consecuencia de nuestra racionalidad, y la misma racionalidad trata de mantenerla al margen, la verdad aparece como algo descubierto sin querer y que, por incomodar, tratamos de volver a cubrir. Una noción a la que la razón llegó sin intención de llegar a ella y después de conocerla quiso esconderla. Algunos versos populares parecen infiltrar este aprieto, «la verdad duele», suele sentenciar la gente. Y debe haber dolido cuando se decidió esconderla; pero algo queda claro, para que todo esto pase, la verdad debe haber sido descubierta y en consecuencia, no buscamos la verdad, hace tiempo que la encontramos y desde entonces evitamos verla.
Si la verdad es desagradable y la razón ha tratado de ocultarla después de haberla descubierto, las huellas o síntomas de su fugaz revelación debieran poder llevarnos a la verdad oculta. De la misma manera que en semiología los síntomas funcionan como una vía para llegar a la patología, las consecuencias de la verdad debieran poder remontarnos a ella. Aun sin conocer la verdad, sentimos, intuimos, creemos que ésta nos afecta ¿Cómo nos afecta la verdad? Nuestra intención de evitarla nos mete en la pista, serán «síntomas de la verdad» todo aquello que tienda a ocultarla voluntariamente ¿Cómo se oculta ex profeso a la verdad? Esta pregunta tiene una respuesta contundente: con mentiras.

Momias Fattorello 2019

LA VERDAD ES: LA GENERADORA DE MENTIRAS
Aún sin conocer la verdad, conocemos las mentiras que de ella derivan. Una mentira no tiene sentido si no oculta una verdad. Así que, en principio, la verdad es quien le da sentido a la mentira, la construye. A partir de algo que se quiere ocultar se levanta el camuflaje de mentira. Sin verdad no hay mentira. En consecuencia, la verdad es la generadora de las mentiras. El imaginario colectivo acepta la idea de que una mentira no se acaba en sí misma, una mentira conlleva a otras mentiras y en este orden de ideas es muy probable que todas las mentiras que existan nos lleven a la misma verdad. Y si todos los caminos nos conducen a una verdad última, la verdad sería única. La gran generadora de mentiras. Y así esta “verdad” tendría carácter fundacional.
Por otro lado es difícil imaginar que pueda haber existido por mucho tiempo la razón sin crear su primera mentira. Éste hecho puede ser demostrable al estudiar la evolución de la razón en los niños pequeños. Apenas pueden, los niños comienzan a mentir. Es probable que la capacidad de mentir preexista a la necesidad de hacerlo. El niño pequeño comienza a mentir por broma, para obtener el beneficio secundario de la risa (a esto le llamamos mentiras inocentes, porque todavía no esconden una verdad). Las “mentiras con intención” y las “mentiras necesarias” aparecen después de que el niño conoce las leyes. Las primeras mentiras intencionales aparecen para evadir el peso del castigo. Pero aún allí las mentiras no son necesarias sólo intencionales (traviesas o manipuladoras). Las mentiras necesarias aparecen después, más allá de los 10 años de edad. Cuando se comienza a mentir sobre el propio valor, mentiras relacionadas con la autoestima. Lo necesario es inexorable. Y aquí debiéramos preguntarnos ¿qué comienza a ser inexorable en el razonamiento humano después de los 10 años de edad? La respuesta la obtenemos de nuestros otros estudios evolutivos: a los 10 años de edad el razonamiento alcanza la Auto Conciencia de Muerte. La Auto Conciencia de Muerte (ACM) aparece como la generadora de la autoestima. La autoestima se presenta como el conjunto de valores que le dan sentido a la existencia después de perder el sentido biológico que rige el resto de la vida en el planeta. El sentido biológico consiste en cumplir las funciones necesarias para cada órgano del sistema en pro del funcionamiento mismo. La ACM transforma al sentido biológico en una paradoja: “funcionar para dejar de funcionar”. Ante esto aparece la autoestima para dar importancia a lo que ha perdido toda razón de existir y, dando valor a las pertenencias, por contagio, el dueño de las pertenencias adquiere valor. Pero, ¿Qué es el valor? El valor es un grado de importancia atribuido a algo. Pero esa importancia le es atribuida a la cosa, no le es inmanente a la cosa misma. Esa importancia es inventada y su invención es ilusoria. Ese valor es una mentira que viene a tapar la falta de valor ocasionada por la ACM. Entonces, la Auto Conciencia de Muerte se nos propone como el concepto absoluto que hace necesaria la palabra vacía de concepto “verdad” para ocultarla y que origina todas las mentiras. Las mentiras necesarias están a otro nivel: son mentiras creativas. Mentiras que vienen a crear lo necesario para soslayar la insoportable Auto Conciencia de Muerte. Las mentiras creadoras crean «valores». Llenar de valor el mundo externo y contagiarnos de ese valor intenta llenar el vacío que deja la pérdida del sentido biológico de la vida, con el sentido axiológico de vivir. La verdad absoluta es el «primer motor inmóvil» de todas las mentiras necesarias que componen la axiología que hace «vivible» la vida del ser que se sabe mortal. Y es obvia la razón por la que comparo la verdad absoluta con el antiguo concepto de «primer motor inmóvil aristotélico» ya que por más mentiras que acrecienten la axiología humana, la verdad fundamental, no se mueve, no cambia: la muerte sigue siendo mortal.
Aceptar la verdad es aceptar que hay que mentir para vivir. La verdad es sólo una palabra que oculta algo y por ello aceptamos que la verdad esté oculta. Al aceptarlo, reconocemos que hay que mentir para poder vivir y la mentira debe tapar la verdad. La verdad es una palabra que oculta un significado que debe permanecer oculto. La vida es eficiente cuando oculta la verdad y la hace, por ende, verdad. Porque la verdad, es verdad, mientras esté oculta, o sea, mientras genere mentiras. En el momento en que la verdad deja de estar oculta se transforma y se concreta en fatalidad.

Momias Fattorello 2019

Y, AL FINAL, OTRA PALABRA VACÍA DE CONCEPTO: LA FELICIDAD
Felicidad es una palabra vacía de concepto que viene a tapar un concepto que en sí mismo molestaría: inmortalidad (mencionar la inmortalidad activa, por contraste, el concepto de ACM). En un principio la palabra felicidad debiera referirse a las ganas de vivir, cuando somos supuestamente felices tenemos ganas de hacer muchas cosas y cuando somos supuestamente infelices perdemos las ganas de vivir. El choque con la Auto Conciencia de Muerte nos quita las ganas de vivir. La felicidad es una una palabra vacía de concepto, o sea, una mentira a medias que esconde un concepto pero deja pistas. Una mentira que te alerta que es mentira. La palabra vacía de concepto “felicidad” nos alerta que su significado no está especificado en el fonema y que se encuentra oculto en otra parte, en la interpretación. La felicidad, en tanto ganas de vivir, debe ser contraste de la Autoconciencia de Muerte. Por contraste la felicidad es un “momento de inmortalidad”. Ser feliz es “no tener en cuenta el ACM por un rato”. Entonces, siendo la felicidad un camuflaje del concepto de inmortalidad, es lógico que la felicidad, engañosamente, se nos presente como un punto de llegada más que un punto de partida. El ser humano solamente piensa la muerte en futuro. No se puede pensar la propia muerte en pasado. Así que la muerte siempre está por delante en el tiempo. Por ello la felicidad (la inmortalidad momentánea que representa), es vista como punto de llegada y no como punto de partida. Si entendemos la felicidad como ganas de vivir entendemos que es un punto de partida para seguir viviendo. Pero si entramos dentro del concepto de felicidad como inmortalidad, inevitablemente tenemos que verla en el futuro como punto de llegada. Un futuro con promesa de felicidad (inmortalidad) permite seguir adelante sin temor al final. La verdad nos espera allí donde siempre ha estado. Al final sólo hay verdad. La fatalidad nunca la conoceremos.

Momias Fattorello 2019


martes, 8 de enero de 2019

EL SOL Y EL DEDO (O SOBRE LO IMPOSIBLE)


EL SOL Y EL DEDO
«No se puede tapar el Sol con un dedo», es una de esas frases que uno escucha innumerables veces sobreentendiendo su significado y sin sentir necesidad alguna de comprobación. Pero la verdad es que  se puede tapar el Sol con un dedo. Y el efecto óptico será más o menos efectivo en dependencia de la distancia a la que se coloque el dedo en confrontación al ojo. Así que la frase que habla de un imposible en realidad miente sobre algo posible. Entonces, ¿por qué aceptamos tan a la ligera que se nos imponga como verdad una falsedad de tan fácil refutación?
Mario Fattorello



El síntoma patognomónico del truco se manifiesta en el verbo «tapar». Si el dedo y el Sol son entendidos en sus dimensiones reales, resulta obvio que el primero no puede tapar al segundo. Pero la acción escondida detrás de la frase no se refiere a «tapar» con las dimensiones del dedo un espacio, como cuando tapamos con el pulgar el pico de una botella de vino. De lo que se habla en la frase es de un asunto óptico, de tapar un campo visual. Y un dedo, colocado frente al ojo, sí puede tapar la visión del Sol. Bajo las leyes de la óptica, un dedo puede tapar cualquier cosa.

Primera conclusión concreta pero enrollada: La sentencia que niega que el Sol pueda taparse con el dedo, se aprovecha del «impreciso» significado del verbo para colocarse como una verdad cómoda a la hora de tener que aceptar los imposibles. Pero cuando lo «impreciso» se junta con los conceptos de «verdad», «comodidad», «aceptación» e «imposible», la falaz trampa literaria trasciende el inocuo campo de las sentencias populares para afectar la cruda realidad de las mentiras humanas, o lo que es lo mismo, la cotidianidad. Entonces, la «verdad» es la mentira última que persigue la humanidad «aceptando» su condición de «imposible» por la «comodidad» de no tener que pensar en lo que la palabra (vacía de concepto) «verdad» esconde, o sea, la muerte.
¿Complicado? Mirémoslo por otro costado.

Mario Fattorello El Sol y el dedo


La cotidianidad es un continuum de mentiras. La vida humana necesita de la mentira cotidiana para poder soportar el peso de «vivir humanamente» (eufemismo de: vivir a sabiendas de morir). La mayoría de los conceptos que sostienen nuestros intereses sociales son «imposibles». La amistad, por ejemplo, entendida como un sentimiento completamente desinteresado, como una relación donde se da todo por el otro sin esperar nada a cambio, es, a todas vistas, imposible. Por principio, todas las relaciones humanas son relaciones de intereses. Sin intereses no habría relaciones. Sería más verosímil, y evitaría muchos malentendidos, aceptar que la amistad es una relación de intereses mutuos más o menos equilibrada en el reparto de ganancias y pérdidas. Una relación de intereses es una relación interesante. Si la amistad es interesante, debe mover intereses. Pero no podemos aceptar esto. Nos resulta demasiado real, y lo real no nos ayuda en nuestro afán de disimular la realidad. Necesitamos la amistad idealizada. Necesitamos el imposible. Necesitamos la mentira. Y si alguien la descubre, le taparemos el entusiasmo replicándole: «No se puede tapar el Sol con un dedo». En este caso, obviamente, el Sol representa la inmensa materia de la mentira cotidiana, el dedo ingenuo encarna la realidad descubierta y el sentido verosímil de la sentencia es que la creencia «por siempre será» más popular que la realidad. Mientras que, en la realidad que no se quiere ver, el asunto estaría exactamente al revés: el dedo representaría a la mentira y el Sol a la realidad “tapada”. Este doble sentido de la frase, esta cohabitación de dos versiones antinómicas, parece darnos permiso a aceptar una mentira como verdad, porque, al final, lo que quiere decir es que sobre ese asunto es mejor ni hablar.

Queda en evidencia que lo importante de lo imposible es su cualidad de «inalcanzable». La condición para que «siempre» deseemos alcanzar algo es que nunca lo alcancemos. Y si nunca lo alcanzamos, la búsqueda «por siempre» se impone, transformando a la búsqueda misma en «infinita». Y es aquí donde se cumple la función de «lo imposible»: incluir en nuestra corta y finita vida las balsámicas palabras «siempre» e «infinito». Y así, sin necesidad de hacer mayor esfuerzo de autoidiotización, podemos abandonarnos felices al «impreciso» concepto de que una vida no se puede acabar mientras siga buscando algo…, lo que nos permite seguir comiendo perdices hasta morir de indigestión.

Mario Fattorello El Sol y el dedo