sábado, 12 de diciembre de 2009

Consulta Portátil en Roma

Estudiar la relación entre las culturas y las sintomatologías que en ellas predominan es una de las funciones de nuestra Consulta Portátil. Comenzaremos nuestro periplo por la gran hacedora de cultura, por el ombligo de occidente: Roma.

¿Todos los caminos llegan a Roma?

Estoy convencido que no hay mejor presentación de una ciudad que su aeropuerto. Llegar al aeropuerto romano de Fiumicino es sentir que no se llega nunca a Roma, bajar del avión no significa nada (el gran aeropuerto no tiene mangas para todos sus aviones, así que nuestra aeronave estaciona en un descampado a kilómetros del edificio aeroportuario), luego viene el autobús y después de un kilómetro a pie hasta la salida del equipaje, y de allí a la inquisición de inmigración (pareciera que los agentes de inmigración del mundo entero estudiaron en la misma escuela cuyo nombre epónimo apropiado sería «Torquemada»), y la larga travesía hasta el terminal correspondiente a los trenes o pullman que nos llevarán a Roma ciudad. A los viajeros frecuentes le parecerá lo descrito un itinerario habitual de aeropuerto, no en Roma señores, no en Roma.
Pero, ¡bueh!, digamos que todo va como debe ir y llegamos a nuestro destino en la ciudad, y que toda confusión anterior fue causada por el jet lag y el cansancio, pero reto a quien sea a contrariar la siguiente apreciación.
Llegados a Roma, el famoso dicho de que "todos los caminos conducen a Roma" coge un sentido insospechado, porque existen muchas romas, la Roma religiosa, la Roma arqueológica, la Roma histórica, la Roma antropológica, y sigue la gastronómica, la artística y así ad infinitum; llegar a Roma parece imposible porque Roma no está allí, Roma es lo que fue, lo que esperamos que sea, decadente o imperial, recuerdo de tiempos que no vivimos o realidad turística reflejada en la foto sobre el aparador. Pero hay que reconocer que tal vez Roma sea tan humana como cualquiera que lea esto, porque Roma intenta ser, con todas las estrategias que tenga a disposición, lo intenta, y no hay mejor definición de la condición humana que eso: somos un "intento".

¿Y dónde están los romanos?

Vamos, cuando se llega a un sitio se quiere conocer ante todo a su gente, pero al llegar al hotel nos atiende un napolitano, luego conocemos a dos chicas encargadas de nuestra atención y resultan ser ambas rumanas, luego en la calle preguntamos por unas direcciones a los peatones y resultaron ser todos forasteros, es inevitable que la primera impresión sea que no hay romanos en las calles de Roma.
En Roma, al igual que sucede en otras ciudades que en sí mismas son un gran objetivo turístico, Venecia por ejemplo, hay que elaborar estrategias para diferenciar lugareños de turistas: un elemento distintivo de los turistas es que todos llevan un mapa; así que para reconocer a un posible romano, más que mirarles las caras hay que mirarles las manos.

Vaticano prosaico

Alguna vez un pintor me comentó que si un cuadro pretendía decir algo habría que dudar de su valor artístico, pero que si el cuadro decía algo en forma directa y explícita entonces no era arte. Esta opinión personal del pintor pudiera discutirse, sin embargo algo parecido sentimos en el Vaticano, la explícita y directa ostentosidad de poder no le deja cabida a la espiritualidad, me imagino que un budista pudiera decir que el Vaticano no te incita a meditar ni a murmurar OMM…, sino más bien a exclamar ¡OHH!

Psiquis romana

Difícil debe ser el manejo del amor propio para un citadino de la otrora «Capital del mundo», estábamos preparados a encontrarnos con las consecuentes características de las alteraciones narcisistas: prepotencias, reticencias, gestos despreciativos; y la verdad es que los hubo, no faltaron manifestaciones del Maximus Narcisus Romanus, pero fueron las de menos, vivir del turismo les ha ayudado a apaciguar la arrogancia, y generalmente tratan bien a quienes van a rendirle tributo y honores a las ruinas de su antiguo esplendor. Se me ocurre que, así como los norteamericanos, en forma simplista, clasifican a las personas en «cerebrales» y «corporales», aludiendo a dónde se centran sus habilidades; de la misma forma pudiéramos clasificar el humor de los romanos de acuerdo a sus puestos de trabajo: los empleados públicos y los privados. Los empleados públicos por lo general están mal encarados, fastidiados, distímicos. Los demás tienden a ser simpáticos y dicharacheros con quienes le visitan, conscientes de que los forasteros son quienes generan el bienestar de la Roma actual sin mayor industria que el turismo .

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