viernes, 1 de enero de 2010

Consulta Portátil en Milán


Duomo di Milano
  Milán, la nodriza.
Si en Roma es difícil encontrar romanos entre la multitud de turistas, en Milán el asunto se vuelve un juego de escondite, los milaneses se sospechan, se intuyen, al igual que el bistec debajo del empanizado de la milanesa, pero no se los ve tan fácilmente. Sin embargo aquí la razón no son los turistas, el empanizado que esconde a los citadinos lombardos está hecho de inmigrantes que le otorgan a la ciudad una identidad incierta, o más probablemente una identidad en evolución hacia una orbe al estilo de la legendaria Babel o al futurismo de ciencia ficción versión Blade Runner, y si ahora sólo lo parece, en pocos años lo será cuando en el 2015 sea sede de la Exposición Mundial.
Después de las nueve de la noche de un día de semana, el metro, el tranvía, los buses, parecen venir de todas partes del mundo trayendo sus culturas, la verdad es que en Milán, más que en Roma, sí que se pudiera decir que todos los caminos llegan a ella. Tomamos un tranvía con una docena de pasajeros y no exagero al decir que todos eran senegaleses o nigerianos, lo curioso en que en las diversas paradas subían otros pasajeros africanos.
OK, aceptemos que las coincidencias de que vuelan, vuelan; pero el azar se nos volvió sospechoso cuando nos sucedió lo mismo en un vagón del metro donde casi la totalidad de los pasajeros que subían y bajaban eran albaneses. Una cosa es que haya un barrio chino o un barrio latino, pero muy diferente es un metro albanés en Milán. De todas formas digamos que fueron sólo casualidades. Pero el elemento central es que la faceta multiétnica de la ciudad hace que hoy día Milán sea más que nunca un emporio de cultura, cada día más enriquecida por el mundo todo, en Milán verdaderamente se siente lo que es ser «ciudadano del mundo».

El Gran Terapeuta de las calles
Sin duda alguna la oferta de trabajo de la Milán industrial es el motor que mueve a la inmigración milanesa, pero me atrevo a pensar que la fuerza de gravedad que atrae a tantos de tantas partes depende en un gran porcentaje de que Milán se preocupa por su gentilicio.
Las metrópolis tiene funciones prácticas, la reunión de una gran cantidad de personas en un mismo sitio es ventajosa para la producción, pero genera inevitables inconvenientes y la ciudad debe encargarse de compensar aquello, es como si hubiera un Gran Terapeuta de las calles que se encarga de minimizar los efectos de la neurosis citadina.
Para muestra un botón, a las once de la noche de un lunes 28 de Diciembre con poca gente en la calle, pudimos presenciar un espectáculo de luces proyectadas sobre la fachada del Teatro La Scala. Este Festival Internacional de las Luces (FIL) no es para turistas, es para todos los milaneses, porque la ciudad piensa en su gente, teniendo claro que su norte debe ser la felicidad de sus habitantes. Además de lo gratificante de elevar el ánimo y hacernos sentir felices de ser personas, se percibía el sutil humor presente en la latente ironía que el espectáculo representaba, la de contrariar a la peyorativa opinión de que La Scala de Milán no dice nada por fuera, que el edificio no rinde honor a su majestuosidad interna; pues esa noche y durante todo diciembre y parte de enero 2010 un espectáculo de luces metamorfoseaba la fachada de La Scala como mostrando su alma, lo que no está dicho entre mármoles y columnas, lo que se puede leer entre líneas. Así es Milán, una ciudad terapéutica.

2 comentarios:

  1. Que buen artículo, es breve pero muy ilustrativo y me ha dado nuevos brios para ir a esa ciudad el próximo febrero, saludos desde Puebla-México (:

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  2. Que buen artículo, es breve pero muy ilustrativo y me ha dado nuevos brios para ir a esa ciudad el próximo febrero, saludos desde Puebla-México (:

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